URKULLU Y ZAPATERO

Artículo de Pablo Sebastián en “La Estrella Digital” del 05 de marzo de 2009

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Lo que tendría que hacer el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, en vez de disparatar, y de llorar por los medios de comunicación y las esquinas del País Vasco, es reconocer que su predecesor, Josu Jon Imaz, tenía razón. Y que el lehendakari Juan José Ibarretxe se desmelenó, como erró el propio Urkullu por fiarse de los disparates de estos dos "iluminados" que son Ibarretxe y Zapatero. El uno con su referéndum "del derecho a decidir" (de autodeterminación), y el otro con la España "plural" o más bien confederada. El mismo discurso con el que Zapatero despedazó a Pasqual Maragall, abriendo una crisis en el PSC, y engañando, de paso, a CiU y Artur Mas, como a ERC, que se hundió en los últimos comicios. De la misma manera que esas expectativas conferadas le dieron alas, hacia la locura, al BNG de Antxo Quintana. Y no digamos a EA y EB en el País Vasco. Y a la espera estamos de la gran crisis interna del PNV.

Por todo esto, Ibarretxe y Urkullu deberían asumir su derrota política, que es la del Gobierno tripartito nacionalista, en los comicios del pasado primero de marzo, y ello a pesar de que el PNV sea el partido más votado, lo que no es suficiente en una democracia parlamentaria. De ahí que Urkullu lo que tiene que hacer es convocar el congreso extraordinario del PNV antes de que se lo convoquen otros.

De manera que las salidas de tono del presidente del PNV, Iñigo Urkullu, amenazando con poner en marcha la "desestabilización política" del País Vasco, y ahora diciendo que un eventual pacto de gobierno entre el PSE-PSOE y el PP constituiría un "golpe institucional", sólo son los lamentos con los que intenta, poniendo a Ibarretxe como escudo, escapar de su fracaso político y personal y retrasar la inevitable crisis en la que entrará el PNV cuando pierda el control del poder vasco, y que ha de comenzar por el abandono de la escena política de Ibarretxe, el autor del fracaso de su pretendida reforma soberanista del Estatuto y del ilegal referéndum de autodeterminación.

Dos disparates y brindis al sol que el PNV, a sabiendas de que no tenían recorrido, puso en marcha siguiendo la tentadora melodía que escapaba del palacio de la Moncloa, y con la intención de atraer hacia su partido al electorado de Batasuna. Porque, una vez fracasada la negociación con ETA, Ibarretxe y Urkullu sabían que Batasuna no podría estar presente en las elecciones y buscaban desesperadamente el voto abertzale radical, que se quedó en las 100.000 papeletas nulas, en casa, o fue a parar a las filas de Aralar.

En realidad, el Gobierno tripartito tiene dos escaños menos de los que ya tuvo en la pasada legislatura (22 PNV, 7 EA y 3 EB), por más que el PNV se haya quedado con seis de EA y uno de EB, este último por el juego de los restos de los votos que van a los partidos minoritarios. Y debe Urkullu tomar buena nota de las dimisiones en cadena de los líderes de sus socios de Gobierno, en EA y EB, que sólo son un presagio de la profunda crisis que se abrirá en el interior del PNV, a nada que Patxi López comience a gobernar, si es que el PSOE y Zapatero no meten la mano en el PSE-EE.

Porque sabido es que al presidente del Gobierno español no le ha gustado nada el resultado electoral, que le rompe su discurso de "España plural", o confederal, y constituye un nuevo y rotundo fracaso de lo que ha sido su disparatado aterrizaje en la presidencia del Gobierno español. Y lo que se suma a otros entuertos y rectificaciones de Zapatero, que van desde el Estatuto catalán, que sigue dando vueltas en el Tribunal Constitucional, a la crisis económica, la política de inmigración, la negociación con ETA, los "campeones nacionales de energía", los transvases de quita y pon, y no digamos a su demencial empeño de abrir las tumbas, y las heridas, de la guerra civil española.

El epílogo de esta situación aún esta por escribir, una vez que Zapatero logre enterrar a todos y cada uno de los líderes de partidos nacionalistas que, como inocentes ratoncillos, siguieron hacia el río los pasos de este iluso e imitador del flautista de Hamelín. El epílogo se podrá escribir una vez que Zapatero, víctima de sí mismo y de la crisis económica que negó, pierda las elecciones generales. Las que, a lo mejor, se ve en la obligación de adelantar, porque sus víctimas nacionalistas podrán tomar su venganza al retirarle el apoyo parlamentario que necesita para gobernar.