UPYD, DE LA ILUSIÓN AL FRAUDE

Escrito de varios afiliados publicado en Plaza Moyúa el 19 de noviembre de 2009

En el verano de 2.007, Rosa Díez, desde la página web de Basta Ya!, hizo público su proyecto de construir un nuevo partido político. En esas fechas, la deriva política del gobierno socialista de Jose Luis Rodríguez Zapatero tenía su más nítido exponente en el desgraciado proceso de negociación con ETA (coincidiendo con el denominado ‘plan Ibarretxe’ emprendido por el PNV) y en la aprobación de un nuevo estatuto de Cataluña de dudosa constitucionalidad, seguido por otros estatutos claramente influidos por él merced a la entente en la materia de las varonías autonómicas del PP y PSOE.

La creación del nuevo partido, posibilidad ya anticipada por Fernando Savater ese mismo año, contaba con su apoyo, así como el de alguna personalidad del mundo político, literario y periodístico. El objetivo era una regeneración política del país con el foco en aquellos aspectos que nos unen a todos los españoles y devolver la ilusión y capacidad de participación en la política a los ciudadanos para poder realizar importantes transformaciones en la estructura del estado, en grave deriva.

Fuimos un nutrido grupo de personas en toda España, ciudadanos ajenos a la política profesional en su mayoría, los que celebramos la iniciativa y nos sumamos a ella con entusiasmo. Se constituyó un grupo Promotor, que en Septiembre de 2.007 creó formalmente el nuevo partido, con la aprobación de un excelente Manifiesto Programa redactado por Savater. Nos lanzamos a la arena política con más ganas que experiencia, dispuestos a vencer todas las dificultades. Entregamos con ilusión nuestro esfuerzo, tiempo y dinero a la tarea. El grupo promotor se transformó en Consejo Político provisional, se designó por unanimidad el Consejo de Dirección propuesto por Rosa Díez (con Carlos Martínez Gorriarán, como cabeza polemista más destacada, y Juan Luis Fabo, liberado de CCOO, a cargo de la organización), y a ella como único portavoz. Se crearon Coordinadoras Territoriales en cada comunidad autónoma y numerosos Comités Electorales Provinciales y locales.

Dos años después de su creación, UPyD no es ya el partido que nos unía a los que colaboramos en su nacimiento. Tampoco es el partido que une a muchos que se han incorporado después.

El grupo al que confiamos la dirección lo ha transformado en “el partido de Rosa Díez”. Esta descripción, acuñada en el primer Consejo Político de UPyD como medida táctica de promoción mediática, al poco tiempo ha resultado ser una definición estricta de la organización, patrimonializada sin contemplaciones por Rosa Díez y su equipo. Aún cuando no lo supimos ver, ésto ha sido así desde el comienzo. Todas las decisiones en UPyD han pasado y pasan por Rosa Díez, las importantes y las pequeñas. Nuestra tarea se ha limitado a trabajar, colaborar, participar en los distintos comités territoriales y provinciales, en campañas, etc…Pero en UPyD nadie puede tener criterio propio y mucho menos contradecir las decisiones de una dirección personalista. No es que falte democracia interna, es que no existe ninguna democracia.

Apartándose del proyecto original, UPyD se ha creado con dos caras: una novedosa imagen mediática externa (en realidad un monoplaza magenta que exige su puesto en la carrera electoral) y una rígida organización interna que no tiene el menor interés en fomentar el debate político (salvo para alabar la política realizada por Rosa y sus colaboradores) y que hurta toda capacidad de decisión e influencia (interna y externa) a las personas que no son del personal agrado de Rosa.

Aunque el Consejo Político es formalmente el máximo órgano, desde el primer momento se le cercenó cualquier capacidad de decisión y ha sido utilizado –hemos sido utilizados- como legitimadores mediáticos necesario de las personales iniciativas del equipo de dirección: la información proporcionada a los consejeros sobre la marcha del partido era prácticamente nula, prácticamente la misma que se transmitía a los medios (ni debates sobre política concreta ó iniciativas de alcance, ni mucho menos información contable u organizativa, afiliados, extensión, etc…), los documentos a tratar se envian pocos días antes de cada reunión, y el orden del día está siempre pre-fijado sin posibilidad de variación. Por supuesto, los viajes y gastos los pagábamos de nuestros bolsillos provincianos (salvo eventualmente una comida ligera).

En las elecciones al Parlamento Vasco, se situó al guipuzcoano Gorka Maneiro (ex militante del PSE) en la ‘poole position’ de Álava por ser su elemento de confianza. Las dos candidatas vizcaínas, únicas voluntarias a mártires, cabezas de lista por Vizcaya y Guipúzcoa, fueron absolutamente ignoradas al día siguiente de las elecciones (incluido el delicado aspecto de su seguridad personal), y con ellas toda la organización territorial y los CE provinciales. El equipo de Rosa Díez sólo mantiene comunicación con el diputado Maneiro y sus escasos peones de confianza en el país vasco, mayormente vinculados a una trasnochada izquierda de CCOO, ex militantes del PSE ó de IU. Ello ha significado la disolución en la práctica de la estructura real del partido y la desactivación de los más dispuestos afiliados. Tal despropósito se comprende muy bien por lo que Gorriarán ha comentado en alguna ocasión: ‘no necesitamos afiliados, lo que necesitamos son votos’.

Tras las primeras muestras de protesta ó incomodidad, los protagonistas, en el mejor de los casos, se han visto ninguneados, apartados silenciosamente y sustituidos en sus funciones por otros más dóciles y fieles a la Dirección, cuando no han sido directamente expedientados y suspendidos de militancia. Muchos ya han abandonado el partido, otros intentan una lucha enormemente desigual desde dentro para cambiarlo en el I Congreso. Baste un dato para hacerse una idea: más de la mitad de los miembros del primer Consejo Político han desaparecido, se han marchado a sus casas o han sido expulsados o expedientados. Otro tanto ha ocurrido con varios de los miembros del primer Consejo de Dirección que no renunciaron a tener sus propios criterios.

Por supuesto, como recuerda nuestra portavoz insistentemente, es cierto que existen unas normas claras e iguales para todos, pero la dirección se ha atribuido y controla todos los recursos de la organización. No existen cauces reales de participación política en UPyD, sino formales, que dan apariencia de consenso colectivo a las decisiones del Consejo de Dirección. Tanto en cuestiones estratégicas, como en las más nimias: sólo las personas de confianza del actual equipo tienen capacidad real en cualquier ámbito interno y externo. Ni que decir tiene que la Comisión de Garantías ha sido formada por el mismo equipo que cursa expedientes. Las contadas ocasiones en que algún afiliado ha osado dirigir escritos formales con reclamaciones concretas han concluido con rapidez…los escritos desaparecen. Algo peor sucede cuándo algún miembro de UPyD ha formulado sus quejas en público: pasa a ser considerado un ‘hereje’ y se le dirigen todo tipo de invectivas gratuitas (principalmente desde el blog de Carlos Martínez Gorriarán, responsable de Comunicación y Programa) en la página web del partido: ‘seres desleales, mentirosos, gólems de los medios, personajes de retorcida estulticia, cuatro gatos que sólo aspiran a pillar cargos’ (sino fuera trágico resultaría cómico). Un trato similar se nos en reuniones internas. La última asamblea en San Sebastián: ‘sois unos inquisidores’ ó ‘no tenéis ni puta idea de democracia’ fueron algunas de las lindezas propinadas por Gorriarán a simples afiliados que se atrevieron a formular preguntas ó cuestionar las formas.

El principal aglutinador para la creación del partido fueron los blogs de Basta ya! (entonces sin censura política) de Rosa Díez y Carlos M. Gorriarán. Pués bien, cuando el pasado Julio arreciaron las críticas de la mayoría de fieles blogueros, indignados con el trato dado a Mikel Buesa y otros críticos de la Coordinadora de Madrid, la respuesta fue cerrarlos ‘por vacaciones’. Nunca más se abrieron en el formato anterior. Ahora se han rehecho sólo para admitir comentarios que no cuestionen su absoluto control del partido.

Es sin duda muy cómodo para la dirección no rendir cuentas de nada, ni a nadie, y continuar indefinidamente en una situación en la que el desconocimiento de la misma por los afiliados facilita la impunidad en la gestión.

A estas alturas, ninguno sabemos ni tenemos un solo dato fehaciente de cuantos asociados y por tanto con qué representación se acude al I Congreso desde cada zona de España.

Por otro lado, nunca, repetimos, nunca, hemos tenido a nuestra disposición (ni del CP, ni en las territoriales, ni mucho menos a nivel provincial o local) un solo dato relativo a la gestión económica del actual equipo directivo. El informe de gestión que Rosa Díez presenta a los delegados del Congreso termina con un balance económico para pre-escolar: casi dos millones de euros de gastos, la mayor parte del balance de dos años, aparecen bajo el epígrafe ‘gastos corrientes’ (sin ningún otro detalle). Muy probablemente aquí esté uno de los más silenciados aspectos del partido.

Pero es que además, el I Congreso es ilegal por su reglamento mismo, que cambia las normas establecidas en los estatutos actualmente vigentes, aprobados por el Consejo Político fundacional. Y no en cuestiones menores, sino en el núcleo mismo de la forma del partido. Donde los estatutos indican que tanto el Consejo Político como el Consejo de Dirección serían elegidos por el propio Congreso, y el CD elegiría a su portavoz, el reglamento congresual lo cambia y plantea un sistema presidencialista colegiado en el que el CD y su portavoz son elegidos por todos afiliados durante las sesiones del Congreso. Se crea así un sistema presidencialista autoritario, vaciado de mecanismos reales, operativos, de balance y control, sustituyéndolos por un mecanismo plebiscitario con apariencia de impecabilidad democrática.

Tras los primeros resultados electorales, UPyD ha adquirido una posición y relevancia que quizás le otorgue cierta capacidad de influencia tras los próximos comicios municipales y autonómicos. Pero lejos queda el espíritu de revolución política al que nos adherimos.

La conclusión más nítida de éstos dos años, es que el principal problema de la política española es la absoluta dependencia de los tres poderes del estado del reducido aparato de los partidos políticos, sin mecanismos claros de control ni un sistema real de contrapoderes. Por ello la actual UPyD es más parte del problema que de la solución.

Por el camino son muchos los que se sienten, nos sentimos, desconcertados, agraviados y ninguneados, pero más allá de reparar una legítima indignación lo que queremos es rescatar el objetivo que se perseguía con la creación de UPyD, no recrear una guerra de banderas. Existe un enorme movimiento de desafectos a las políticas del PSOE y  del PP al que UPyD realmente no es capaz de representar, como demuestran los resultados de  las elecciones y encuestas. Es decir, está plenamente vigente la necesidad de una opción política que encarne el  revolcón democrático que el país necesita en términos de racionalidad y sentido común.

Los que creímos en un ilusionante proyecto de cambio político nacional parece que hayamos quedado huérfanos: ¿NO HAY ALTERNATIVA AL SECUESTRO de UPyD?

El I Congreso de UPyD nos proporciona la ocasión de mostrar abiertamente lo que pensamos sobre su carácter instrumental y enseñar que seguimos luchando por una organización capaz de protagonizar el gran cambio político y constitucional de España.

Puesto que no ha existido un proceso real de debate político para el Congreso, sino un rodillo de normas y reglamentos cuyo único propósito será institucionalizar ‘sine die’ el control de la organización, proponemos una enmienda a la totalidad sobre el reglamento, la ponencia política y los estatutos, al tiempo que proponemos aplazar el Congreso, su suspensión por excluyente e ineficaz para el objetivo perseguido.

Proponemos abrir un gran debate, con énfasis en su proyección política a la sociedad, y empezar a caminar hacia un auténtico Congreso fundacional que logre reagrupar a todas aquellas fuerzas que se adherirían si no tuvieran una fundamentada desconfianza en el equipo de dirección actual del partido. Ello requerirá la creación de una Comisión Gestora nacida del Congreso y la habilitación de todos los mecanismos de balance y control de la gestión necesarios.

Algunos de los que aún permanecen en UPyD han presentado candidatura a delegados con éste único objetivo, aún sabiendo que juegan en total desventaja y siendo conscientes de que su propuesta tiene en contra toda la estructura organizativa actual y puede que ni tenga la oportunidad de llegar a presentarse, pero pensamos que el esfuerzo merece la pena: es otra forma de hacer política y dar a conocer a la sociedad el gran fraude en que se ha convertido UPyD.