RECUPERACIÓN Y REFUNDACIÓN DEMOCRÁTICA EN 2011
Artículo de Pablo Sebastián en “Republica.es” del 31 de diciembre de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
El nefasto 2010 ha
llegado a su final, pero las secuelas de este desastre que pone punto final a
siete años de desvarío e incompetencia del presidente Zapatero y sus gobiernos del PSOE se dejarán sentir a lo largo de 2011 que ahora comienza bajo el síndrome
no solo del final del “zapaterismo” sino también del
régimen de la transición. El que ha dejado a la intemperie y en la peor evidencia
las grandes carencias democráticas del modelo político y partitocrático
español, nuestras viejas estructuras económicas y sociales, y finalmente el
propio modelo de Estado, duramente zarandeado por las temerarias e insolidarias
aventuras confederales –”la España plural”- de Zapatero y del Partido
Socialista, como se vio en la sentencia del Tribunal
Constitucional
sobre el estatuto catalán donde se restableció en contra de Zapatero y del PSOE
la primacía incontestable de España como la única nación del Estado.
Y a no olvidar otros
demenciales disparates del “zapaterismo” y del PSOE
como lo fueron la negociación “política” con ETA, fracasada a finales de 2006
–que algunos pretenden reanudar a cambio de una supuesta tregua indefinida de
la banda-, o la demencial reapertura del debate de la Guerra
Civil española,
setenta años después de la tremenda contienda fratricida.
Por supuesto, la auto
destrucción política y electoral del PSOE, cuyas siglas de Partido Socialista
Obrero Español no se corresponden en nada con su penosa realidad, visto el giro
a la derecha que les ha impuesto la crisis de las finanzas y la economía por la
incompetencia de Zapatero a la hora de reconocer la gravedad de la situación y
su tardanza en la respuesta. Lo que ha provocado la ruptura de las relaciones
del PSOE con su base social, a la vez que ha pretendido la ruptura de la
solidaridad interregional por causa del estatuto catalán, desdiciendo su
pretendido progresismo. El mismo que ha quedado en la peor evidencia tras
las revelaciones de Wikileaks sobre la política exterior española, y aquí incluidas
las relaciones con Marruecos. Y a no perder de vista el broche del “estado
de alarma” que adorna estos días de la Navidad.
No existe en la
historia de España –ni puede que lo haya nunca más- un presidente más tonto
–políticamente hablando-, ni más temerario e incapaz que José Luís Rodríguez
Zapatero. Su calificación de la nación española como “discutida y discutible”
lo explica todo, y el tiempo y las esperadas citas electorales que se aproximan
así lo certificarán con una gran derrota del PSOE, similar a la que acaban de
sufrir en el territorio catalán, donde el PSC-PSOE está en vías de ruptura o de
disolución. Puede, incluso, que este presidente no termine su mandato en la
Moncloa si en el PSOE queda algún instinto de supervivencia política porque de
lo contrario Zapatero arrastrará a todo su partido a un suicidio colectivo que
se iniciará en las elecciones municipales y autonómicas del próximo mes de
mayo.
La alternativa a este
tiempo convulso, que todavía nos llevará al nivel de los cinco millones de
parados mientras sobrevuela sobre nuestras cabezas el ataque final de los
mercados y el obligado rescate financiero de España por los fondos de la Unión
Europea, no es otra que el Partido Popular con sus luces y sus sombras y con la obligación
no solo de lograr un gran pacto nacional –con lo que quede del PSOE
españolista- para hacer frente a la crisis, sino de propiciar la gran reforma
democrática y electoral que ahora necesita este país. Poniendo por delante y a
la vez la cohesión nacional y la recuperación del orgullo nacional –que en el
2010 solo salvó la
Selección de fútbol campeona del mundial-, y de nuestras señas de identidad. A ver si
entre unas cosas y las otras la deteriorada imagen de España en el mundo se
empieza a recuperar.
Tiene razón Rajoy
cuando a los cantores y publicistas socialistas que no han parado de entonar el
miserere de “el PP no arrima el hombro para salir de la
crisis”, el presidente “popular” responde con un sonoro silencio o con un no.
¿Cómo va a apoyar el Partido Popular o cualquier partido español a un
presidente que niega la nación española, que negocia
políticamente con ETA, se arrodilla ante Marruecos y dice que la crisis económica no existe? Eso
hubiera sido una temeridad y puede que un suicidio político por parte de Rajoy.
Otra cosa es que el PP debía de haber presentado una moción de censura a
Zapatero, un plan de choque contra la crisis y a la vez expuesto sus
condiciones de cómo y con quién llevarlo a cabo en vez de sentarse a esperar el
paso del cortejo fúnebre del PSOE, que ya está al llegar.
Pero el partido
socialista no quiso ni estaba en las mejores condiciones de pasar por encima de
Zapatero y lo más que ha conseguido es apartarlo del Gobierno a favor de
Rubalcaba, que tampoco es el interlocutor ideal para un pacto nacional
con el PP porque su trayectoria y su agresividad lo hacen cómplice del “zapaterismo” y porque además, y él lo sabe, no es de fiar.
De manera que vamos a
ver quién y cómo se conjuran los peligros que nos acechan a las puertas de
2011, donde se anuncian nuevas revueltas sociales y sindicales por la reforma de las
pensiones y convenios laborales. Todo un envite donde los
grandes sindicatos, CC.OO. y UGT, ajenos a los tiempos difíciles que nos acompañan, pueden acabar subidos
al mismo tobogán en el que viaja el PSOE camino de su autodestrucción. Y ello
por más razones que les asistan a unos y otros sobre la autoría y
responsabilidad de la crisis, que ya sabemos tiene su origen en los abusos y
corrupciones de Wall Street, los paraísos fiscales y
los mercados especulativos de los capitales. Pero las reglas del juego de la
economía mundial son las que son y nada se puede hacer salvo asumir la crisis y
tomar medidas urgentes antes de que sea demasiado tarde y de que se haga
imposible alcanzar una solución, por tardía y dolorosa que sea. Aunque es
verdad que Zapatero ha escogido para su ajuste fiscal a los sectores más
débiles de la sociedad –los funcionarios, los jubilados, los parados, etc.-,
porque sabe que el gasto superfluo y a la vez demencial radica en el fastuoso e
innecesario sistema autonómico al que nadie se atreve a poner en entredicho y a
reformar y reducir al máximo en beneficio de la nación española y de la
solidaridad nacional.
Pero la solución a la
crisis no se soluciona con la sola alternancia política en el Gobierno de la
nación. Hace falta mucho más y un punto de arranque y de partida indiscutible
como es la cohesión y la unidad nacional. Y ese es el puntal sobre el que ha de
reconstruirse el edificio español. De la misma manera que se ha de comenzar a
escuchar discursos políticos sobre la más que necesaria reforma democrática de la Constitución. La que ponga fin a la impostura representativa
de la partitocracia, y a la inexistente separación de
los poderes del Estado, y a la injusta y tramposa Ley electoral, sin perder de
vista la gigantesca cama redonda donde retozan los poderes fácticos y los
políticos en una obscena promiscuidad como la que exhiben los créditos fallidos
y nunca pagados a los bancos –que lo consienten- por parte de los partidos
políticos sin que nadie, ni Parlamento, ni Jueces, ni Gobierno, ni Prensa, ni
los accionistas de los bancos –que son los paganos-, pongan el grito en el
cielo. Máxime cuando los ciudadanos de a pie, pillados en unas modestas
hipotecas, están perdiendo sus casas, su trabajo y su dignidad.
Y este es solo un
ejemplo flagrante del deterioro español y del necesario fin de la transición
para la instauración de la Democracia de verdad. Siempre se ha dicho que las
cosas se tienen que poner muy mal para que se puedan arreglar. Pues bien en
España hemos tocado el techo de lo peor y vamos a ver cómo, cuándo y de la mano
de quién empezamos a recuperar el trabajo, la economía, la vida democrática y
el orgullo de esta nación. Desde luego no se puede perder más tiempo y 2011 es
por todo ello un año crucial.