ENTREVISTA A  STANLEY PAYNE,

por Elena Viñas en “El Imparcial” del 12-11-08

 

"Con la nueva crispación política es evidente que las izquierdas no se han democratizado"

 

Su interés por indagar en la Historia no cesa. El hispanista Stanley Payne publica "España, una Historia única" (Temas de hoy) con la intención de valorar la crónica sobre España, para también matizar cómo tópicos y mitos arrastrados durante siglos han traído consigo una alarmante incomprensión. Payne está convencido de que nuestra trayectoria histórica nos hace diferentes, también cuenta que no hemos conseguido renunciar a la venganza política y las páginas de su nueva obra logran dejarnos en evidencia. (Foto: Manuel Engo)

 

Comenta en su libro "España, una historia única" que lo que diferencia a lo español, en general, ha sido para mal.


El libro no está escrito meramente desde el punto de vista de la diferencia. En uno de los capítulos, dedicado a España y Occidente, demuestro cómo a través de un milenio de la Historia de España ésta ha formado parte de Occidente, en el sentido de que participaba en todas las instituciones, sin embargo España arrastra en su experiencia otros tantos aspectos diferentes. No hay duda es de que todo es excepcional. De un lado tenemos que combatir siempre la situación de considerar España como una entidad exótica y extra europea, algo que yo comparto. Pero la Historia de España, sin embargo, es especial y como tal es más diferente comparada con algunos aspectos de la Historia de países como Francia, Inglaterra o Holanda.

¿Qué opinión le merece el proceso de modernización español?


En cuanto a la estructura básica económica se ha conseguido avanzar, aunque siempre hay puntos débiles. Hay alguna deficiencia cultural que, sin embargo, también tienen otros países. Hay que mejorar el nivel de la educación porque, aunque se ha superado el analfabetismo, no se ha llegado al nivel deseable. Existe un déficit relativo, luego, aunque se ha modernizado el país, quedan problemas. Por ejemplo, con la nueva crispación política es evidente que las izquierdas no se han democratizado totalmente, no han absorbido el espíritu de la Transición ni han superado los conflictos políticos del pasado. Hablo sobre todo de lo psicológico ya que, aunque no vaya a haber otra Guerra Civil, el conflicto en este campo sigue vivo.


El Ejército ha tomado parte en la modernización, pero usted le dedica una pobre consideración.


El Ejército es demasiado débil para cumplir con todos sus cometidos. De hecho, arrastra esta situación desde hace 150 años.

Pero, ¿qué quiere decir cuando afirma que tiene la esperanza de que España no tenga la necesidad que recurrir a sus ejércitos para defenderse?


Los españoles psicológicamente viven en el típico mundo europeo. Son pacifistas y no quieren oír hablar de guerras ni de sacrificio, algo entendible. Pero lo que encontramos es que España sigue teniendo una localización geográfica en la frontera, lo que ha creado desde siempre muchos problemas. Los españoles, como todos los europeos actuales, quieren vivir a espaldas de la Historia. Pero no, la Historia no se ha acabado. Versiones nuevas de viejos problemas de la historia y otros tantos están ahí, como pasa con el problema islámico. No se puede vivir así, la Historia es continua.

 

La histeria política, de la que habla en su libro, comenta que se ha agravado en los últimos años por el auge del federalismo y el excesivo localismo. ¿Le preocupa el asunto?


Es el problema cívico actual de España. Se pensó que era un asunto resuelto en parte con la Constitución actual, aunque ésta tuviera sus defectos. Pese a que es cierto que hay tendencias en este sentido en otros países europeos, en el caso de España encontramos una vehemencia y una extremismo en la cuestión que crea una gran cantidad de problemas para el país y su convivencia.

¿Qué hay del PNV? Dice que es un partido arcaico. ¿No es un poco duro?


El PNV representa aspectos de la España vieja y conflictiva, de un extremismo político que no acepta la convivencia. Tiene una visión realmente exaltada en términos políticos, más cuando se conoce su intención de hacerse con Navarra y parte de Francia.

¿Qué falta para favorecer la democratización?


Un espíritu completamente democrático y tolerante, además de la renuncia completa a la venganza política. Todas las guerras civiles han terminado con amnistías, como en el caso de la de Atenas, en el siglo V a.C, cuando los demócratas advirtieron que no podrían vivir en el resentimiento. Lo mismo ocurrió en la guerra civil inglesa o americana, y en otros tantos casos. No se pueden resolver los problemas con la venganza, no funciona. Para lograr la convivencia hay que aceptar los errores de la historia y reconocer al adversario como es hoy. En España, las izquierdas superiores han querido volver al "guerracivilismo", pero eso es responsabilidad suya. De cualquier manera, aquí lo que importa es que hay que salvar la democracia.

 

Y Franco, ¿qué opiniones sigue suscitando?


Es inevitable que, en términos históricos, Franco sea un problema. Una figura individual tan dominante por tantos años se entiende hoy como la figura de mayor poder personal de la historia de España, ya que ningún rey histórico tuvo su poder. Seguimos en una fase en la que para muchos españoles es complicado tratar a Franco en términos objetivos. O es un monstruo o es un salvador. En algunas cosas probablemente era monstruoso pero no totalmente. En otras cosas, para muchos españoles era un salvador, aunque su modo de actuar generara también muchos peligros. Conseguir un balance y equilibrio sigue siendo muy difícil.

 

Afirma que fue el personaje histórico que ha suscitado los halagos “más extravagantes”. ¿La visita del general De Gaulle en 1970 lo confirma?


No soy especialista en De Gaulle pero creo que, a pesar de que el ex presidente francés no era franquista, tenía interés en visitar a Franco. Creo que se daba cuenta de las dificultades de España, incluso sospecho que tenía un poco de admiración por él. Franco fue para él un vecino importante, aunque solicitar aquella entrevista también se debió a un cálculo político internacional.

De regreso a la actualidad, ¿dónde sitúa el punto de partida de la politización de la Historia?


No se acepta lo que tiene que ser inevitable en estas cosas. La Historia es la Historia y el espíritu de ahora es utilizarla como arma de guerra en términos políticos, lo que es un error profundo. Lo que pasó durante la Transición está distorsionado. No hubo un “pacto del olvido”, pero sí de instrumentos políticos, de no utilizar la Historia como arma de venganza. Fue respetado durante 15 años, pero, en 1993, Felipe González, a punto de perder las elecciones, dijo que votar al PP significaba restaurar aspectos del franquismo, aunque el PP de Aznar no tuviera nada que ver. De modo que rompió el pacto de instrumentos políticos o de tácticas; algo que es de una responsabilidad política e histórica muy fuerte y destructiva.

¿Terminaremos por entendernos?


No lo sé. Habíamos creído que sí hace 20 años y ahora vemos que no. Se creía que las izquierdas españolas se habían democratizado pero el cambio ha venido más de las derechas. Realmente esto está llevando a España a un momento en el que vuelve a ser un país excepcional y diferente, pero exclusivamente en el sentido negativo.