UN PRESIDENTE
ZOMBIE Y UN GOBIERNO CADÁVER
Apurar el margen que queda de legislatura, se torna misión casi imposible
Editorial
de Periodista Digital del
31 de mayo de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web
Después de la votación del decretazo en el Congreso,
el Gobierno Zapatero camina con respiración asistida y carece del menor
crédito.
Ni externo: como lo demuestra el férreo marcaje de las
instituciones europeas, o la implacable descripción de la soledad del PSOE
hecha por los grandes rotativos, como The Times o Frankfurter Allgemeine Zeitung.
Ni tampoco interno: en el PSOE se ha abierto el debate
sucesorio. algunos quieren "darle la vuelta al
Ejecutivo como un calcetín" y se barajan varias opciones, incluida la
posibilidad de que Zapatero solo se presente para que pierda.
En cualquier caso, la posibilidad de apurar el margen
que queda de legislatura, como apuntaba ayer una optimista De la Vega, se torna
misión casi imposible.
De ahí la pertinencia de la posición del Partido
Popular. A diferencia de lo que hizo con el Plan E o el FROB, Rajoy supo estar
a la altura en la sesión del decretazo en el Congreso.
Se ha opuesto antes, durante y en el momento decisivo,
lo cual le honra como jefe de la oposición. La negativa popular a pasar por el
aro no sólo era necesaria desde un punto de vista político, sino como símbolo
de la alternativa real al desgobierno Zapatero que postulan desde Génova.
El tímido recorte de gasto que acaba de aprobarse en
el Parlamento -a todas luces insuficiente- va más allá de una cuestión
puramente macroeconómica. Supone la gran prueba de fuego del Ejecutivo, la
portezuela tras la cual puede colarse ya cualquier iniciativa gubernamental,
por descabellada que ésta sea.
Por eso Zapatero se lo ha tomado tan en serio; por eso
la disciplina de voto de su grupo se ha intensificado hasta extremos que no se
recuerdan en la bancada socialista (con las consignas de vigilar a los
compañeros por mails); por eso Moncloa ha suspendido todos sus compromisos
internacionales.
La minoría convergente ha entendido mejor que nadie el
estado de guerra no declarada y se aprovecha de la feliz circunstancia de tener
al Gobierno de la Nación rendido a sus pies.
Pocas veces una abstención había sido tan provechosa
para quien se abstiene.
Con un Gobierno sostenido sólo por la inercia y la sed
de poder de sus miembros y asociados de ocasión, la única vía que queda es
convocar elecciones y que los españoles elijan un nuevo capitán que, como
programa de mínimos, ni mienta, ni nos machaque a impuestos, ni viva en Babia.
Ha llegado la hora de todos, lo ha hecho con casi dos
años de adelanto, y que este pueda convertirse en uno de los Gobiernos más
breve de toda la democracia se debe en exclusiva a la obra de su mentor: José
Luis Rodríguez Zapatero.
Un auténtico récord. En sólo dos años, de 2008 a 2010,
la economía española se ha despeñado como ninguna otra de la OCDE.
Elena Salgado ha pasado en un año de anunciar los
brotes verdes al amargo trago de pronosticar más paro (19,4%) y menos
crecimiento (-0,3%).
El combinado letal de un tejido productivo poco competitivo
y con sus recursos mal asignados, con un Ejecutivo inepto y de nulos recursos
humanos es el responsable de este aterrizaje forzoso.
¿Qué esperar de un Gobierno cadáver que, falto de
oxígeno de los apoyos parlamentarios, va a ser incapaz de superar las dos
próximas pruebas que tiene por delante: el Debate del Estado de la Nación en
julio y los Presupuestos Generales, en septiembre?
La salida razonable y democrática a un colapso como el
que padecemos sólo puede ser la convocatoria extraordinaria de elecciones,
porque no otra es la herramienta para relevar a los gobernantes si así lo
deciden los votantes.