CARTA AMISTOSA A LOS SOCIALISTAS

 

 Artículo de JOSEP PIQUE  en “El Mundo” del 04.10.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)


Sé muy bien que el título de este artículo puede sorprender. Y que puede parecer ingenuo. Es lógico. El Partido Popular y el Partido Socialista somos adversarios políticos naturales y todos los días contraponemos nuestras posiciones, desde el Gobierno o desde la oposición en todas las instituciones que configuran nuestra estructura políticoadministrativa, ya sean el Gobierno de España y las Cortes Generales, los gobiernos y parlamentos autonómicos o los ayuntamientos. Y es una confrontación política dura. Y, a menudo, muy dura.

Personalmente, creo sin el menor asomo de duda que estamos ante el peor Gobierno español desde la Transición, y también ante el peor Gobierno catalán, ambos con ventaja respecto a cualquier otro. Y trabajo para que esta situación cambie lo antes posible y España sea gobernada por un Gobierno presidido por Mariano Rajoy y en Cataluña desaparezca la plaga del tripartito cuanto antes.

Pero ahora, en las presentes circunstancias, deseo hablar de otras cosas. Deseo hablar de cosas que son de todos -o deberían serlo-, al margen del legítimo debate político y de la confrontación constante de proyectos, programas y opiniones. Deseo dirigirme a los socialistas para hablar de España. Y también de Cataluña.

Anticipo, pues, que estas líneas son expresión de un ruego y de un anhelo. Un ruego a los socialistas españoles -y, por lo tanto, también, a los socialistas catalanes- para que no contribuyan a algo que, estoy seguro, en su inmensa mayoría, no comparten: el debilitamiento de España como proyecto de vida en común, compartido por todos.

Y también un anhelo. Que el PSOE, y el PSC, cuyo anagrama completo es PSC (PSC-PSOE), sigan en la defensa del pacto constitucional del 78, que reivindiquen el espíritu de la Transición democrática que permitió superar la dictadura y establecer unas instituciones que, por primera vez en nuestra Historia moderna, son de todos y no de parte, y que han sido el marco de estabilidad política que ha permitido el período de mayor prosperidad y libertad que hayamos tenido nunca.

Anhelo un PSOE y un PSC que crean firmemente en la necesidad democrática de seguir disponiendo de unas instituciones que sean de todos, terreno de juego neutral que permita libremente la alternancia. Anhelo un PSOE y un PSC que contribuyan a fortalecer España y lo hagan compatible con fortalecer Cataluña. Se puede hacer sin duda. Lo hemos hecho en las últimas décadas. Hemos hecho, entre todos, más España y más Cataluña. No es un juego de suma cero.

Y en este punto reitero el ruego y el anhelo. No nos dejemos llevar por la dinámica nacionalista que sigue la lógica perversa según la cual sólo es posible más Cataluña si hay menos España o para que haya más España necesitamos menos Cataluña. No es verdad. La experiencia nos dice que no es verdad. Salvo que se quiera que lo sea.

Y ahora corremos un riesgo muy serio. Sé muy bien que España es una realidad asentada en siglos de Historia común y de convivencia fuertemente trabada a pesar de los conflictos terribles que nos han asolado y de los que la Guerra Civil es el máximo exponente.Pero tengo una enorme confianza en la solidez de España y en la voluntad de sus ciudadanos -también de muchísimos ciudadanos catalanes- de permanecer juntos y solidarios. Pero, a pesar de esta convicción, creo que corremos, ahora, un riesgo muy serio.

Es obvio que tenemos delante graves desafíos nacionalistas. En el País Vasco, el más evidente. Pero hay más en otros sitios.Pero como los amables lectores de estas líneas adivinarán, estoy hablando del desafío planteado desde Cataluña.

Y tenemos que ser muy serios, rigurosos y muy firmes. Pero también muy prudentes. Soy de los convencidos de que la prudencia firme -o la firmeza prudente- es más eficaz que el arrebato estridente o el alimento de las vísceras. Soy de los convencidos de la virtud del raciocinio y de la necesidad de no dejarse llevar por las pulsiones primarias. Eso sólo vale para el amor. Pero estamos hablando de política.

Una lectura desapasionada de la proposición de ley por la que se presenta un nuevo Estatut para Cataluña aprobada el pasado viernes por el Parlament lleva a conclusiones profundamente inquietantes.Desde el Partido Popular de Cataluña hemos explicitado con nitidez esa profunda inquietud votando en contra y presentando una enmienda a la totalidad. En ambos casos, hemos sido ampliamente derrotados: 120 a 15. Pero es evidente que nadie duda de la actitud de los populares. Lo que sucede es que entre estos 120 hay 42 diputados del grupo socialista que han votado un texto que quiebra la columna vertebral de nuestra realidad política: un Estado de las Autonomías que garantiza la solidaridad y la igualdad básica de los derechos y deberes de todos los ciudadanos con independencia del territorio en el que desarrollen su proyecto vital.

Hablamos de una proposición de ley que no sólo expresa una definición de Cataluña -como nación- que no encaja con el artículo segundo de nuestra Constitución sino que le dice al conjunto de España que es algo -un Estado federal plurinacional- que no es lo que la Constitución dice que es España. Algo tan petulante como inaudito además de anticonstitucional.

Que establece una relación bilateral -de tú a tú- entre los Gobiernos de España y de la Generalitat, desde una perspectiva confederal que nada tiene que ver con el federalismo igualitario que siempre ha defendido el PSOE o, por lo menos, una de sus más tradicionales sensibilidades.

Que marca los límites de lo que el Estado puede hacer en Cataluña hasta quitarle, en la práctica, todo margen de actuación. Que se entromete sin mesura en uno de los poderes del Estado, el Judicial, sobre el que un Estatuto de Autonomía nada tiene que decir salvo en la provisión de medios humanos y materiales y en el marco de las correspondientes leyes orgánicas del Estado.

Que establece, en definitiva, un modelo de financiación que, una de dos, o sólo es para Cataluña o si se generaliza acaba, literalmente, con un Estado mínimamente viable. O es un privilegio o es un imposible.

Apreciados amigos socialistas: nada anhelaría más que pudierais compartir con nosotros estas profundas inquietudes. Creo sinceramente que es así en muchos casos. Pero, de momento, los 42 diputados del grupo socialista en el Parlament han votado todo eso. Es cierto que han votado también un texto orgiásticamente intervencionista en lo económico y en modelo de sociedad. Y muy poco respetuoso con los valores de una parte muy importante de la sociedad catalana.Pero ahí la crítica sería mucho más pertinente si se la dirigimos a una fuerza política que ha antepuesto sus posiciones cada vez más radicalmente soberanistas a los principios y valores de su electorado. Me refiero, naturalmente, a CiU. Pero eso sería tema de otro artículo.

Lo que desearía transmitiros es que los socialistas españoles no podéis votar un texto tan contradictorio con los principios que habéis defendido con ahínco durante las últimas décadas.Entre vosotros y nosotros representamos el 90% de la soberanía nacional en las Cortes Generales.

No permitáis que por los intereses personales del señor Maragall -por cierto, un nacionalista furibundo al que no consigo observarle ningún rasgo propio de un socialista- y del señor Rodríguez Zapatero, gran responsable de que los nacionalistas catalanes -y el propio PSC- hayan incluido en el articulado el término nación, nos lleven a un alejamiento progresivo, político, económico, social, pero también y no menos grave, emocional y sentimental, entre Cataluña y el resto de España.

Parad todo esto, por favor. Y decidle al presidente del Gobierno y a vuestro secretario general que deje de llevarnos a un callejón sin salida. Que no permita que las instituciones hasta hoy de todos dejen de serlo. Que impida que se desarrolle todavía más el sentimiento de rechazo en el resto de España hacia Cataluña y que no contribuya a alimentar el discurso reivindicativo del victimismo nacionalista catalán que lo que desea es acentuar la brecha sentimental entre muchos catalanes y el resto de españoles.

Este no es un problema, de momento, entre ciudadanos. No es un problema, de momento, entre Cataluña y el resto de España. Es un desafío desde posiciones políticas que sólo ha sido posible por el señor Maragall y el señor Rodríguez Zapatero.

El señor Maragall ha conseguido, de momento, arrastrar al PSC.No permitáis que el señor Rodríguez Zapatero haga lo mismo con el PSOE. Convencedle, si aún es posible, de que recupere la oferta de consenso que le hizo Mariano Rajoy el pasado mes de enero sobre estas materias.

Hacedlo, por favor. Demasiadas cosas están en juego. Y son cosas que hemos compartido hasta ahora y que estoy seguro que compartimos hoy y que compartiremos en el futuro. En esto no podemos ser adversarios.

Con afecto.

Josep Piqué es presidente del Partido Popular de Catalunya.