OPTIMISMO OFICIAL DE BERLÍN A PEKÍN

Artículo de Pablo Sebastián  en “Republica.es” del 13 de abril de 2011

 

Rajoy en Berlín con Merkel y Zapatero en Pekín con su homólogo el primer ministro, Wen Jiabao, hacen deberes y lanzan al viento las campanas de la recuperación española con pronósticos optimistas, que desmienten el riesgo de un rescate financiero de nuestro país por parte de la Unión Europea tras los pasos de Grecia, Irlanda y Portugal.

Pero los buenos y obligados discursos de ambos políticos –que son incapaces de pactar un plan nacional contra la crisis- no son compartidos con analistas del primer nivel como los de las agencias de calificación, o los expertos del FMI que ayer pedían a España mayor control de los gastos autonómicos –entre otras reformas-; o el artículo que el lunes publicó el columnista de Financial Times, Wolgan Munchau, donde se asegura que el alto endeudamiento exterior de España, sumado a la subida de los tipos de interés, a la fragilidad del sistema financiero, empeorado por la caída del valor de los activos inmobiliarios, puede llevar a que nuestro país acabe pidiendo el rescate de la UE.

Puede que en el término medio del optimismo oficial, y del obligado al pesimismo contable de los analistas, esté la virtud o la verdad, pero si eso fuera así la conclusión que se obtiene es que aún estamos lejos o a mitad del camino de la recuperación y de la tabla de salvación, por lo que parece claro que algo habría que hacer.

Para empezar, en el ámbito laboral donde se eternizan las negociaciones con sindicatos y la patronal (por ejemplo en el capítulo de la competitividad salarial); en el campo legislativo donde siguen dando vueltas la anunciadas reformas estructurales; y en el terreno financiero donde la reforma de los bancos y las cajas de ahorros en dificultad no acaban de concluir ni de funcionar: llevan gran retraso y han fracasado en muchas de las que se presentaron como fusiones frías, las regionales o pequeñas, como lo prueba el fiasco de la CAM.

Y si hablamos del patio de la política, el panorama se nos presenta todavía peor, porque asistimos al caos del gasto autonómico, a nuevos escarceos independentistas de los nacionalistas catalanes –los que para colmo son el sostén parlamentario del Gobierno-, y sobre todo a la impropia estabilidad del presidente Zapatero que ha anunciado que se va y que ha abierto una batalla de sucesión en el PSOE creando vacíos de poder, en un año electoral, en el que el PP se niega a apoyar cualquier iniciativa o reforma contra la crisis que venga de la mano de este Gobierno.

Con lo que podemos afirmar, sin riesgo a error, que vamos a perder un año, o puede que más, hasta que se forme un nuevo gobierno para después de las elecciones generales del mes de marzo de 2012, lo que impide que se genere en España estabilidad y confianza. Con lo que, sumado a las dudas de los expertos sobre el control del déficit y a los retrasos de las reformas, veremos que no hay motivos para el optimismo sino al contrario, para la preocupación. Lo que provoca la sensación de que estamos ante una clase política, en general irresponsable, que no está a la altura de las circunstancias y que antepone sus propia salvación en las elecciones en curso –ahora en mayo, regionales y municipales, y en marzo de 2012, generales- al verdadero interés nacional.

Y de verdad ¿hay alguien con sentido común y un mínimo de información sobre España que piense en Berlín o Pekín, o en los centros de decisión financieros, que lo de España ya está arreglado para siempre y que ya ha pasado lo peor? Más bien al contrario, la aparente retirada de las temibles aguas de los especuladores de nuestras playas nos permite presagiar que, como ocurre en los tsunami, primero baja con intensidad la marea y luego regresa dispuesta a arrasar todo lo que tiene a su paso. Sobre todo si no tomamos las medidas preventivas necesarias y dejamos perder un año con duros enfrentamientos electoralistas que desdicen los discursos acaramelados que a nadie van a engañar.