LÓPEZ, APRENDIZ DE MAQUIAVELO

Artículo de Pablo Sebastián en “La Estrella Digital” del 09 de marzo de 2009

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

En la nueva partida política que ahora se juega en el País Vasco, tras las elecciones del pasado primero de marzo, da la impresión de que todos han enseñado sus cartas demasiado pronto: Urkullu, las de su ira, para tapar la derrota de la coalición soberanista de Ibarretxe; López, la de su eufórica soberbia, presumiendo de que piensa gobernar solo con la ayuda externa de un PP al que trata como si de un partido apestado se tratara; y Basagoiti, con un entusiasmo primario y previamente sometido a López.

La cartelería con las fotos de los etarras desplegada en Mondragón a las puertas de la casa de socialista Isaías Carrasco, asesinado por ETA, sin que Ibarretxe y su Gobierno envíen a la Ertzaintza a destruir tan macabra exposición, son motivo más que suficiente para impulsar en el País Vasco un Gobierno constitucional como el que pueden y deben pactar el PSOE y el PP. Pero de acuerdo con las más elementales reglas democráticas, y sin que el hermano mayor de ese posible pacto de conveniencia humille al compañero de viaje, tratándolo como si de un enfermo se tratara. Que es lo que está ocurriendo, al día de hoy, con el discurso de este aprendiz de Maquiavelo que pretende ser López, convencido de que el PP se plegará a sus exigencias o será acusado de ser el único cupable la permanencia de los nacionalistas en el poder.

Pero el Partido Popular debe decirle públicamente a Patxi López que no está dispuesto a darle su apoyo parlamentario para formar Gobierno si el PSE-PSOE no reconoce que los 13 escaños logrados por el PP en el País Vasco le son indispensables para lograr el cargo de lehendakari. Y, por tanto, deberá contar con dirigentes de este partido para la formación de su Gobierno, además de consensuar un programa y establecer la bases del que ha de ser el verdadero cambio político y social en Euskadi. En suma, el PSOE le debe ofrecer al PP en el País Vasco un trato similar, o mejor, que el que José Montilla dispensa a Esquerra Republicana en el Gobierno tripartito de Cataluña, porque Basagoiti no es el disparatado de Carod-Rovira, ni el PP es un partido separatista y anticonstitucional como ERC.

Las cosas son así de claras, y así corresponden al juego democrático que parece despreciar el eufórico Patxi López, cuando asegura que se siente legitimado para formar Gobierno con sólo 25 diputados. Tratando López al PP como si fuera un club de demócratas de segunda clase, vistiéndose con la piel del oso nacionalista que cree haber cazado, y organizando por su cuenta su presunto desembarco en el palacio de Ajuria Enea sobre la base de un chantaje, o "atraco", político. Un "arriba las manos los del PP y pongan a mi servicio los trece escaños, o seguirá Ibarretxe, o pacto con el PNV, o se os acusará de ser los culpables de que los nacionalistas sigan en el poder". Planteando la disyuntiva falsa y nada democrática del "yo o Ibarretxe".

Las últimas declaraciones de López presumiendo de que hará un Gobierno de izquierdas, donde tendrán presencia personas cercanas al nacionalismo, donde no estará representado el PP y desde donde, entre otras muchas cosas, se va a promocionar el euskera, constituyen no sólo una agresión a los populares, como presuntos colaboradores de su investidura, sino una exhibición propia del domador de un circo que hace pasar por el aro a los mansos y acomplejados caniches del PP. Explicando, además, a todo el que le escuche, con o sin asombro, cómo será su Gobierno, sus equipos y su base parlamentaria, como si ya hubiera sido investido lehendakari.

Si las cosas ocurren así, como presume y anuncia López, ese Gobierno no durará, porque este pacto vergonzoso y vergonzante con el PP, a corto, medio o a largo plazo, acabará mál. Y puede hundir a los populares en el País Vasco -ya se encargará Rosa Díez de decir lo que haya que decir-, y también al PSE-PSOE. Porque nadie, y menos Patxi López con su sola minoría de vienticinco escaños, puede burlar las más elementales normas de cualquier democracia ni prescindir de todos los obligados acuerdos de coalicion, ni de la decencia y el valor político que debe presidir, en estas circunstancias, una sesión de investidura en un sistema parlamentario.

Otra cosa son los cálculos que los estados mayores de los dos partidos nacionales PSOE y PP están haciendo sobre el posible resultado final y a nivel nacional de la partida que se juega en el tapete vasco. Zapatero, por una parte, temeroso de ser llevado a la fuerza a unas elecciones generales anticipadas cuando la crisis económica esté en su peor momento y si sale mal parado en los comicios europeos del mes de junio. Y Rajoy, desde el convencimiento de que un "cheque en blanco" a López en el País Vasco constituye un regalo envenenado que destruye el modelo de la "España plural/confederal" de Zapatero, y lo pone en franca debilidad frente a los nacionalistas que sustentan su gobierno en el Parlamento nacional.

Finalmente, está la esperanza y la desesperación de los democrátas que viven en el País Vasco en condiciones deplorables de miedo y recorte de sus libertades, y ven en ese posible pacto entre el PSOE y el PP un rayo de luz y una histórica oportunidad para recomponer en esas latitudes el marco legal y constitucional, desfigurado por el PNV a lo largo de treinta años. Pero esos ciudadanos, que han sido los verdaderos protagonistas de la derrota del Gobierno soberanista de Ibarretxe, son los que deben exigir a López y Basagoiti un acuerdo estable y con base sólida, y no un apaño, y mucho menos consentir un chantaje político de López en contra del PP. Porque lo que está en juego no es que López sea el lehendakari, sino algo mucho más importante: que se recuperen en el País Vasco el marco constitucional, la democracia y la libertad.