EL ESTADO SEGÚN ZAPATERO

Artículo de Alejandro Muñoz Alonso en “El Imparcial” del 28 de diciembre de 2009

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web

 

Es natural que el Rey haya pedido consenso entre los dos grandes partidos. Un consenso que se impone porque España está viviendo una profunda crisis, que no es sólo económica. Lo que el Rey no dijo -porque no podía decirlo, pero seguro que lo sabe- es que ese consenso es imposible mientras Zapatero esté donde está, salvo la improbable hipótesis de su conversión al espíritu del sistema de la Transición, que también es el del consenso y el sentido común. Desde antes incluso de llegar a La Moncloa, Zapatero dejó muy claro que su voluntad era la “·tinelización” del PP, esto es el designio de demonizarlo y arrojarlo de la escena política, salvo que este partido accediera a convertirse en un dócil apéndice del Gobierno y del PSOE, disciplinado y silente ante sus decisiones, que eso es lo que quieren decir los socialistas cuando hablan de consenso o de “arrimar el hombro”. La tesis es muy clara: o te suicidas o será el culpable de todo lo malo- que es mucho- que sucede en este país. Pero nada de esto puede sorprender. Se equivocan lo que creen que Zapatero va “a salto de mata” y que no tiene un plan político bien diseñado. Por el contrario, todo da a entender que, paso a paso y sin desvelar sus últimas intenciones, camina hacia una meta que supone la destrucción del sistema político de la Transición y el avance hacia un modelo de Estado que nada tiene que ver con el que se configura en la Constitución de 1978. Algunos rasgos de de este contra-Estado son perfectamente identificables.

1. Un Estado confederal. La bilateralidad consagrada en el estatuto de Cataluña supone la aceptación de soberanías pactantes, como es propio de una confederación. Por la lógica de la situación esa bilateralidad se trasladará a las otras comunidades que, casi insensiblemente, transformarán su autonomía en soberanía. La inútil, por ahora, “conferencia de presidentes de CC.AA.” va en la misma dirección y se parece a una pequeña ONU en la que al presidente del gobierno del Estado le corresponde poco más que una presidencia honorífica.

2. Un Estado plurinacional. La inclusión del concepto de nación en los preámbulos de algunos estatutos, coherente con la tesis zapateril de la nación como “concepto discutido y discutible”, convierte a España no tanto en “una nación de naciones”, como postularon algunos (tesis insostenible, carente de toda lógica) sino en un Estado plurinacional, cuyos componentes esperan el momento de aplicar “su” derecho de autodeterminación para alcanzar la independencia plena. La idea de que esas alusiones son inocuas porque están en los preámbulos es, como poco, estúpida: En Francia, por ejemplo, se reconoce el pleno valor jurídico del preámbulo de su vigente constitución. Otra cosa sería una aberración jurídica.

3. Un Estado sin separación de poderes. No es nada nuevo pues ahí está el precedente del “entierro de Mostesquieu”, propiciado hace años por Guerra. Pero desde entonces la tendencia se ha incrementado. El hábil manejo de las “mayorías de geometría variable” le permite a Zapatero el control del Parlamento. Cuando la oposición logra sacar adelante una moción o una proposición no de ley, el Gobierno se la pasa por el arco de triunfo. Esto es, Zapatero toma al Parlamento por el pito del sereno. Y del llamado poder judicial —que desde la reforma del procedimiento del CGPJ, de poder no tiene nada- mejor es no hablar. Hay muchos jueces independientes pero, como muestran tantos y tantos casos, el Gobierno controla los puntos neurálgicos del aparato judicial.

4. Un Estado sin oposición. Puede que Zapatero no haya leído mucho, pero en su acción se perciben claramente elementos de raigambre netamente leninista. Uno de ellos es la idea —nunca expresada abiertamente- de que, tanto en el partido como en el Estado la minoría tiene que someterse dócilmente a la mayoría. El llamado “centralismo democrático” se aplica a todos los niveles. Ya nos hemos referido a la “tinelización”.

5. Un Estado corporativizante. El desprecio por la “democracia burguesa” le lleva a Zapatero a atribuir a los sindicatos lo que niega al Parlamento: Decidir acerca de las leyes sobre trabajo, empleo, economía…etc. ¡Hasta asisten a la “conferencia de presidentes”! Con la patronal como invitada de piedra, para que todo sea lo más “vertical” posible. Y ya se dice que, aprovechando los problemas de la CEOE, intenta colocar a su frente a un dócil secuaz. ¿Dónde queda la democracia parlamentaria?

6 Un Estado laico. La religión y una Iglesia bien organizada como la católica son uno de los mayores obstáculos para controlar a fondo la sociedad. Por eso, violentando el espíritu de la Constitución —que establece un Estado no-confesional, pero en absoluto laico y menos aún ateo- se persigue todo lo que huela a católico. Lo van a hacer con el pretexto ¡de la libertad religiosa! Y potencian al islam, no por ninguna proclividad mahometana sino como instrumento para socavar a la Iglesia Católica. Una vez más la guía es el Lenin que dijo: “No puede haber nada más abominable que la religión”.

La teoría del Estado de Zapatero va mucho más lejos. Esos seis puntos son sólo algunos de los más visibles aspectos de su proyecto político. Un proyecto político que, también como Lenin, es concebido como la organización política destinada a enfrentar a una parte de la población contra la otra. Se trata de dividir para mejor vencer. De ahí que nadie como Zapatero haya promovido la división en la sociedad española como él lo ha hecho.