GARZÓN FUERA DE LA JUSTICIA

Artículo de Pablo Sebastián  en “Republica.es” del 15 de mayo de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

El Consejo General del Poder Judicial ha decidido la suspensión del juez Baltasar Garzón como era de esperar tras conocerse la decisión del Tribunal Supremo de abrir juicio contra el citado magistrado de la Audiencia Nacional que, a partir de ahora, queda fuera del ámbito judicial y pierde su plaza en la Audiencia. Sin duda una noticia importante que, de momento y en espera de que se celebren los tres juicios por prevaricación, cohecho y escuchas ilegales que aún tiene pendientes Garzón, pone punto y aparte o puede que final a la carrera judicial de este presunto prevaricador que ha hecho de la Justicia un espectáculo en su propio beneficio y también en el de sus amigos poderosos, y que ha tenido el descaro y la desvergüenza de presentarse como víctima del franquismo escudándose y utilizando a las verdaderas víctimas de la dictadura.

Manipulando, él y su particular camarilla mediática y política, los justos sentimientos y los derechos de las familias de aquellos españoles que fueron víctimas de la cruel represión del franquismo y que piden con toda la razón del mundo su derecho a enterrar dignamente a sus muertos. Lo que se debe hacer pronto y bien, y de acuerdo con la legalidad. Un procedimiento que ensució y embarró el ex juez Garzón intentando apropiarse del caso a pesar de que no le correspondía, para su mayor fama, desoyendo a la fiscalía e ignorando la ley de amnistía, a la que el mismo recurrió para archivar otro proceso, en contra de Santiago Carrillo, promovido por los familiares de víctimas de la matanza de Paracuellos del Jarama.

Esta impostura y manoseo del dolor de los familiares de las víctimas del franquismo ha sido, en todo este proceso y además de su presunta prevaricación, lo peor y más repugnante de Garzón, que se ha escudado en el sufrimiento de miles de personas para hacerse más famoso, primero, y luego para intentar eludir la acción de la Justicia. Una estrategia que pretenderá ampliar este personaje para justificar y adornar la indiscutible humillación que supone para él la suspensión de su función.

Lo que debería hacer inviable, orgánica y políticamente, su pretendida fuga al Tribunal Internacional de La Haya porque al estar suspendido no puede ser enviado en funciones de nada y además ello comprometería el prestigio de España. Con lo que la pirueta “in extremis” del Tribunal Penal e Internacional habría quedado bloqueada y sido flor de un solo día que Garzón utilizó tarde y mal, a pesar de que sus amigos del palacio de la Moncloa le avisaron de que tomara ese camino de fuga lo antes posible para evitar la apertura de juicio en el Tribunal Supremo.

Juicio, que al haber sido abierto y convocado por el juez Varela, es imparable porque incluso en el caso de que Garzón pidiera “la excedencia voluntaria” de la carrera judicial -cosa que no se descarta- el Supremo continuaría con esta causa hasta el final. Si Garzón hubiera dejado la judicatura antes de la apertura de juicio, los tres casos de prevaricación que tiene pendientes habrían pasado al Tribunal Superior de Justicia de Madrid, y ello le habría permitido ganar algo de tiempo pero no evitar la caída sobre sus espaldas del peso de la ley.

Ahora nos toca asistir al segundo acto de esta tragicomedia con Garzón investido de víctima del dictador Franco y aclamado por sus amigos mediáticos, empresariales y políticos. Lo que nos conducirá al tercer y último acto que lleva inevitablemente a su regreso a la política como más que probable candidato del PSOE en próximas elecciones generales, o municipales y autonómicas. No en vano semejante oportunidad de participar en las elecciones, le brindaría la oportunidad de intentar lavar en las urnas lo que de momento ha perdido en los tribunales. Pero eso sólo sería posible si no ha sido condenado por prevaricación o por otros delitos, como cohecho y escuchas ilegales, por los que también podría y debería ser juzgado.

En todo caso la salida de Garzón de la Audiencia Nacional y de la judicatura marca un tiempo nuevo y aparca la insufrible levedad del estrellato judicial y las intrigas políticas y periodísticas, cuando no policiacas, que siempre han adornado el paso de Garzón por los tribunales, por el Parlamento y el Gobierno, porque ha estado en todas partes y a todas ellas le gustaría regresar.

Hoy fue un día bueno e importante porque el Consejo General del Poder Judicial cumplió con la legalidad y no aceptó ni presiones políticas ni mediáticas, ni trucos procesales como los que a última hora intentó poner en marcha Garzón para huir hacia Holanda. Ahora falta ver que el Supremo abra pronto el juicio y que se le juzgue por la causa pendiente y que despeje todas las incógnitas sobre los otros dos posibles juicios que están en proceso de instrucción. Y ojalá, y ya puestos a poner orden en el Poder Judicial, que el Tribunal Superior de Valencia abra juicio sin demora al impresentable presidente valenciano Francisco Camps, imputado por cohecho, y que el Tribunal Constitucional dicte el próximo miércoles la esperada sentencia sobre el estatuto catalán y que, con semejante decisión, entremos en un remanso judicial en un país que ya tiene demasiados problemas políticos y económicos como para perder más tiempo en polémicas políticas e interesadas sobre el poder judicial.