ZAPATERO Y LA ABDICACIÓN DE LA POLÍTICA

Artículo de Pablo Sebastián  en “Republica.es” del 27 de septiembre de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Mientras Felipe González y Javier Solana preparan su asalto al poder del PSOE y presentan el libro “Reivindicación de la Política” –y de Solana como líder socialista- horas antes de la huelga general, el presidente Zapatero se humilla ante los sindicatos pidiendo “diálogo social” para el día después de la jornada de huelga en aras de su ya oxidado “talante”. Y esto lo hace Zapatero a tan solo pocos días de ofrecer todo un recital sobre su flagrante abdicación de la Política al: claudicar ante Sarkorzy a propósito de la expulsión de los gitanos de Francia; allanarse ante el PNV para comprarles el voto de sus seis diputados para aprobar los Presupuestos de 2011; y postrarse en Nueva York a los pies de los magnates de Wall Street para “jurarles” que cambió y abrazó la religión del capitalismo sin límites y del predominio de los mercados sobre el poder político y la propia democracia.

El presidente se bate en retirada en todos los frentes e intenta salvar la deuda soberana de España ante el riesgo de un nuevo ataque -como el que planea sobre Irlanda y Portugal-, a la vez que pretende salvarse así mismo de su fracasada presidencia e intenta ver si el PSOE tiene la menor posibilidad de recuperación electoral –la primera prueba de Cataluña se anuncia un desastre para el PSC-PSOE-. O si por todo ello y lo que pudiera ocurrir en la huelga general y las “primarias” de Madrid debe de empezar a recoger las maletas y salir de la Moncloa.

Puede que Zapatero esté esperando el resultado del otoño caliente para ver si hace él la crisis del gobierno o si prepara el gobierno para su sucesor en el PSOE, cargo al que aspiran Blanco y Rubalcaba pero que podría recaer en Javier Solana si Felipe González fuerza la maquinaria del partido para reconducir la situación y presentar ante el confiado PP de Rajoy a un candidato de prestigio que desconcierte a los votantes del centro e intente salvar los muebles y espacios de poder del PSOE, tanto en el Gobierno como en municipios y Comunidades Autónomas que en la primavera de 2011 entrarán en periodo electoral.

La fotografía del encuentro de Zapatero con los magnates/tiburones del Wall Street es digna de un cuadro titulado “la abdicación de la política”, por cuanto un jefe de gobierno de la “vieja Europa” –como la llamó Bush- haciendo dejación de su legitimidad democrática se inclina ante el poder financiero de Nueva York implorando su bendición. Y prometiendo el regreso –pase lo que pase en la huelga general- a la fe capitalista tras su capitulación. La guerra sin cuartel a los paraísos fiscales, la regulación extrema de los derivados, el control de las transacciones, y toda esa revolución democrática y progresista contra el poder de los mercados quedaba reducida a cenizas en el desayuno de la residencia del embajador español ante la ONU.

Semejante espectáculo tenía el agravante, en el caso español, de que el converso Zapatero presumía hasta hace poco de ser el paladín de la nueva izquierda europea, con aquella desafiante e intempestiva retirada de las tropas españolas de Irak agraviando públicamente al emperador americano. Eran tiempos de las vacas gordas de la economía donde la “insoportable levedad” de Zapatero y sus gobiernos débiles de cuotas y amigotes se confundían con la opulencia del dinero rápido, el crédito fácil y la burbuja inmobiliaria y de la construcción flotando como una gigantesca bola de fuego sobre el territorio español.

En medio de semejante bacanal, el “pensamiento Alicia” de Zapatero no producía frío ni calor, y el discurso “rojo” del presidente de los pobres (0,7 del PIB),  Alianza de Civilizaciones, la revisión de las Guerra Civil española –que “no se atrevió” a hacer el PSOE de la transición-, o la fallida negociación “política” con ETA, y la “España plural” de la nación “discutida y discutible” donde el PSOE renunció con un demencial PSC a la solidaridad y a su proyecto nacional, flotaba en el aire como una excentricidad a la que no se prestaba ninguna atención. Ni por su partido –que vivía adormecido por el discurso del talante, las tonterías de Suso Del Toro y el republicanismo de Petit-, ni por los insaciables poderes fácticos que se colaron, una vez más, en la gran cama redonda y partitocrática de Moncloa (donde retozan ministros, diputados, jueces, banqueros, empresarios, periodistas, etc), ni por la ausente oposición del no menos insufrible y diletante Mariano Rajoy, otro que hace abdicación de la política, pero como estrategia para alcanzar el poder.

Pero llegada la cruda realidad de la crisis financiera y la tormenta furiosa de los mercados que destruyó el becerro de oro convirtió los corceles blancos de la cristalina carroza de Zapatero, -con la que iba a derrotar a Italia y Francia en los juegos financieros del circo máximo mundial-, que se transformaron en ratones asustados, y el príncipe rojo del talante en arriero del desvencijado carromato español tras el que camina desesperada la legión de los más de cuatro millones de parados a los que Zapatero , pocos meses antes, había prometido el “pleno empleo”.

Solo admitió Zapatero la crisis en el otoño de 2008 tras quedar perplejo y paralizado viendo como se aproximaba sobre nuestras cabezas la ola gigante del tsunami financiero. Exhibiendo entonces la misma cara de espanto que mostró cuando ETA dinamitó la T-4 de Barajas e 30 de diciembre de 2006 a solo 24 horas de que Zapatero anunciara el final del terrorismo para 2007. El mismo rostro de pavor que lució en Bruselas en la “semana trágica” del pasado mes de mayo, cuando tras explicar que en España se veían los brotes verdes del crecimiento, no tuvo más remedio que rectificar, a las órdenes de Merkel, Sarkozy y Obama, su política de “la respuesta social” a la crisis para convertirla en un apresurado e improvisado ajuste social del déficit, que acabó por dinamitar la presidencia “planetaria” –Pajín “dixit”- de cumbres fallidas de la Unión Europea con la que esperaba renacer “fotográficamente” de entre sus cenizas.

Zapatero ha abdicado de su pretendido izquierdismo, pero sobre todo de la política a la hora de gobernar y de hacer frente a los desafíos de nuestro tiempo.  Y ha pasado de vivir en la Luna –en ámbitos de la UE de Bruselas le llaman “el lunático”- a caerse de bruces sobre la cruda realidad, arrastrando su gobierno, el PSOE y al conjunto de la nación española por un infernal tobogán. Y aunque sueña con un urgente regalo de ETA –la entrega de las armas- o una milagrosa recuperación de la economía y el empleo, todo apunta a que su suerte está echada por los suelos y no tiene más solución que, después de haber abdicado ante todos, abdicar él y facilitar cuando antes su relevo al frente del gobierno y del PSOE.