SOCIALISTAS SIN PARTIDO

 

 Artículo de Miquel Porta Perales en “ABC” del 09.06.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

No me sorprende que el PSC haya perdido en la ciudad de Barcelona un tercio de sus militantes durante los últimos meses, coincidiendo precisamente con la discusión y aprobación del proyecto de nuevo Estatuto de Cataluña. ¿Quiénes son los que pueden haber roto el carné del partido? Respondo: los socialistas que, por así decirlo, se ven a sí mismos como socialistas de verdad. Sí, han leído bien: los socialistas de verdad son quienes se han marchado del partido socialista. Y no, no se trata de una broma. Ni de una concesión a la retórica. Miren, lo que ocurre es que los socialistas -insisto, los socialistas que se consideran efectivamente socialistas- se han hartado de un partido socialista que no es socialista, sino nacionalista. Y por eso han decido cortar amarras con una organización y unos dirigentes que han abandonado lo poco que les quedaba de ideología socialista. No resulta fácil saber -hay que admitirlo- en qué consiste la ideología socialista. Pero, de hacer caso a sus teóricos, el socialismo -lo que queda de él, para ser exactos- tendría algo que ver, según dicen, con la libertad, la igualdad, la solidaridad, la redistribución de la riqueza, la defensa de los trabajadores, el universalismo y el internacionalismo. Señoras y señores, a buen seguro que ahí está el problema: los dos mil militantes -poca broma: ¡un tercio del total!- de la Federación de Barcelona del PSC que han tomado el portante, han dicho basta ya a una dirección que ha enterrado el ideal. De hecho -por aquello del mínimo rigor exigible en el análisis-, el PSC lleva años enterrando el ideal. Si me apuran, el PSC nació ya con buena parte del ideal enterrado si tenemos en cuenta que, desde el principio, negando el internacionalismo que le debiera ser propio, apostó por el discurso de la «construcción nacional de Cataluña». Pero, lo de ahora, con el proyecto de nuevo Estatuto -deben haberse dicho los militantes fugitivos-, pasa de castaño oscuro. Y por eso han decidido largarse.

A uno, como decía al inicio de estos líneas, no le sorprende la huida de estos militantes socialistas. Y es que las contradicciones y paradojas son literalmente irresolubles. ¿Cómo militar en un partido internacionalista que profesa la fe nacionalista? ¿Cómo militar en un partido que reivindica los derechos históricos -predemocráticos y preconstitucionales- como fuente de legitimidad democrática? ¿Cómo militar en un partido que en la teoría predica la igualdad, la solidaridad y la redistribución de la riqueza mientras que en la práctica impulsa y apoya un proyecto de nuevo Estatuto que legaliza la discriminación y el privilegio? ¿Cómo militar en un partido que reivindica la libertad y no contempla la posibilidad de educar en una lengua -la castellana- que es la propia de la mitad de los ciudadanos catalanes? Y ahí no acaba la cosa, porque muy probablemente los militantes fugitivos hayan constatado la inanidad de un Govern de izquierda que, dos años y medio después de tomar posesión del cargo, sólo tiene proyectos y buenas intenciones. Y un sinfín de problemas que convierten al ejecutivo catalán en la expresión política de la parálisis. Por lo demás, no hay que olvidar que los militantes fugitivos lo son de la ciudad de Barcelona en donde gobierna un alcalde que baila la samba montado en un camión, que organiza un evento como el Fòrum cuyo mejor balance es el inmobiliario, que ha tolerado durante años el incivismo reinante. Así las cosas, no resulta extraño que dos mil militantes socialistas hayan hecho mutis por el foro dejando a la Federación de Barcelona del PSC -menudo partido de masas- con sólo, como si de un equipo de fútbol de segunda división B se tratara, cuatro mil socios.

A la chita callando, los militantes socialistas que han abandonado el partido han puesto en evidencia que el PSC -con la política identitaria que le caracteriza- es otro elemento más del régimen nacionalista instalado en Cataluña desde décadas. «Eso no va con nosotros», han dicho. La huida les honra.