¿A QUÉ ESPERAN?

 

 Artículo de Florentino PORTERO en  “La Razón” del 07/03/2005

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

Con un muy breve comentario al final:

 

VOLVERAN A TROPEZAR Y CAER (L. B.-B., 7-3-05, 19:30)

 

Uno de los aparentes contrasentidos de la política exterior de nuestro Gobierno es la facilidad con la que se deja llevar por la retórica antinorteamericana al mismo tiempo que se arrastra de forma humillante pidiendo su consideración. Todavía están en nuestras retinas la escena de acoso protagonizada por Moratinos contra una señora, Condoleezza Rice, que a todas luces se sentía incomodada por su presencia, o Bono adulando a Rumsfeld sobre su buena apariencia, tras haber cedido a las peticiones de Washington. Si realmente rechazan la cultura, los valores y el papel de EE UU en el mundo, ¿por qué no lo afirman de una vez por todas y se dejan de ridiculeces?

El tema viene de antiguo. Felipe González fomentó el antinorteamericanismo para ganar las elecciones del 82 y forzó una revisión innecesaria del convenio bilateral para dar satisfacción a un electorado que había tenido que aceptar el «trágala» del referéndum. Aquellos socialistas deseaban dar un portazo a EE UU, pero acabaron plegándose a su política. Los gestos altivos surgían de vez en cuando, pero, mientras, aceptaban la disuasión nuclear, ofrecían los aeropuertos españoles para el despliegue militar de la guerra contra Iraq, renunciaban a inspeccionar la carga nuclear de los barcos de la VI Flota...

El Partido Socialista era consciente de que necesitaba a EE UU para poder jugar un papel relevante en la escena internacional. Tras los largos años de franquismo aquellas jóvenes generaciones ansiaban devolver a España el papel que creían que le correspondía en la escena internacional. Los medios eran escasos y no era sensato buscarse enemigos innecesarios. Morán jugó al radicalismo y fue sustituido por un pragmático ex ministro de la UCD. Muchos de aquellos ministros y cuadros se habían formado en el mundo anglosajón

y se sentían partícipes, en mayor o menor medida, de su valores. Reconocían su superioridad económica y técnica, así como la solidez de sus instituciones democráticas. Querían incorporar España a ese mundo y la solución pasaba por tender puentes, no por destruirlos. Sólo así podemos entender la evolución y  posicionamiento de Javier Solana, de Miguel Boyer y de tantos otros que se perciben muy lejanos del mundo

cultural de ZP. Sin embargo, la mayoría mantenía una posición más radical, aunque entendía que no había llegado el momento. España era demasiado débil, los costes demasiado altos y, sobre todo, no era algo que España debía hacer sola. La ruptura con Estados Unidos sería del conjunto de Europa, cuando la madurez de su proceso unificador y de sus instituciones lo hiciera posible. Europa todavía necesitaba a la potencia norteamericana.

El odio a EE UU es ahora mucho mayor y no sólo por la política de esa gran nación. Durante los años de la transición y la democracia los socialistas consiguieron una clara hegemonía cultural. En España se pensaba y se discutía desde parámetros izquierdistas. Sin embargo, el éxito de la política de los gobiernos populares, claramente enmarcada en un liberalismo atlantista, produjo en las filas de la izquierda auténtica alarma.

No sólo habían perdido el Gobierno, estaban perdiendo aquella hegemonía cultural que era la base de su fortaleza política. Más aún, la sociedad parecía perder la certeza de la innegable superioridad moral de la izquierda. Como el tiempo ha demostrado, no era para tanto. Nuestra derecha es incapaz de tal cosa y, de lograrlo, no sabrían comunicarlo. Sin embargo, el influjo del modelo norteamericano se había convertido

en una amenaza. Nuestros actuales dirigentes no se han formado, con la salvedad de escasísimas excepciones,

en universidades extranjeras... y alguno ni en la española, no conocen otras lenguas ni creen que sea

conveniente tender puentes... salvo hacia el islam. Tampoco son partícipes de aquel nacionalismo tan característico del primer González. No sienten la necesidad de colocar a España en una posición decisoria, bien al contrario, se encuentran a gusto bajo la protección del paraguas franco-alemán, que ellos confunden con Europa. No se trata de ser, sino de estar a buen recaudo. Hoy no se  sienten tan débiles como entonces, creen que la necesidad del apoyo norteamericano es mucho menor y perciben una Europa más fuerte y capaz de actuar por sí sola. Escucharon con pasión la invitación francesa a situar Europa en posición de contrapoder de EE UU y se disponen al combate. Pero Francia fracasó, no consiguió arrastrar a la mayoría, más aún, se quedó en clamorosa minoría. Todavía no ha llegado el momento. Hay que profundizar en la construcción europea para lograr arrastrar a los más renuentes a la posición gala. Ésa, y no otra, es la razón principal para seguir cortejando a Washington.

El Gobierno de Rodríguez Zapatero no es capaz de mantener una posición autónoma respecto de la UE. Hoy día, la gran mayoría de los estados del Viejo Continente no ven contradicción entre la unificación continental y las relaciones con EE UU. Una «falta de visión» que fuerza al Gobierno español a mantenerse en la espera. No piensan renunciar a la retórica, tan cara a sus electores, y esperan lograr un cierto entendimiento con EE UU, para evitar que la actual mala situación se convierta en un problema.

Pero el «criminal» Bush, el «genocida» no se lo está poniendo fácil. Los diplomáticos están nerviosos y algún que otro embajador ya ha perdido los nervios en público... sin embargo ese sector es escasamente  representativo del socialismo español. La gran mayoría está orgullosa de lo que ha hecho, se sienten la vanguardia de Europa y esperan confiados a que el resto comprenda la inevitabilidad de la ruptura y se convenza de las bondades del modelo francés.

 

Muy breve comentario final:

 

VOLVERAN A TROPEZAR Y CAER (L. B.-B., 7-3-05, 19:30)

 

 

Está por ver como se configuran la UE y su política exterior, si es que va a existir. Pero parece claro que Sarkozy y Merkel reorientarán la política exterior de Francia y Alemania.

Por otra parte, Rusia se tendrá que aproximar a EEUU, así que, a este lado de las Azores --- y esto es una espolada provocadora, para que rebuznen un poco los genios de la política exterior española--- las cosas van a cambiar bastante, por lo que si España sigue hociqueando como un topo, volverá a reducir su nivel de presencia internacional, camuflándose más en la invisibilidad del subsuelo.

No sé a dónde nos puede conducir el Gobierno actual, que parece pretender, con su radicalismo primitivo, unificar al electorado de izquierda. Pero me parece imposible que la mayor parte de la sociedad española aguante mucho tiempo la sandez permanente, la hegemonía del independentismo, la política exterior tercermundista, los experimentos de apacigüamiento y legalización del terrorismo en Euskadi, o el desnortamiento en la política económica. Me parece imposible que las encuestas sigan sin reflejar un deterioro derivado del comportamiento anómalo. Aunque quizá, repentinamente, se produzca una pájara o depresión en cualquier momento. Pero una crisis repentina, con las variables políticas descontroladas, dejaría a España muy débil. Por eso, lo deseable sería que el PSOE acelerara su reacción, antes de que sea demasiado tarde.