ZAPATERO CONTRA LA DEMOCRACIA

Artículo de Ramón Pérez-Maura en “ABC” del 01 de septiembre de 2009

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web

 

Rodríguez Zapatero se ha puesto al frente de la manifestación de las repúblicas bolivarianas chavistas en uno de los casos más penosos de la diplomacia española desde que ésta es tal. Se trata de la crisis hondureña. El último gesto, en pleno mes de agosto, ha sido el de retirar el placet al embajador hondureño en Madrid, medida despachada sin pena ni gloria en los medios de comunicación estivales. La iniciativa se tomó por el irregular procedimiento de involucrar a la Organización de Estados Americanos, algo que quizá fue pactado con el caído presidente Zelaya y con la propia organización, pero que desde luego no está tasado y difícilmente puede considerarse ortodoxo.

Así, la diplomacia española ha abierto una espita en nuestras relaciones bilaterales. Porque en diplomacia se reconoce regímenes o no. España estaba en su derecho de romper relaciones bilaterales con el Gobierno de Tegucigalpa. Hay ocasiones en que se mantiene relaciones con regímenes caídos intentando prorrogar una legitimidad ficticia. Un ejemplo puede ser cómo Taiwán mantuvo durante décadas la legítima representación del continente chino mientras muchos negaban esa capacidad al gobierno comunista instalado en Pekín. Pero al final, negar la realidad es perfectamente inútil. Como es lógico, hoy la inmensa mayoría de los países reconocen a la República Popular China.

En el caso de Honduras la diplomacia de Miguel Ángel Moratinos ha sentado un precedente notable. No hemos roto relaciones diplomáticas, pero sí hemos desacreditado al embajador reconocido. Y lo hemos hecho a instancias de un régimen que podríamos denominar unipersonal. Porque todas las instituciones constitucionales hondureñas respaldan al gobierno del presidente Micheletti y ni una sola al depuesto presidente Zelaya. Mel Zelaya no tiene más régimen que el que a buen seguro le habrá diagnosticado su endocrino y el que le quiere otorgar Zapatero. Por más que España y los bolivarianos se empeñen en proclamarlo la autoridad constitucional del país, la realidad incontestable es que el pasado mes de junio el Ejército hondureño se limitó a cumplir una orden del Tribunal Supremo que ordenaba el arresto del presidente por violar el artículo 239 de la Constitución que establece que cualquier jefe del Estado hondureño que promueva su reelección automáticamente perderá los privilegios de su cargo. El Congreso, casi de forma unánime, y el Poder Judicial respaldaron al Tribunal Supremo. Pero la España de Zapatero y Moratinos está por encima de la democracia que dice defender. En Honduras encarna la democracia no las instituciones si no la persona que ellos digan.

Desde que Exteriores filtró la noticia de la expulsión del embajador hondureño hemos aguardado con ansiedad nuevas filtraciones sobre la avalancha de países que, sin duda, seguirán el ejemplo paradigmático ideado por Zelaya y Zapatero. ¿Cuánto tardaremos en saber que son docenas los embajadores hondureños en todo el mundo -o al menos la media decena que tienen en la Unión Europea- que han sido desposeídos del plácet que les otorgaron los estados ante los que están acreditados? En tiempos de canícula es mejor buscar la sombra para estos menesteres de la espera.

El papel de España en una crisis como la que perdura en Honduras debió ser el de intentar mediar entre las partes. En lugar de eso, el Gobierno español se precipitó a retirar a su embajador. Los meses pasan y Zelaya y Zapatero siguen abrazados a los dirigentes bolivarianos en contra de la democracia, pero casi nada parece moverse.