EL REY TRANSMITE SU PREOCUPACIÓN AL PSOE Y AL PP

 

Zapatero y Rajoy sondean la posibilidad de alcanzar un gran pacto nacional

El Gobierno no las tiene todas consigo y está recibiendo quejas y protestas de amplios sectores del PSOE

El Rey, que visitó antes de Navidad a Zapatero en Moncloa, ya reivindicó en su mensaje el papel mediador de la Corona

 

 Artículo de Pablo Sebastián en “La Estrella Digital” del 18/01/2005


Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)


 Poco antes de iniciar su viaje oficial a Marruecos —agitado por las controvertidas declaraciones del monarca alauita sobre el Gobierno de Aznar—, el Rey Juan Carlos se reunió en el Palacio de la Zarzuela con el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y con el líder de la oposición, Mariano Rajoy, para transmitirles su preocupación por la crisis constitucional del Estado, puesta en evidencia por la bronca visita del lehendakari Juan José Ibarretxe a Madrid, y en algo apaciguada en las últimas horas gracias al pacto verbal de “lealtad constitucional” que Rajoy y Zapatero alcanzaron en la Moncloa el pasado viernes y que aún está pendiente de mayor concreción y su posterior desarrollo.

La intervención del Rey en la crisis de Estado no ha sido improvisada. Ya en su discurso de la pasada Navidad el monarca aludió a la función moderadora de la Corona en defensa de unidad solidaria de las tierras de España, y algo parecido dijo en la Pascua Militar ante los mandos de los ejércitos. Festejo en el que el monarca ya avisó a ambos líderes políticos de su deseo de hablar y moderar las divergencias surgidas entre los dos grandes partidos nacionales.

La filtración de la noticia de la reunión tripartita en el Palacio de la Zarzuela —que algunas fuentes atribuyen al ministro José Bono— contribuyó a subir el nivel de las alarmas desatadas. En primer lugar, en España en general, porque se dice que “muy mal deben de estar las cosas para que el Rey convoque a Zapatero y a Rajoy”, cosa nada habitual, por más que intenten quitarle importancia en el Palacio de la Moncloa. En segundo lugar, también sonaron las alarmas en el seno del Gobierno —“el presidente ha sido llamado a capítulo por el Rey”, se ha dicho en algunas instancias—, del PSOE y en el seno de la coalición parlamentaria que sustenta hoy al Gobierno de Zapatero.

Especialmente en ERC e IU, los dos partidos que por su actuación en Cataluña y en el País Vasco, respectivamente, han sido la causa principal de que Zapatero se agarre, como a un clavo ardiendo, a la oferta de Rajoy, ante el cúmulo de los disparates de Carod-Rovira y de Gaspar Llamazares, ambos dando apoyo directo o indirecto a las reformas estatutarias que rompen el marco constitucional.

De ahí que Zapatero, que busca ganar tiempo, convocara en los próximos días a ambos dirigentes en el Palacio de la Moncloa para poder explicar su decisión y su derecho de pactar y de dialogar con el PP en defensa del marco vigente de la Constitución y en pos de un consenso de amplio espectro que avale, sin traumas, las reformas autonómicas y constitucionales que pretende el Gobierno del PSOE.



Protestas en el interior del PSOE y del PP



Un Gobierno que no las tiene todas consigo y que está recibiendo quejas y protestas de amplios sectores del PSOE, como las recibió el domingo del Rey, o como le llegan de otros ámbitos de la vida informativa y cultural afines al Gobierno, lo que sumado a los citados disparates de Ibarretxe, Carod y Llamazares —y su incidencia directa en los sondeos de intención de voto— facilitó que el pasado viernes Zapatero tomara un rumbo en pos de un pacto constitucional con el Partido Popular. 

Y un PP que tampoco las tiene todas consigo y que, por la vía de Acebes, Mayor y Aragonés, pierde más de una ocasión de mirar hacia delante defendiendo y justificando el tiempo de Aznar, como se vio en la Comisión del 11M, o en las tensiones de la política exterior —caso Venezuela y ahora de la visita real a Marruecos—, que provocan salidas de tono y reacciones apocalípticas que lejos de permitir avanzar al PP hacia el centro lo anclan en la foto fija de los pasados gobiernos de Aznar. 

Son estos sectores del ala más conservadora del PP los que desconfían del acuerdo alcanzado entre Rajoy y Zapatero —“éste te va a engañar”, le dicen al líder del PP— e insisten en que Rajoy no debe ofrecerse al pacto sino liderar la inmovilidad constitucional y la unidad de España frente a todo lo demás.



Zapatero y Rajoy, conscientes de los peligros



La conclusión que se deriva de todo ello es que Zapatero y Rajoy se han tomado de la mano en plena oscuridad. Que ninguno de los dos tiene al día de hoy nada claro salvo los peligros que les acechan a ambos en particular y a España en general. Y, a falta de proyectos definidos, ambos creen que se hace el camino al andar, aunque parece claro que Rajoy tiene más clara su idea de España que un Zapatero que tiene como prioridad su permanencia en el poder. Por eso la oferta que le hizo Rajoy, para tranquilizarlo, de poder contar con el voto de sus 148 diputados si ERC e IU se empeñan en la ruptura constitucional.

Y por la misma razón que Zapatero no debe sacrificar el marco constitucional español a su presencia en el poder, al precio que sea y que le impongan Carod, Llamazares y Maragall, Rajoy tampoco puede permitir, aunque pierda en ello su condición de único abanderado de la unidad de España, que Zapatero esté en las manos de IU y ERC para mantenerse en el poder.

Los dos, por causa del pacto del viernes en la Moncloa, están sin lugar a dudas asumiendo riesgos en sus partidos, alianzas y electorado, como no podía ser de otra manera ante la incertidumbre que planea sobre el horizonte político español. 

Una incógnita a la que se ha sumado la confusión creada por la oferta de desarme y de negociación lanzada por ETA —se habla del inminente anuncio de una nueva tregua de la banda—, cuyo verdadero alcance y realidad aún habrá que verificar y ante la que Rajoy y Zapatero deberán moverse de una manera coordinada y con la mayor precaución.

A sabiendas de que estos movimientos, al igual que el desplante del nuevo Estatuto de Ibarretxe, tienen ante sí un claro interés electoralista con cita para la próxima primavera, en la que se renovará el Parlamento de Vitoria, a modo de plebiscito sobre el llamado Plan Ibarretxe, y puede también que como preámbulo de ese referéndum vasco que el hoy lehendakari ha prometido convocar y que tanto preocupa al Rey, a Zapatero, a Rajoy y al conjunto de los ciudadanos en general.