EL “HARAKIRI” NACIONAL

Artículo de Aurora Pavón  en “Republica.es” del 20 de diciembre de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

En la cubierta de un Titanic aún iluminado y llamado España, herido de muerte en el costado por una espada blanca que se llama iceberg, se escuchan los villancicos de una Navidad que millones de pasajeros del buque van a vivir con angustia y desesperación, soñando despiertos con el último cartucho, la última bengala lanzada al cielo, de la lotería mágica que pronto nos devolverá a la cruda realidad y a las colas desesperadas del paro, o los botes de salvamento, mientras en el puente de mando de la nave rota permanece confundido y asombrado por su capacidad de destrucción ese falso capitán que se llama Zapatero que ha marcado tontamente, de tonto de capirote, y sin pestañear el rumbo de colisión en el que estamos.

¡Qué bonita la foto del AVE a Valencia! Como si los ilustres pasajeros fueran a tomar el barco hacia el exilio en Italia, como la otra vez, mientras en el palacio de la Moncloa el pérfido Rubalcaba vestido con el uniforme de Capitán General de los ejércitos de un país llamado Iberia, da patadas al globo terráqueo como Chaplin en su excepcional interpretación del gran dictador. Nos hemos quedado a solas con Rubalcaba, mientras don Iñaki Gabilondo se despide llorando del periodismo (o de la propaganda felipista y zapaterista), porque Cebrián ha tenido que vender a su odiado Berlusconi las joyas del abuelito Polanco, por lo que pronto veremos dando las noticias de la CNN +, y comentando en directo el próximo bombardeo de los B-52 de Obama sobre Teherán, a la mismísima Belén Esteban, la “Princesa de los Cuernos”, como cariñosamente la llama su nueva pareja de baile, el golfo de Rodríguez Menéndez, desde un zulo argentino que paga Paolo Vasile y en cuya puerta suponemos que está el santo Alejandro Echevarría, ex presidente de Vocento donde este año, el 31 de diciembre, se extingue el mandato de la Junta de Fundadores que ostentaban Catalina y Petisa, las hijas del último caballero y gran editor español, Guillermo Luca de Tena.

No le vamos a quitar méritos a Gabilondo, que los tiene. Pero no solo se ha tragado la papilla y los grumos del Grupo Prisa sino que, peor aún, degustó a ciegas los crímenes y corrupciones del felipismo, sin exigir la mínima de las responsabilidades políticas –y no digamos las penales-, como se tragó cual faquir la impostura y catástrofe nacional de Zapatero al tiempo que ha descubierto que la función de la prensa en una democracia no es el hacer de contrapoder del Ejecutivo, sino de la oposición. Iñaki no está tan mayor y todavía le queda cuerda y posiblemente radio (de donde no debió salir) para rato y aún tiene la oportunidad de regresar, en la recta final, al periodismo de verdad aunque solo sea por Internet, esta caja mágica y universal que ha roto las relaciones de poder entre los grandes grupos editoriales españoles y los gobiernos y los poderes fácticos. Antes el presidente del Gobierno, de un banco o una empresa se reunía a cenar con cinco editores, repartían unas licencias, unos créditos o grandes campañas publicitarias, y se compraba el silencio, la “omertá”, la complicidad y la propaganda. Por supuesto siempre ¡por el bien de España! como ocurrió con el referéndum de la OTAN –allí empezó todo-, el golpe de Estado del 23-F, y otras aventuras de esta vieja y acabada transición que viaja en la bodega del Titanic español hacia lo más profundo del mar. Ahora las comilonas de los editores del poder no sirven, ¡ahí está Wikileaks!

Pero ¿tan mal están las cosas, acaso no hay salvación? Desde luego que la hay, pero ¿dónde está el líder, donde está el nuevo capitán? ¿Quién hay en el Parlamento, en los partidos, en el adocenado mundo de la cultura y de la intelectualidad capaz de pronunciar un discurso político donde se haga el inventario de la verdad y se lance la rebelión de la reforma democrática que ha de empezar por el fin del ruinoso Estado de las autonomías para volver al Estado nación?

Lo único bueno del naufragio está en que habrá que hacer la reconstrucción entera de la nave, de la proa a la popa, separando los poderes del Estado, abriendo la puerta al presidencialismo por sufragio universal (para acabar con la mediocridad de los funcionarios de los partidos), cambiando a fondo la ley electoral para poner a los nacionalistas en su sitio, aprobando una ley de huelga, y garantizando la libertad de expresión secuestrada por el ruido de las broncas e infumables tertulias políticas y del corazón. Pero ¿cómo se rompe el régimen de la partitocracia si todos los que viven de ella –porque además no pueden vivir de otra cosa- son los guardianes de la llave de la gran reforma? Esa es la cuestión. Somos presos del error. Pero si las cosas siguen como van, lo del “estado de alarma” va a ser poco, como se adivina en el cuádruple crimen de Olot. Porque esta clase política diletante y harto fracasada no podrá frenar a unos ciudadanos que quieren serlo de verdad, y entonces o estos políticos hacen la reforma y de paso se hacen el “harakiri” o se abrirá paso por sí misma la solución. ¿Cómo? Ese es el secreto mejor guardado que solo verá la luz cuando se presente la ocasión.