SENTIMIENTO UNITARIO DE UN
EDITORIAL
Los magistrados del TC están desacreditados porque están negociando una
sentencia política
Artículo de Oriol Pujol
en “El Periódico” del 08 de diciembre de 2009
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
Con una apostilla a pie de
título:
EL NACIONALISMO CATALÁN Y
SUS TONTOS ÚTILES ESTÁN DESACREDITADOS:
Por haber violado la
Constitución, fragmentado el Estado, destrozado la Nación, deslegitimado las Instituciones
y desunido y humillado a los Ciudadanos. Pero pretenden que no se acabe ahí la
cosa: desean la soberanía, el Estado catalán y la independencia.
¡Y osan opinar sobre el
descrédito de los demás!
Luis Bouza-Brey (8-12-09,
10:00)
Estaremos de acuerdo en que el editorial conjunto de
12 periódicos catalanes, titulado La dignidad de Catalunya, ha generado
un amplísimo consenso dentro del país. Yo me sumo a él. Añado el hecho
histórico que ha supuesto, sobre el cual quisiera hacer unas reflexiones.
Últimamente escucho voces desde el propio catalanismo que rechazan frontalmente
todo lo que hemos construido social y políticamente a lo largo de estos 30 años
de democracia. Creo que se equivocan. En realidad, la respuesta unitaria de los
medios de comunicación es fruto también de esta semilla. ¿Alguien se imagina
este editorial 20 años atrás?
Si bien es cierta la desafección respecto a los políticos, no es menos cierto
que nunca como ahora la política había sido tan participada por tanta gente.
Nunca como ahora la sociedad se había organizado para defender los intereses
concretos de los catalanes, sus ideas y ambiciones. Ello puede verse como una
debilidad de la clase política. A mí me gusta verlo como una fortaleza de
nuestra sociedad.
El camino del Estatut fue y es largo y difícil. Los
partidos catalanes que estábamos a favor de él labramos durante meses el campo
en el que debíamos plantar la máxima norma del país. Fruto de aquella labor
aprobamos en el Parlament de Catalunya el llamado Estatut del 30 de septiembre. En aquel documento, la
mayoría de los partidos catalanes encontramos recogidas nuestras aspiraciones
como país. Es una hoja de ruta conjunta que siempre debemos tener presente. Una
vez plantado tenía que poder arraigar y, por tanto, dar frutos. Era el momento
de negociar con el Gobierno de Madrid su aprobación. Pues bien, ese trabajo
también lo realizamos. Es cierto que con muchas dificultades, con renuncias y,
por qué no decirlo, con un cierto descrédito general. Pero por fin llegamos a
un pacto de Estado para su aprobación. Todo ello fue ratificado en referendo
por el pueblo de Catalunya.
He querido llegar hasta aquí, para que se entienda que se realizó un trabajo
intenso y fructífero, avalado hoy por el editorial conjunto que configura un
comportamiento constructivo. Pues bien, habiendo realizado el trabajo como se
requería, resulta que nuestro árbol tiene otra amenaza: la poda del Tribunal
Constitucional. Un Tribunal Constitucional desacreditado. ¿Por qué
desacreditado? Pues porque claramente nos ha mostrado que, más que una
sentencia jurídica, está negociando una sentencia política. Y, con todo el
respeto del mundo, este no es su papel. Es en este contexto en el que aparece
el editorial. Muchas voces han salido para decir que no puede presionarse al
Tribunal Constitucional, que debemos dejar que haga su trabajo. Discrepo
absolutamente. Desde el momento en el que el tribunal se ha convertido en un
agente político, desde la hora en la que un órgano del Estado juega con los
intereses de nuestro país como si se tratara de una partida de ajedrez, la
sociedad catalana está absolutamente legitimada para hacer escuchar su voz. La
reacción de los medios ha sido la adecuada, tanto en las formas como en el
fondo. Ahora, y creo que con toda la razón del mundo, todos vuelven a fijar sus
ojos en nosotros, los políticos. La sociedad nos ha dicho cuál es el común
denominador sobre el que construir el consenso. El editorial de los medios
catalanes nos muestra el camino. Nos dice de forma nítida cuál es la línea a
seguir. Por tanto, es evidente que no podemos dejar que el futuro del Estatut quede en manos del Tribunal Constitucional. Nuestra
sociedad nos pide que demos un paso más, que la voluntad del pueblo de
Catalunya permanezca en nuestras instituciones. Que de forma cívica y
responsable levantemos nuestra voz para defender lo que nos corresponde.
El catalanismo, durante el siglo XX, ha alcanzado
grandes retos: la cohesión social, el seguir siendo, la catalanidad, un lugar
en Europa y en el mundo y unas sólidas instituciones propias del autogobierno.
Ahora, lo que está en crisis es otro de los viejos sueños de nuestro país: el
encaje de Catalunya en España. Durante 30 años hemos hecho pedagogía. La
realidad, lamentablemente, es otra. Es preciso decir que todos los esfuerzos no
han sido estériles, que todo el camino recorrido nos ha cargado de razones, nos
ha hecho más fuertes y, ante todo, nos ha permitido construir una realidad
nacional mucho más fuerte ahora que hace 30 años.
El editorial de los periódicos y el amplísimo consenso
recogido, las consultas soberanistas, la reclamación de la gestión del aeropuerto
de El Prat, la asunción del agravio fiscal y su necesidad de mejora, la
petición de infraestructuras del siglo XXI, son síntomas de que algo se mueve.
El país desea ser partícipe de las decisiones que se toman en torno a su
futuro. Algunos dicen que esto es fruto de la falta de liderazgo, y yo puedo
estar de acuerdo con ello, pero aunque tuviésemos un verdadero líder al frente
de las instituciones de nuestro país, este movimiento social debería existir.
Los que en la actualidad nos dedicamos a la cosa pública debemos ser capaces de
interpretar todos esos movimientos. Pero, ante todo, tenemos que saber dar una
respuesta. No podemos practicar la política de esperar con los brazos cruzados.
El tacticismo político, el recuento de
beneficios a corto plazo, no puede ser nuestro libro de cabecera. El presente y
el futuro son de la política, ahora es preciso que los políticos sepamos
hacerlo. Si no, alguien lo hará por nosotros.
*Portavoz de CiU en el Parlament