ZAPATERO Y BLANCO SOBRAN

Artículo de Pablo Sebastián  en “Republica.es” del 16 de junio de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

Ha dicho el ministro de Fomento, José Blanco, que “Mariano Rajoy es el mayor activista del descrédito de España”. Semejante disparate, impropio de un miembro del Gobierno que pasa todos los días implorando el apoyo del Partido Popular para apagar los incendios que ellos han provocado en la economía española, da una idea del caos que impera en el Ejecutivo y en el Partido Socialista. Y dan razones al PP para justificar su estrategia de negar el pan y la sal al Gobierno socialista hasta que Zapatero, que es el verdadero motor del descrédito de España, abandone el poder. Cosa que, vistos los acontecimientos y las malas noticias que circulan a gran velocidad, no se puede ni debe descartar ni siquiera en el PSOE donde en cualquier momento se podría abrir un proceso para la destitución de Zapatero como presidente del Gobierno, una vez que se trague todos los ajustes que se tiene que tragar, y ahí incluida la huelga general del próximo 29 de septiembre que los sindicatos dicen que no va contra el gobierno (sic), entonces ¿contra quien?

Porque, llegado el caso y quizás el otoño, serán los propios compañeros de Zapatero en el PSOE, los mismos que lo arroparon en el centenario del parlamentario Pablo Iglesias, los que forzarán su salida tras imponerle la crisis del Gobierno en julio y los nombres de los futuros ministros. Y no solo para que España recupere crédito y confianza, sino también para intentar salvar los muebles del PSOE en las elecciones autonómicas y municipales de 2011 que pueden ser tremendas para todos ellos si Zapatero (y su “troupe”, con Blanco a la cabeza) permanece, en esas fechas, en el poder.

Las últimas noticias sobre la fama de España que enturbia Zapatero hablan por sí solas. La Comisión Europea de Bruselas ha pedido al gobierno español un mayor esfuerzo, de 1,7 puntos añadidos sobre la reducción del déficit previsto para 2011, lo que obligará a Zapatero al ajuste complementario como el que parece haber encarrilado con el pacto de ajuste del gasto de las Comunidades Autónomas de hasta 11.000 millones de euros, pero empeorando las expectativas de la recuperación del crecimiento español, y los sacrificios que tendrán que soportar los ciudadanos de este país. A lo que hay que añadir la gravedad y alcance de la deuda española pública y privada -que el presidente del BBVA, Francisco González, situó en los 600.000 millones de euros-, y para la que existen serios problemas de financiación y a buen precio en los mercados.

De ahí que sea el BCE el que está acudiendo en socorro de la deuda de España (con cerca de 85.0000 millones de euros ya prestados), lo que en cierta manera viene a ser una forma de poner en marcha el plan de salvamento de las finanzas españolas aunque oficialmente no se haya recurrido al fondo de estabilidad del euro, aprobado semanas atrás en la capital belga.

A estos datos implacables hay que añadir el baile pintoresco de las fusiones entre las cajas de ahorro (que costará más de 20.000 millones de euros) y la incapacidad del presidente Zapatero para lograr un apoyo parlamentario al decreto que hoy aprobará el Consejo de Ministros para la puesta en marcha de la reforma laboral, lo que obligará a su tramitación como proyecto de ley y atrasará la aprobación de dicha reforma laboral a primeros meses del otoño en coincidencia con la anunciada huelga general del 29 de septiembre, contra no se sabe quien.

Lo hemos dicho más de una vez, el descrédito de España no depende de los periódicos o de las declaraciones de los políticos sino de la realidad del país que está a la vista y alcance de todos: gigantesca deuda pública y privada (de bancos y empresas, mas el saco de “ladrillos” en todos los balances); 20 por 100 de paro, como cifra record de la UE; ruptura de la paz social con la huelga general; ausencia de estabilidad parlamentaria del Gobierno; errores rotundos del presidente por haber negado la crisis y no haber tomado las medidas oportunas durante los dos últimos años y medio; y descrédito de Zapatero por su engaño a los mercados y a la Unión Europea al decir que el sistema monetario español era “el mejor del mundo”, lo que conduce a la conclusión de que Grecia engañó a la UE con el déficit y Zapatero con la deuda. La patética imagen del presidente español explicando el pasado 7 de mayo en Bruselas por qué España no debía ajustar el déficit para permitir el despegue del crecimiento, y a las cuarenta y ocho horas diciendo todo lo contrario y cambiando toda su política económica y social por vía de decretazos, da una idea del peligro que para este país tiene la permanencia de Zapatero en la presidencia del Gobierno.

Y asombra que el ministro Blanco, al que le acaban de rectificar su pronóstico de que no habría “prórroga” para debatir en el Parlamento la reforma laboral, se dedique a insultar al jefe de la oposición cuando todos saben que este personaje, que carece de la mínima cualificación para dirigir un ministerio como el de Fomento, es el primer cómplice de Zapatero y de la mala fama de España. La que a lo mejor pensaba arreglar el tal Pepiño presentándose él como posible sustituto, o sucesor de Zapatero como algún irresponsable de su entorno ha ido diciendo por ahí. Lo normal sería que Zapatero y su plana mayor, incluido Blanco, dejaran el Gobierno y la dirección del PSOE, por el bien de España y de su propio partido. Y cuando antes mucho mejor.