SECTARISMO
Artículo de Alejandro Muñoz-Alonso en “El Imparcial” del 08 de junio de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Es un
dato, difícilmente discutible, que la tantas veces
mentada ideología de Zapatero tiene poco que ver con la socialdemocracia
europea. Enlaza, sin embargo, directamente con el rancio socialismo
revolucionario decimonónico, que en España se explayó a sus anchas durante la
II República. Los acontecimientos vividos en torno al último Corpus Christi
toledano ilustran muy cumplidamente, como en un arcaico “revival”, las tres
principales características —se podrían denominar también obsesiones- de aquel
socialismo, ahogado en su propio sectarismo: el anticlericalismo, el
antimilitarismo y el internacionalismo-antipatrias.
El anticlericalismo está en el código genético del socialismo desde sus
orígenes marxistas; más exactamente, se trata de una actitud virulenta contra
lo religioso, que proviene de Feuerbach, uno de los
inspiradores de Marx. La izquierda radical española, desde los tiempos de “El Frailazo” y “La Traca”, hizo de esta actitud uno de sus
signos de identidad. No hay más que repasar, por ejemplo, la colección de “El
Socialista” de aquellos años republicanos en el que entre tantos otros,
aparecía, el 1 de noviembre de 1931 (precisamente el día de Todos los Santos)
el siguiente texto: “Hay que destruir a la Iglesia romana, creadores de nuestra
leyenda negra y que ha incorporado a nuestra historia el estigma de una
tradición de fanatismo, intransigencia y barbarie”. Bajo la cobertura de su
confesado laicismo, Zapatero ha hecho suyo este anticlericalismo negador del
hecho religioso y en la espera de darle una cabida más holgada en la futura Ley
de Libertad (?) Religiosa, la ministra de Defensa lo ha incorporado al
Reglamento de Honores Militares. Se mataban dos pájaros de un tiro pues, al
mismo tiempo se humillaba a las Fuerzas Armadas, que en España tienen una
tradicional conexión con la religión católica, que se expresa en no pocas de las
celebraciones castrenses.
El
antimilitarismo socialista —disfrazado de antibelicismo
y de amor a la paz- es otro dato bien conocido. Los tres ministros de Defensa
de Zapatero, sin duda siguiendo el sentir y las indicaciones de su jefe, han
llevado a cabo un apenas encubierto proceso de desmilitarización de las Fuerzas
Armadas, a las que les gustaría convertir en una mezcla de ong
y de patrulla de maduros boy-scouts, dedicadas a
hacer beneficencia por esos mundos, en aplicación del buenismo
que define la acción exterior de este Gobierno. Esta desmilitarización tiene su
más patente manifestación en la Unidad Militar de Emergencias, creación
personal de Zapatero, que implica una segregación total de la misma respecto de
los tres componentes de las FAS (Ejército de Tierra, Armada y Ejército del
Aire), para dedicarla en exclusiva a la benéfica tarea de apagar incendios,
ayudar en casos de inundación y otras catástrofes similares. Funciones éstas de
protección civil, nunca estrictamente militares, aunque las FAS siempre han
prestado su ayuda, pero como complemento de quienes estatutariamente tienen
encomendadas tales competencias y tareas. En la misma línea está el modelo
oficial de la misiones en el exterior de las FAS, que siempre se presentan como
“de ayuda humanitaria”; hacen hasta de Instituto Cervantes, pues enseñan
nuestro idioma. Muchas gracias. Pero, como ocurre en Afganistán, lo cierto es
que nuestros soldados están en un peligroso escenario bélico en el que, como
decía hace bien poco uno de ellos, cada vez que salen de sus acuartelamientos,
ponen en riesgo su vida. Y para mantener la ficción buenista,
Defensa no vacila en ocultar los ataques que, cada vez con más frecuencia,
sufren nuestras tropas allí destacadas.
Tampoco
admite dudas que el internacionalismo es consustancial con el socialismo. Las
patrias eran para aquel añejo socialismo decimonónico un invento burgués que
sólo servía para utilizar al proletariado como carne de cañón en sus guerras
por materias primas y mercados. La consigna marxista por excelencia era la de
“proletarios de todos los países, uníos”, con la que Marx y Engels
cerraban el Manifiesto Comunista, y que los socialistas españoles de los
treinta sintetizaron en las siglas U.H.P. (Uníos Hermanos Proletarios) que,
cadenciosamente, gritaban en sus manifestaciones callejeras, mientras se
preparaban para la caza del burgués, preferentemente si se trataba de curas,
monjas o católicos conocidos. La nación —concepto discutido y discutible, según
Zapatero- no ha inspirado nunca afecto ni respeto a los socialistas. Por eso no
importa ponerla en almoneda, ni trocearla. La ministra Chacón ha añadido al ya
avanzado proceso de desmilitarización de las FAS un nuevo empeño para
“desespañolizarlas”. Una ceremonia como la del último Corpus Christi, en la que
a los militares se les desconecta de sus más preciados símbolos nacionales y
patrióticos, como el himno y la bandera, expresa elocuentemente el decidido y
sectario propósito de cortar las tradiciones, los sentimientos, los afectos, en
suma, las raíces que unen a los militares con la Nación española, con la
Patria. Una Patria que, al menos para ellos, no se resume ni se limita en el
triunfo de nuestros equipos en las competiciones deportivas internacionales.
Dicen que a Zapatero le encanta la etiqueta de ”la
Roja” para designar a nuestra selección nacional de futbol. La segunda
intención, menos patriótica que ideológica, parece evidente. Pero, en cualquier
caso, esta Patria que él destroza es mucho más que todo eso. Aunque siempre he
dicho y repito que el rojo es un bello color que no hay que dejar que
monopolice la izquierda sectaria.