ARTUR MAS Y LA DESLEALTAD

Artículo de Pablo Sebastián  en “Republica.es” del 23 de diciembre de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Poco le ha durado a líder de CiU, Artur Mas, su discurso conciliador de la noche de su victoria electoral donde se ofrecía como presidente de todos los catalanes. Su posterior declaración de investidura despejó las dudas –si alguien las tuviera- sobre su empeño soberanista al hablar de su pretendida “transición nacional” (hacia la independencia, se entiende) o en pos de la autodeterminación, dos proyectos claramente inconstitucionales -como lo era el estatuto catalán recortado por el Tribunal Constitucional- que hablan por sí solos de la deslealtad constitucional que impregna los discursos de CiU en general y de Mas en particular.

Lo que contradice cualquier otra disertación sobre un modelo federal del que tanto hemos oído hablar al propio Mas –incluso citando el modelo de los Estados Unidos-, porque el federalismo, y en EE.UU sobre todo, está esencialmente basado en la lealtad constitucional y en el máximo respeto a la Constitución y a sus signos de identidad nacional, como el idioma, la bandera, el himno, la moneda, la política exterior y las de Defensa y de Seguridad nacional, e incluso a la política fiscal y unidad jurisdiccional del Estado nación. Todo eso que CiU y los nacionalistas desprecian y además no cumplen dentro del modelo de Estado unitario y constitucional español, lo que hace presumir que menos aún lo harían en un modelo federal que para ellos sería solamente un primer escalón hacia la independencia.

Con el agravante de que estos “juegos peligrosos” los pone sobre la mesa CiU cuando los invade una grave crisis económica y social desde la que no será fácil salir sin una importante cohesión nacional y un gran respeto por la lealtad constitucional. Y a no olvidar el respeto a la ley e incluso a las libertades y Derechos Humanos que el gobierno catalán –con Montilla antes y ahora con Mas- conculcan habitualmente con el atropello a la lengua “vehicular” castellana, como lo acaba de sentenciar el Tribunal Supremo en dos recientes resoluciones.

El pacto de investidura que Mas y Rubalcaba acaban de sellar en el claro beneficio del líder de CiU abunda en todo ello y además prejuzga que se extenderá al gobierno de Zapatero, con lo que CiU se hace cómplice de un gobierno a la deriva que tiene una altísima responsabilidad en los graves problemas económicas, financieros y sociales de este país. Y todo ello con el argumento de que hay que frenar la mayoría absoluta del PP. La que, por otra parte, impediría los cambalaches y habituales chantajes de todos los nacionalistas al gobierno español.

Si Mas quiere subirse al carro del gobierno moribundo de Zapatero allá ellos. Y si el PSC, al borde de la ruptura entre nacionalistas y españolistas, decide convertirse en escudero de CiU con la misma frivolidad que se echó años atrás en brazos de ERC, allá ellos también. Pero esos amores les van a pasar factura a los socialistas en Cataluña y en otras partes de España –por ejemplo en Andalucía, donde ya están de capa caída-, porque en el centro y el sur de España las bravatas nacionalistas suenan mal, máxime cuando están los ciudadanos de esas latitudes sufriendo la peor parte de la crisis y del paro, y soportando las arengas de la insolidaridad interregional de CiU y del PNV. Y especialmente de los catalanes con sus discursos sobre el tan cacareado déficit fiscal que además de falso es una broma comparado con el superávit comercial de Cataluña frente al resto de España –que es donde está su gran clientela-, lugares donde además recaudan un IVA que no les pertenece. A sabiendas asimismo Artur Mas que su pretendido “concierto económico”, al estilo del País Vasco es inconstitucional.

Pero ya sabemos que los políticos nacionalistas viven de su victimismo y de su desafío al resto de España, porque piensan que si se comportan de una vez como responsables –y sin previo cobro de nada- su razón de ser en la política se acabará y sus bases radicales los abandonaran. Y en ello se equivocan tanto o más como en lo de la deslealtad constitucional. Pero a eso juegan aprovechándose de una nefasta e injusta ley electoral que habrá que cambiar. En cuanto lo de la nueva transición de la que habla Mas no tienen ningún sentido salvo que se refiera al necesario viaje de la transición partitocrática de los repartos del poder a la democracia, con separación de poderes del Estado, y las libertades públicas –la de expresión en Cataluña está bajo mínimos y tutelada-, o la defensa de los Derechos Humanos que, como lo denunció la ONU, en Cataluña no se respetan como debieran hasta el punto de  imponer sanciones a los que escriben o hablan la espléndida lengua española y universal.