ZAPATERO Y EL “GENERAL GONSALES”

Artículo de Aurora Pavón  en “Republica.es” del 14 de junio de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

En el pequeño Macondo de la América Latina y más profunda, a Felipe González, el muchacho del vaquero ajustado y el habano en la boca – “le garçon sans cravatte” según Mitterand”- le llamaba “General Gonsales” el que fuera su maestro panameño Omar Torrijos, compadre de fiestas y aventuras de su otro preceptor el venezolano, Carlos Andrés Pérez, conocido como el “chango”, luego encarcelado por corrupción y, a decir de José Luís Martín Prieto, el inspirador de los comandos del GAL de la guerra sucia que luego tanto dieron que hablar. El “General Gonsales”, que bien pudo haber tenido parentesco alguno con el coronel Aureliano Buendía y la saga que tanta gloria dio a su amigo Gabriel García Márquez, echó a andar de la mano de sus padrinos Olof Palme y Willy Brant, con los que aprendió a cambiar el traje de pana marxista por la socialdemocracia del bienestar, aunque le duró poco porque pronto apostó por la por el populismo desvergonzado y pragmático de sus maestros del Caribe.

Y así se nos fue haciendo mayor hasta llegar a la presidencia del gobierno de España y, tras la oír la misa post golpe del 23-F en la división acorazada de Brunete (y renunciar allí a la “ruptura democrática”), se integró en el generalato de la OTAN –“de entrada no, pero luego sí”-, para degustar poco después las mieles de la huelga general donde enterró vivo al hombre que lo aúpo al liderazgo del PSOE, Nicolás Redondo, antes de acabar en el cómodo regazo del conservador Helmut kohl y los demás poderosos de su tiempo de los que conserva la amistad con el hombre más rico del mundo, Carlos Slim.

En realidad, quien abrió definitivamente los ojos al “General Gonsales” fue Deng Tsiao Ping cuando le explicó al entonces presidente español el proverbio de: “gato blanco o gato negro, lo importante es que cace ratones”, es decir el poder. Ahí sí vio la luz y la suprema justificación del pragmatismo liberal y sin escrúpulos que sin duda llevaba en sus genes el joven Felipe de la vaquería de Sevilla que luego llegaría a ser el cowboy de de “la flotilla” en la primera guerra de Irak, donde Marta Sánchez, hizo de Marilyn. De China trajo Felipe como si fuera un talismán el proverbio del gato cazador sobre el que Rafael Sánchez Ferlosio dibujó un magistral boceto describiendo al converso “General Gonsales” como “gatazo blanquinegro y tontiastuto, castrado, gordinflón y satisfecho”.

Fueron catorce años de régimen felipista que parecían interminables, y que como las aventuras de Macondo acabaron mal y enredados en un sinfín de escándalos de todo orden: sexo, pelotazos, financiación ilegal, amigotes poderosos, corrupción, patadas a la libertad y las manos manchadas de sangre. Un tiempo perdido para España y para el PSOE que quedó inmortalizado en aquella fotografía de los abrazos rotos con los que el “General Gonzáles” despedía en las puertas de la cárcel de Guadalajara -a cambio de su silencio sepulcral- a los miembros de su gobierno condenados por los crímenes del GAL, Pepe Barrionuevo y Rafael Vera, en un acto de “militancia pura y dura” del PSOE, tan emotivo como deleznable.

La misma “militancia pura y dura” que el “General Gonsales” le exigió al PSOE, con maneras marxistas, en plena sesión de espiritismo sobre Pablo Iglesias, para proteger de las iras de de la izquierda al Zapatero enfermo de la Moncloa que, en su lecho de muerte política, acaba de besar el Santo Grial de los templarios de Wall Street.

El “General Gonsales” se hace viejo, pero no renuncia a figurar y exhibe una melena canosa y cabreada y una inagotable verborrea sabelotodo. Pero el General no es el que era, da señales de agotamiento y está perdiendo sus galones para convertirse en un gracioso Soldado Fanfarrón (el “Miles Gloriosus” de Plauto) que habla sin parar y se ofrece a Zapatero como masajista y jefe de la “barra brava” del PSOE en los tiempos de cólera y la desolación que asolan a la desvencijada nación española. La que, a decir del zancudo Zapatero, era tan “discutida y discutible” como el gran poder de los malvados mercados financieros en la crisis internacional.

Y así hemos pasado, en un abrir y cerrar de ojos, de seis años Zapatero rojo, sindical, ateo, anti yanqui, confederal y republicano, al nuevo patriota español azul cielo, un monárquico, obsequioso con el Papa, matador de sindicatos y amigo de los ricos y de los amos de los mercados, dispuesto a enviar a Irak o Afganistán la legión de Millán Astraín con el carnero incluido si el emperador negro, Obama, lo considera necesario.

Esta vez la conversión fue más violenta, a capón y en solo unos pocos días de mayo. Y no vino de China sino de Bruselas donde había encontrado con caras de pocos amigos a la señora Merkel que ordenó a Zapatero: “arrodíllate, olvídate del idiota de Keynes y cuando llegues a España coges las tijeras y te pones a cortar el gasto social hasta que se salgan llagas en las manos. Y que sea la última vez que desvarías, o te echamos del euro”. Zapatero, sin mediar palabra, besó la mano de hierro de la canciller y cabizbajo y aterrorizado comenzó su rectificación.

Y todos aquellos que en su partido y en sus medios de comunicación lo aclamaron por su discurso peronista de lo social y por enfrentarse a la insaciable y peligrosa Hidra de los mercados callaron como muertos y se tragaron, uno a uno, sus respectivos sapos. Y así, fue como se incorporaron al retablo de Ferlosio sobre el gatazo de Deng Tsiao Ping, los ministros, periodistas, asesores, barones y parlamentarios del PSOE. Y todos ellos, castrados, tontiastutos, gordinflones y satisfechos, celebraron sin pudor el centenario de Pablo Iglesias, mientras el “general Gonsales” ó el “soldado fanfarrón” reclamaba la “militancia pura y dura” de la cárcel aquella de Guadalajara para arropar la convulsa conversión y el travestismo acelerado del monclovita Zapatero al grito –ya adelantado en un SMS- de “¡eso sí que es gobernar!”.

Es decir, gobernar para un bobo y pretendido izquierdista como Zapatero es ponerse de rodillas y humillar la cabeza ante Obama, Merkel, el Papa, la OTAN, Wall Street, la UE, el FMI, BCI, etcétera, con el pobre argumento de: no hay otra salida. Y, ahora, es verdad que no la hay porque el propio Zapatero la destruyó a lo largo de seis años haciendo el indio y tirando España por la borda de la bacanal del ladrillazo, del regreso testimonial a la guerra civil, del demencial estatuto catalán, de las patadas a la Justicia, la negociación con ETA y la negación de la crisis económica, entre sus muchas locuras. Ahora no hay escapatoria, ni izquierda, ni independencia de los mercados y ni siquiera control de la soberanía nacional, intervenida desde Bruselas. Ahora, cuando te han han pillado con el saco lleno de mentiras, errores y disparates no hay salida, mejor dicho le quedan dos: la honorable, dimitir; y la deleznable, bajar la cerviz para que le entre con facilidad la piel blanquinegra del gatazo tontiastuto que todavía tiene bajo sus zarpas el dorado ratón del poder.