LA ASIGNATURA PENDIENTE DEL PSC

Editorial de  “El Periódico” del  13 de diciembre de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web

El formateado es mío (L. B.-B.)

Con un breve comentario al final:

CATALUÑA: EL MUNDO AL REVÉS

Luis Bouza-Brey (13-12-10)

José Montilla hizo ayer un primer análisis de las causas del fracaso electoral del PSC. Apuntó las incoherencias del Govern, la falta de mensaje, la actitud frívola de socios poco institucionales y la animadversión de muchos medios de comunicación. Debería haber añadido tanto los errores de la cúpula del PSC, que ha parecido afrontar un reto superior a la consistencia de su mandíbula, como una autocrítica acerca de su capacidad de construir el nuevo modelo de liderazgo, de verbo austero pero eficaz ejecutoria, que en su día apuntó.

El avance claro de Artur Mas en los sondeos ocurrió solo hace 18 meses. Ni Montilla, ni antes Pasqual Maragall, han sabido utilizar la Generalitat para adquirir una estatura superior, algo que Jordi Pujol logró, con mucho trabajo y con TV-3. Destacan las críticas al PSOE por su reticencia al tripartito y el retraso en el desarrollo del Estatut y el pacto de financiación. También por una sentencia del Constitucional que, políticamente (pese a la benévola lectura de Carme Chacón), evidenció que España mantiene un extremo recelo ante todo lo catalán.

Pero lo más novedoso es que Montilla viene a admitir que el PSC y el PSOE no han sabido entenderse. Ese es el punto clave. Era arriesgado proseguir el tripartito en el 2006 si el PSOE estaba en contra. No es que el PSC deba obedecer, pero sin estrategia conjunta -si el PSC quería una cosa y el PSOE la contraria, como ha sucedido- era casi imposible que el Gobierno de Montilla, o el de Zapatero, pudieran salir adelante. El PSC ha pagado la crisis y los errores propios; Zapatero también la pagará. Pero hay un plus. La España plural exige un acuerdo a fondo entre el PSC y el PSOE. Para asegurar que España no entiende a Catalunya y constatar que el PSOE, muchas veces, tampoco, sobra el PSC. Para eso se basta CiU y, en el caso de que se deje seducir por la derecha española, está ERC.

Ahí está el resultado de las catalanas del 2003 y del pasado 28-M. La asignatura pendiente para el PSC es convencer al PSOE de que no hay estrategia socialista sólida sin el pacto de 1978 de Felipe González (y Alfonso Guerra) con el socialismo catalanista. El PSOE gobierna porque el PSC es siempre el primer partido en las generales, mientras el PP es tercero o cuarto. Al menos, hasta ahora,

Breve comentario final:

CATALUÑA: EL MUNDO AL REVÉS

Luis Bouza-Brey (13-12-10)

 

La argumentación que sustenta todo este editorial demuestra la situación anómala de Cataluña con respecto a la democracia: el periódico que vocea las tesis del PSC sigue argumentando como hace treinta años sobre la situación y el sistema político. Muestra de ello es el argumento de que hay que estar renovando permanentemente el pacto del 78, cuando dicho pacto es el que dio lugar a una Constitución que reconocía la autonomía y el bilingüismo de Cataluña, y que ha sido violada por el PSC y sus aliados, con un Estatuto confederal y una política monolingüística que han violado dicho pacto y la norma constitucional resultante de él.

Otro segundo argumento falsario es el de que la sentencia del Constitucional significa que España (¿Cataluña no es España?) mantiene un extremo recelo contra lo catalán: no se trata de recelo ante lo catalán por parte del resto de España, sino de que los dirigentes políticos catalanes defienden un modelo social y político etnonacionalista incompatible con la democracia, la modernidad y la unidad de España. Y el PSC apoya por pasiva o por activa dicho modelo, siempre a remolque de los nacionalistas de CIU o ERC.

Un tercer argumento falso es el de que el PSOE gobierna España gracias al apoyo del PSC: la realidad es que los dirigentes nacionalistas del PSC han gobernado Cataluña gracias a los votantes del PSOE, ya sea en el ámbito local o en el de la Generalitat.

La conclusión que se deriva de esta farsa, que dura ya treinta años, es, o bien que el PSC es un fraude que no sólo no es socialista, sino que es un partido premoderno, reaccionario, antidemocrático y caciquil, o bien que en el PSC no hay una concepción elaborada de la democracia española y catalana ni del modelo de Estado alternativos al del etnonacionalismo. Y han tenido tiempo sobrado para elaborarlo y defenderlo.

La demostración del ser fraudulento o inane del PSC es que ante una derrota de las características del 28N, consecuente a ocho años de alianzas y políticas delirantes y demenciales, al núcleo de sus dirigentes sólo se le ocurre la explicación de que es preciso conseguir un grupo parlamentario propio, como si la responsabilidad única del Estatuto confederal y anticonstitucional, de las multas lingüísticas, de las “embajadas catalanas”, de las investigaciones a 11.999 euros sobre el color de la vulva de la almeja madre en el Alt Empordá, de las subvenciones millonarias a los grupos socioculturales independentistas y muchas otras paridas por el estilo, fuera del PSOE.

Lo que demuestra todo esto es que el PSC es un partido incapaz de gobernar Cataluña, cuyo proyecto ausente no asciende más allá del ámbito de la gestión local, en muchos casos corrupta, y cuyo ideario se ha quedado estancado en los inicios de la transición, dejando inerme a Cataluña y al conjunto de España ante el delirio etnonacionalista, soberanista-independentista, reaccionario y anacrónico de CIU, ERC e ICV. Su núcleo dirigente está compuesto por nacionalistas camuflados o gestores locales incapaces para la elaboración ideológica y estratégica global, y sus intelectuales se han vendido al poder y a las concepciones premodernas del etnonacionalismo. Un nacionalismo que sabe explotar con habilidad los sentimientos primordiales de la población, al servicio de una mentalidad de hace dos siglos que intenta imponer a una sociedad multiétnica rasgos culturales etnicistas, construyendo un sistema político inadecuado para la mayoría de la población de Cataluña, y orientado a alejarse de España y Europa para satisfacer las ansias de poder y control de una oligarquía política endogámica y corrupta.

Y el PSC sigue “erre que erre”, estancado en un conjunto de nociones obsoletas que le llevan a ir a remolque del nacionalismo. Nociones como la de que el incremento sin fin del autogobierno ---hasta la soberanía y el vaciado del Estado--- siempre es positivo; como la de que los impuestos los pagan los territorios, y no las personas; como la de que la recuperación del catalán debe hacerse suprimiendo el castellano; como la de que las instituciones del Estado deben ser la mera suma de los intereses particulares de sus “naciones” componentes; como la de que no puede existir un partido socialista para toda España, sino tantos partidos “socialistas” como “naciones”; como la de un Estado plurinacional sin Nación común; como la de que los socialistas catalanes deben tener derecho a cogobernar el PSOE, pero los socialistas españoles no tienen ningún derecho a cogobernar el PSC; como la de que lo que diga la Constitución sobre la cooficialidad no tiene valor ético ni normativo, puesto que el idioma “propio” de  Cataluña es el catalán, y el castellano una imposición coercitiva externa; como la de que los rótulos, en Cataluña, deben estar “al menos en catalán” ---lo que equivale a sólo en catalán---…etc., etc., etc.

La pauta orientativa que gobierna al PSC no es la pauta socialista de unión de los diversos pueblos por medio de la democracia y el nacionalismo cívico o el cosmopolitismo, sino la pauta etnonacionalista de separación de los pueblos en base a criterios de diferenciación etnicistas, que absolutizan lo accesorio y anulan la igualdad esencial y la solidaridad propias de la teoría socialista y democrática.

Por todo ello, el PSC ha resultado un fracaso para el socialismo democrático, por ser manifiestamente incapaz de construir hegemonía y liderazgo, fomentando con ello la abstención de los catalanes socialistas, que se han limitado a votar al PSOE en las generales, y promoviendo una hegemonía etnonacionalista que ha minado la Constitución y dinamitado la democracia catalana y del conjunto de España.

En Cataluña, el mundo está patas arriba: la Constitución se usa como un arma contra la libertad, el reaccionarismo etnonacionalista es considerado progresista, la izquierda es reaccionaria, el Partido socialista de Cataluña no es socialista, y a los ciudadanos que protestan  ante esta situación se les considera “fachas”.

Y la mayor responsabilidad de esta perversión corresponde al PSC: O el PSC se reconstruye asumiendo las características de un partido español, democrático y socialista, o está y debe estar condenado a desaparecer.