ZP ROMPE LOS PUENTES CON EL PP Y QUEMA LAS NAVES DE LA PRUDENCIA

 

 Editorial de “El Mundo” del 14/12/04

 

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

La sesión vivida ayer en el Congreso de los Diputados merece sin duda el calificativo de histórica por tratarse de la primera vez que un presidente del Gobierno comparece ante una Comisión parlamentaria de Investigación. Y hay que reconocer que José Luis Rodríguez Zapatero, que estuvo casi 15 horas en sede parlamentaria, lo ha hecho no como quien pretende superar un trámite, sino para realizar aportaciones relevantes.

También ha demostrado que tras la faceta de bambi ridiculizada por muchos se esconde no ya un comunicador eficaz sino un auténtico killer político.

Respecto al contenido, sin embargo, su comparecencia ha resultado decepcionante. Resulta frustrante constatar, tanto por las preguntas del PP como por las respuestas de Zapatero, que ambas partes sigan empeñadas en imputarle a la otra comportamientos impropios en cualquier democracia.

El presidente fue incluso más lejos que los más acérrimos detractores del Gobierno de Aznar al acusar a éste reiteradamente de «engaño masivo», alegando que desde la tarde del 11-M no existía más pista que la islamista. No sólo eso. También acusó genéricamente a los populares de llevar a cabo una estrategia de «confusión» orientada a «salvar la cara», y concretamente a Aznar de «cobardía, insidia e irresponsabilidad» por manifestar su opinión de que los autores intelectuales del 11-M no se encuentran en «desiertos muy remotos ni en montañas muy lejanas».

Son acusaciones gravísimas, que Zapatero no fundamentó y que ponen de manifiesto que la estrategia del Gobierno socialista pasa por romper todos los puentes con la derecha, quedándose a un lado del río para desarrollar un concepto alternativo de la democracia junto a los nacionalistas y otros grupos minoritarios.

En relación con la investigación de los atentados se puede decir sin temor a exagerar que Zapatero compareció ayer ante el Parlamento con el ánimo no sólo de cerrar la Comisión de Investigación -«el trabajo ya está hecho», afirmó ayer-, sino también el sumario que instruye el juez Del Olmo, reprochando a los representantes del PP que «a ustedes no les va a bastar ni con la sentencia».

Y lo hizo aún a costa de asumir un riesgo muy elevado para su propia credibilidad, quemando las naves de la más elemental prudencia.Zapatero quedará para siempre vinculado por la rotundidad de las afirmaciones que ha hecho en el sentido de imputar la matanza de Atocha en todas sus fases -autoría, preparación y responsabilidad- de forma «única y exclusiva» al terrorismo islamista. Incluso llegó a decir que todas las personas que participaron en esa masacre «pertenecen a las redes del terrorismo islamista».

 A no ser que por autores del atentado entienda únicamente a quienes físicamente colocaron las mochilas bomba en los trenes, su afirmación ya ha sido rebatida por las imputaciones por colaboración en el 11-M de los asturianos Toro y Trashorras como recordó el portavoz del PP, Eduardo Zaplana, que se empleó con dureza con Zapatero en su réplica tildándole de intervenir como un «agitador» y no como un jefe de Gobierno.

Zapatero no aclaró esta contradicción, como tampoco explicó para quién buscaban Toro y Trashorras en el verano de 2001 «a alguien que supiese montar bombas con móviles». Esta incógnita clave para esclarecer los orígenes de la masacre sigue, pues, abierta, haciendo absolutamente imprescindible que comparezcan en el Congreso Lavandero y el agente Campillo, dos personas que están muy lejos de merecer el calificativo de «indecentes» con el que Zapatero pretendió justificar el veto del Grupo Parlamentario Socialista a los testimonios de los confidentes policiales.

Zapatero sí contestó a las preguntas del PP tanto sobre la conexiones entre los terroristas del 11-M y ETA como sobre la posible implicación de Marruecos en el atentado. En relación con lo primero, es cierto que la Comisaría General de Información de la Policía que desde la victoria socialista dirige Telesforo Rubio ha llevado a cabo una investigación aunque sea de dudosa intensidad. En todo caso, los informes resultantes de dichas pesquisas no permiten concluir de forma categórica, como hizo ayer Zapatero, que tanto el robo por parte de ETA del coche bomba de Santander en el callejón de Trashorras como la coincidencia de las dos caravanas de la muerte sólo fueron fruto del «azar».

El informe policial sobre el coche bomba de Santander no descarta el uso en dicho atentado de Goma 2 -el explosivo suministrado habitualmente por la banda asturiana- pues habla genéricamente de «dinamita» ni explica por qué los etarras optaron por coger un taxi y desviarse para robar un vehículo no ya en Avilés, sino a metros del garaje que Trashorras utilizaba como oficina de expedición de explosivos. ¿O es que en Torrelavega, donde se hallaban los etarras, no había un solo coche de las características que buscaban?

Tampoco el informe policial sobre la simultaneidad de las dos caravanas permite descartar la hipótesis de una conexión entre ETA y los terroristas del 11-M, pues no explica dónde pretendían los dos jóvenes y bisoños etarras hacer estallar la furgoneta.Tampoco ha explicado Zapatero el sorprendente hallazgo en el bolsillo del islamista Abdelkrim Beresmail -lugarteniente del jefe del comando de Leganés- de los números de contacto de los sanguinarios etarras Parot e Iragi. En cuanto a los indicios que apuntan a la implicación de Rabat en el 11-M, se limitó a echar balones fuera y a afirmar, sin datos para avalarlo, que la colaboración con el régimen de Mohamed VI es «intensa y valiosa» tanto antes como después de la masacre.

El presidente del Gobierno, pues, todavía tiene que demostrar que su compromiso con la búsqueda de la verdad es profundo y real. La prueba de fuego en este sentido será que haga todo lo que está a su alcance para mantener abierta la Comisión del 11-M, impulsando de forma decidida las comparecencias de los confidentes, que siguen siendo quienes más pueden aportar al esclarecimiento de la verdad.