LA ESTRATEGIA DEL ENGAÑO

 

 Artículo de Alejandro Muñoz-Alonso en “La Razón” del 14.07.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Las informaciones publicadas el pasado lunes por el diario «Gara» por lo que dicen, cómo lo dicen y el momento en el que se dice son de una extraordinaria gravedad. Una vez más se produce la misma secuencia de hechos: una detallada información de fuentes próximas a la ETA acerca de presuntas negociaciones políticas entre el Gobierno y la banda es seguida de un desmentido, más improvisado que contundente, por parte de representantes del Gobierno y del PSOE. La cosa no tendría demasiada importancia si no fuera porque, como en ocasiones anteriores, las noticias que proceden del entorno etarra vienen acompañadas de sufi cientes datos y referencias como para hacerlas creíbles, mientras que los desmentidos socialistas carecen de los mínimos elementos para hacerlos verosímiles. Triste situación en la que una banda de terroristas resulta más creíble que un Gobierno democrático.

En efecto, las declaraciones que tratan de desmentir las informaciones procedentes de fuente etarra son poco convincentes y contradictorias y la propia evolución de los acontecimientos se va encargando de echarlas por tierra. Al fi nal se consolida cada vez la imagen de un Gobierno que viene teniendo contactos con ETA desde hace años –según todos los indicios desde antes de llegar al poder–; que esos contactos se convirtieron en negociaciones concretas, al menos desde junio de 2005, negociaciones

que culminaron en febrero de este año con un paquete de compromisos por ambas partes. Todo ello habría que enmarcarlo en una estrategia gubernamental, caracterizada por la mendacidad y la ocultación, en un contexto en el que el Gobierno –un Gobierno que miente y que lo hace sistemáticamente– aparece cada vez más nítidamente como un rehén de la banda terrorista.

Las informaciones de «Gara» son una seria advertencia al Gobierno por parte de ETA, recordándole que algunos de los compromisos alcanzados están siendo incumplidos y expresamente aluden al «malestar provocado, la sorpresa o  desorientación generada por los incumplimientos». Compromisos incumplidos por

parte de algunos elementos del aparato de Estado, no suficientemente controlados por el Gobierno. En efecto, a pesar de los esfuerzos del Fiscal General del Estado (?)

y de sus subordinados jerárquicos y de algunas tramas «negras» policiales –que hasta se permiten avisar a la banda de que hay una operación montada contra su aparato de extorsión– una parte del Estado de Derecho sigue funcionando y basta que haya jueces como Grande-Marlaska para que determinadas connivencias y complicidades hagan agua. Según una interpretación, el vergonzoso «chivatazo» de unos policías a ETA estaría «justifi cado» porque, según «Gara», entre los supuestos compromisos no estaría incluida la extorsión mal llamada «impuesto revolucionario». ETA se habría

comprometido «a no realizar acciones contra personas ni bienes» y a no llevar a cabo «acciones de abastecimiento de armas ni explosivos» pero, al parecer, no se aludió a la extorsión. ¿Se aceptó que ETA siguiera extorsionando a los empresarios?

Según «Gara», el Ejecutivo se comprometió a «aceptar de facto que las organizaciones políticas de la izquierda abertzale pudieran desarrollar la vida política en igualdad de condiciones con el resto de fuerzas políticas y sociales». ¿Puede extrañar esto a alguien después de que hemos visto cómo Otegi era declarado ofi cialmente «hombre de paz», recibía un trato de favor en los tribunales, se dejaba «mirar a los ojos» por las  marionetas de Zapatero en el País Vasco, mientras Batasuna actúa con el máximo de impunidad porque según De la Vega «no existe»? A pesar de todo ETA se queja del «goteo de prohibiciones judiciales y policiales» y añaden «a veces con el aval de la Fiscalía», como diciéndole al Gobierno ¿pero no teníais a los fiscales controlados? (A propósito, recuerden aquella salida de Otegi en una de sus diversas comparecencias judiciales: «¿Sabe esto Conde Pumpido?»).

Dice también «Gara» que el Ejecutivo se comprometió a respetar lo que decidan los ciudadanos de Álava, Vizcaya, Guipúzcoa y Navarra, algo que el más lerdo sólo puede identifi car como un derecho de autodeterminación o, en la terminología del PNV, «el ámbito de decisión vasco». Algo que, en todo caso Zapatero hizo suyo en su comparecencia «inmobiliaria» en el Congreso (porque la hizo en el edificio pero no en la institución) donde literalmente afi rmó que «el Gobierno respetará las decisiones de los ciudadanos vascos». Claro que al día siguiente negaba que sus palabras fueran un reconocimiento del derecho de autodeterminación, en aplicación de esa estrategia del engaño a que no referíamos antes. Con los socialistas ya no se llama nunca a las cosas

por su nombre: la negociación y rendición ante la banda terrorista se transforma en proceso de paz y un humilde rosario se transfigura en collar de perlas. Para los socialistas «Gara» «es un panfleto». De acuerdo: entonces, ¿por qué no renuncian de una vez a una estrategia de engaño y manipulación que hace agua por todas partes?