NO SE FÍAN, NO NOS FIAMOS
Artículo de Alejandro Muñoz-Alonso en “El Imparcial” del 20-12-10
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Hasta
los que han apoyado la prórroga del estado de alarma tienen serias dudas sobre
su constitucionalidad. Restablecida la normalidad del tráfico aéreo, no le ha
quedado al gobierno más argumento que el de que no se fía de los controladores,
ciertamente poco fiables. Pero esa falta de confianza en quienes organizaron el
caos de principios de diciembre no justifica la utilización de una medida tan
grave como el estado de alarma que, como excepcional por definición, sólo es
constitucionalmente aceptable en casos muy tasados y siempre con un criterio
restrictivo. Porque aunque este estado no implique la suspensión de las
garantías constitucionales (violadas si se confirma que el CNI escuchó a los
controladores), si supone una situación de anormalidad constitucional sólo
justificada, en este caso, por “la paralización de servicios públicos” que ni
existía ni se daba ya en el momento en que se aprobó la prórroga el pasado
jueves. Se ha discutido si fue ajustada a derecho la decisión de declarar tal
estado el día 4 de diciembre, pero me parece que nadie discute que la prórroga
del día 16 carece de cualquier base constitucional. Una prueba más de la
frivolidad con que este gobierno se toma el respeto de la constitución: si le
viene bien, es su más devoto defensor, pero si no le acomoda —como en este
caso- se pasa a la carta magna por el consabido arco del triunfo.
Sólo
queda el argumento de que “no se fían”, nada original por cierto en una
situación como la española actual en la que casi nadie se fía de nadie. La
falta de confianza es ahora el común denominador del presente: Los mercados y
nuestros propios socios europeos no se fían de España (más exactamente de su
gobierno) y, quizás por eso, nos tienen sometidos a una especie de estado de
alarma virtual y no nos quitan el ojo de encima. Hay también una amplísima
mayoría de españoles que no se fían para nada de Zapatero y de sus adláteres y
que viven en permanente alarma sin que, desgraciadamente, puedan despedir en
buena y debida forma a quienes les han sumido en semejante situación. Algo que
en una democracia se hace por medio de unas elecciones generales, de las que
este gobierno huye como de la peste porque tiene la seguridad de que, en este
momento, las perdería irremediablemente. Y por eso han recurrido al “brujo”
Rubalcaba —cada vez más en su papel de delfín asociado al “trono” monclovita- para ver si logra sacarles del hoyo en que les
ha metido —y nos ha metido- su patente incompetencia.
Estamos,
pues, en pleno estado de alarma “preventivo” hasta el 15 de enero. No deja de
ser notable que esta gente que nos desgobierna, -que pusieron el grito en el
cielo en contra del ataque “preventivo” contra Sadam
Husein (hasta el punto de que en algunas de sus manifestaciones paseaban el
retrato del dictador irakí, como si de un héroe se
tratase)- se hayan convertido en asiduos ejecutores de todo tipo de actos
preventivos: Practican un sistemática “rendición preventiva” ante países como
Marruecos, Venezuela o Cuba, tragándose sus bofetadas y mirando hacia otro lado
ante las patentes violaciones de derechos humanos que se perpetran en los
mismos y ante las ofensas a la dignidad de España a que los dirigentes de los
mismos se dedican con asiduidad. Todo les vale con tal de que no se deterioren
unas relaciones con estos países tan poco fiables aunque, según ellos y contra
toda evidencia, tales relaciones son excelentes. Y ahora nos obsequian con un
estado de alarma “preventivo”, por si las moscas vuelven a picar a los
controladores. ¿En qué recoveco de la constitución han hallado que se pueda
intentar resolver un conflicto laboral —que restablecida la normalidad en el
aire, eso es el problema de los controladores- con un estado de alarma?
¿Alguien nos garantiza que lo que el ministro Blanco no ha sabido resolver en
más de seis meses va a lograrlo de aquí al 31 de enero? Se ha dicho que
“gobernar es prever”, algo que este gobierno no ha sabido hacer nunca en seis
años largos. Quizás por eso se dedica a prevenir, algo que se parece pero que
no es exactamente lo mismo, sobre todo cuando se hace tarde y con daño.
Hace
quince años el académico y político francés Alain Peyrefitte,
ya fallecido, escribió un importante libro, La société
de confiance, sobre el que habría que volver en estos
tiempos de crisis. Su tesis era que “el vínculo social más fuerte y más fecundo
es el que reposa en la confianza recíproca —entre un hombre y una mujer, entre
los padres y los hijos, entre el jefe y los hombres que dirige, entre los
ciudadanos de una misma patria, entre el enfermo y su médico, entre los alumnos
y su profesor, entre el prestamista y el prestatario, entre el empresario y sus
comanditarios- mientras que, a la inversa, la desconfianza esteriliza”. El daño
más daño y más perdurable que ha infligido a España Zapatero durante este ya
largo y penoso mandato es el de haber roto los vínculos de confianza que
trabajosamente se habían ido tejiendo desde el comienzo de la democracia. La
desconfianza se ha generalizado y ahí, seguramente, radica la causa de nuestra
presente esterilidad como Nación. Decía Guiglelmo
Ferrero —un profesor italiano al que el fascismo obligó a exiliarse- que un
régimen ilegítimo, como el que él padeció, se caracteriza por el miedo. El
miedo de los ciudadanos respecto del poder, pero también —añadía- el que el
poder tiene respecto de sus propios oprimidos ciudadanos. La falta de confianza
en una sociedad democrática como la nuestra es tan deletérea como el miedo en
una sociedad autoritaria. Pero, atención, porque si la falta de confianza no se
remedia, puede derivar en miedo. Y ni una cosa ni otra son compatibles con una
democracia saludable.