LO QUE NOS PASA ES QUE NO SABEMOS LO QUE NOS PASA

Artículo de Javier Orrico en su blog del 17-9-08

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

O que no lo queremos saber. Para despertar del sueño de la gran potencia económica, el país milagroso que había conseguido vivir sin trabajar, elegimos a uno que representaba nuestro ideal de vida: no haber trabajado nunca. Ese era mi Zapatero, el hombre-sigla, la acuñación impactante que nos llevaría alados a la felicidad consciente de no tener conciencia de nada, de sonreír sobre nuestra inanidad, un modelo perfecto del parásito político que habíamos ido criando en esas diecisietemil granjas de casta neofeudal que eran las autonomías, el Estado, las universidades, los parlamentos, el poder judicial, los sindicatos, las organizaciones empresariales, la Monarquía y hasta la leal oposición, que, siguiendo el modelo Fraga, acaso se convirtió para siempre en un trajín inútil.

Todo el mundo se lanzó a dar un pelotazo o a pillar canonjía del Estado, la católica España regresaba a sus raíces más profundas, la contemplación, de la mano de una izquierda lerda que primero se empeñaba en destruir la construcción, para acudir luego a salvarla con el dinero de todos. O mejor, con el que nos vino del cielo. Del de Bruselas.

En el siglo XVII, con el oro americano nos dedicamos a sostener guerras en medio mundo por la unidad de Europa y el Imperio, mientras la sociedad se desarmaba, se empobrecía, perdía toda su energía al servicio de una realeza incapaz ya de dinamizar un territorio inabarcable, un Estado al que no sólo terminarían faltándole los dineros, sino, sobre todo, la fe en sí mismo. Mientras en Europa se iniciaba la ciencia moderna y se sentaban las bases del desarrollo tecnológico e industrial de los siglos posteriores, en España desarrollábamos las procesiones. La Inquisición, como en el Barroco, hoy devenida progresista, nos dirige otra vez por el camino del bien y nos llama antipatriotas si advertimos de la crisis: “No he de callar por más que con el dedo/ silencio dictes o amenaces miedo” (cito de memoria, “perdonen que no me levante”), escribió don Francisco de Quevedo, español, al que hoy, por supuesto ZP o alguno de sus tripartitos ya habrían enviado ante el juez Garzón. Otro modelo de nuestra España roída.

Ahora enviamos nuestras tropas, disfrazadas de misioneros con casco, a contener al Islam por esos mundos –no se engañen-, mientras aquí abren las mayores mezquitas del universo y el fanatismo se expande soterrado ante nuestra alegre ceguera. Con los dineros de Europa –mera deuda histórica de todo lo que les sacaron los genoveses, alemanes y flamencos a nuestros Austrias- hemos abierto un gran puticlub, un botellón inmenso, un parvulario universal que nos lo resuelve todo, nos aborta, nos aprueba, nos deja salir de la cárcel perfectamente reinsertados y dispuestos a volver al delito, nos subvenciona, nos dice lo que tenemos que pensar, lo que tenemos que sentir, la lengua en la que podemos o no podemos hablar y, encima, nos da cuatrocientos euros. ¡Ay!, estábamos tan cerca de ser el perfecto mundo feliz, cuarenta millones de Zapateros en sus doñanas, un país ideal de mantenidos y condados independientes, cuando tuvieron que venir esos cabrones de los americanos con su puta crisis financiera, y el subidón del malvado petróleo, a jodernos el invento.

La culpa, por supuesto, es de ellos, siempre es de ellos, de los otros, de los demás. Nosotros sólo queríamos venderles las hamacas a los guiris y que los moritos y los ecuatorianos cultivaran nuestros campos, mientras todos nos hacíamos funcionarios de la Generalitat. España es hoy una Generalitat general, un PER soñoliento que empieza a bostezar en la mañana de su pobreza secular. Los empresarios chinos ya dominan polígonos enteros, nuestras industrias llevan años marchándose y los emergentes vienen del hambre y conocen el coraje, el deseo. ¿Con qué les haremos frente? ¿Con nuestro sistema educativo lleno de carreritas de la señorita Pepis y de psicopedagogos de la felicidad inclusiva y la nada para todos?

Hace treinta años nosotros éramos los emergentes, un país crecido en el afán de superación, de gente que se mataba a estudiar y trabajar, un país dispuesto a volver a la Historia, ansioso de democracia, de limpieza, de mérito. Una nación unida en ese patriotismo compartido de la libertad y la prosperidad para todos. Eso nos hizo grandes. Y la corrupción de todo eso es lo que nos está despeñando.

Hoy cada uno va a lo suyo, las clases dirigentes pastelean y hozan en el presupuesto, se entregan al chantaje de la cizaña nazionalista, se reparten la Justicia y se suben las dietas. Y encima hemos puesto al frente al peor de todos, al que nos niega la verdad, al que nombra ministro a su caballo y su caballa, al embaucador que quiere seguir dividiéndonos, distrayéndonos, endeudándonos más aún en la ficción de lo que ya no somos. Nuestra crisis no viene de la América de las ‘subprime’, España entera es una hipoteca ‘subprime’, nuestra crisis es moral, de patriotismo, de decencia.