EL PRINCIPIO DEL FIN... DE ESPAÑA (EUSKOCATACHEQUIA Y ESPAÑOSLOVAQUIA)

 

 

 Artículo de Javier Orrico en http://blogs.periodistadigital.com/javierorrico.php el 28-3-06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

No salimos hace treinta años de la Dictadura para aceptar ahora un Estado donde existan privilegios. Donde la cuna determine cuántos impuestos pago. Donde por ser de un sitio o de otro tenga mayor capacidad de influir o determinar el destino de todos. Donde por no conocer una lengua minoritaria me excluyan de los derechos de quienes sí la hablan. Donde unos puedan moverse, trabajar, estudiar libremente y otros no. Donde se comparta el mercado pero no sus beneficios. No puedo tolerar que para que no me maten les tenga qe dejar pisarme el cuello. Nunca más ofendidos y humillados, como en aquel hermosísimo poema de Vázquez Montalbán, y, además, sin dignidad, derrotados, cautivos de nuestra cobardía, de nuestra indiferencia moral. Vivos, quizás, pero envilecidos.

Me siento escasamente posmoderno. Sé que no somos muchos. Aún me importan más algunas palabras, algunos principios, que el carrito del pryca. Para entregar la Nación –la libertad, la igualdad, la fraternidad- a cambio de esto que llaman la paz no había hecho falta sacrificar a miles de familias. Lo debimos hacer en el 75, si era aquí adonde nos dirigíamos: un Estado plurinacional que conforme a los asesinos de ETA, que les haga volver como héroes. Viejos, cansados, excarcelados, amnistiados pero héroes, el ‘ejército’ que habrá conseguido el reconocimiento de la nación vasca y de su soberanía anterior al orden democrático, a las revoluciones burguesas, a la noción de ciudadanía, a la igualdad entre los hombres.

Lo que están endilgándonos, y la prueba era la nación catalana (hoja de ruta trazada en Perpignan cuya trascendencia para ZP ahora se confirma), era esta asimetría encantadora por la cual las nuevas naciones pueden intervenir en los asuntos de todos, o sea, en los nuestros; pero el Estado, antes de todos, hoy más desoladamente ‘español’ que nunca, ya no podrá hacer lo mismo en aquellos territorios. Eso está ya incluido en el Pastatut catalán y pasará completito al Plan Ibarreche-Otegui-Ternera Dos. ¿Les parece poco ‘precio político’?

Somos un país de mierda, una masa silenciosa y abotargada de ketchup marchando a la derrota tras el líder celestial , menos aún que una sombra anestesiada de aquella herrumbre del 98 que perdió los barcos y la honra. Llevamos treinta años pagando precio político y soflamando estupideces sobre la democracia innegociable frente al terror y tal y cual, pero mirando para otro lado mientras mataban a la gente en un sitio y en el otro la condenaban a la inexistencia civil: concediendo privilegios, distinguiendo entre el árbol y las nueces, alimentando un Concierto Económico antediluviano y vergonzoso, con una izquierda que en Euskadi les entregó el Gobierno y en Cataluña a los millones de inmigrantes del cinturón rojo, corderos pascuales de la catalanización.

Perseguida en toda Europa, con los servicios secretos del mundo libre cazándolos por todas partes, ilegalizados y arruinados los suyos, ETA estaba acorralada y condenada a una existencia marginal. Un GRAPO vasco, como mucho, es lo que podía esperarse de ella. Pero ahora lo quieren todo otra vez. Atontados y en manos de un maquiavelo de la Srta. Pepis nos tienen desde el golpe del 11 de marzo de 2004. No hay ninguna prueba de que estuvieran detrás. Pero hay que ver, cuando tenía que haber sido su tumba definitiva, que vaya a acabar siendo su salvación.

Exigen, sencillamente, que nos retiremos. Como acabamos de hacer en Cataluña. Escrito está: la mesa de partidos pactará un nuevo Estatuto, más radical aún que el catalán, orlado de ambigüedades, que reconocerá la nación y la práctica independencia pero en lenguaje bivalvo, eusko-zapatérico, con Alfonso Guerra (¡qué decepción, Alfonso, nunca más!) de Madrastra-madre, instituciones paneuskáricas, la puerta abierta a un referéndum en Navarra y alguna invocación a que un futuro europeo les hermanará con un Iparralde reencontrado en la sangre de Aitor, bla, bla, bla y otras gilipolleces neandertálicas. Y a votar como la autodeterminación que es. Luego, a vivir encantados: de nosotros pero sin nosotros. Y con todos los que aún se sientan españoles condenados, más pronto que tarde, al exilio como única escapatoria frente a la aplastante ‘construcción nacional’ inacabable –la clave es que nunca se acabe, como el cuento- que será todo su horizonte. ¿Saben en las Españas lo que les espera a los no nacionalistas en Catakadi cuando ya no les quede ni un Tribunal en Madrid al que acudir, cuando gracias al filtro de la lengua toda la Justicia esté ‘nazionalizada’, cuando no haya ni un solo guardia civil? Quizás ya no los maten, pero los vamos a dejar muriéndose.

Para esto, separados. Euskocatachequia y Españoslovaquia. Sin tiros. Se discute. Se les manda a Rubalcaba, que es capaz de entregarles hasta los leones del Congreso y convencernos de que hemos salido ganando. Y a tomar por saco. Igual de pobres pero menos gilipollas. Nos intercambiamos embajadores. Con traductor y todo. Anasagasti se dirige en español al traductor, que transmite el mensaje en euskera -la lengua propia de Anasagasti, aunque el pobre no la habla- al traductor de ZP, que lo vuelve a traducir al español zetapero, o sea, el esdrujuñol. Pero jamás ese trágala infame que se nos prepara: que ellos puedan decidir si quieren vivir con nosotros, pero nosotros no podamos decir si queremos o no vivir con ellos. ¿Pero dónde se ha visto semejante ignominia? ¿Alguien se imagina que, en un matrimonio, uno de los cónyuges, A o B, fuera el único que decidiera si se va o se queda? Podrá irse, pero para quedarse hay que preguntar. ¿Han preparado ya las toneladas de vaselina necesarias para tan democrático evento con mucho viento? Aquí damos y recibimos todos, que eso es la felicidad, o adiós, España, pero para siempre.