ABUCHEO AL PRESIDENTE


 Artículo de Pablo Sebastián en “La Estrella Digital” del 13.10.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

No había ocurrido antes, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, fue abucheado ayer en el paseo de la Castellana de Madrid a su llegada y en su despedida al desfile militar de la Fiesta Nacional española. Todo un símbolo de lo que está ocurriendo en España por causa del rompedor proyecto de Estatuto catalán que el propio Zapatero ha apoyado y traído a Madrid, inconsciente de la gravedad del desafío nacionalista y aún empeñado en sacarlo adelante, en vez de rechazarlo en el proceso de la admisión a trámite igual que ocurrió con el Plan Ibarretxe, meses atrás, como lo reclama la inmensa mayoría de la sociedad española e incluso numerosos dirigentes de su propio partido, a los que Zapatero desoye o desprecia.

Cada día que pasa resulta más asombrosa la incapacidad política de este gobernante que no sabe lo que es España ni quiénes son y cómo se comportan los españoles, que carece de sentido común y no ha entendido todavía qué es el presidente de todos los españoles y no sólo de los que apoyan al Gobierno tripartito de Maragall, que ignora la Historia y que ya ha olvidado cómo llegó al palacio de la Moncloa, tras una carambola de suerte a dos bandas, en el Congreso del PSOE y tras los atentados en Madrid del 11M.

Y si el presidente exhibe estas carencias o tiene una idea extraña de la España que quiere o que desea construir, sorprende aún más que en su Gobierno y en su partido consientan lo que está pasando, y todos juntos y tan contentos caminen hacia la debacle política, de la que ya se anuncian nubarrones de enfrentamientos sociales y políticos como los ocurridos ayer en Barcelona o en Galicia, donde el alcalde de La Coruña, Paco Vázquez, izó una gran bandera española en respuesta a los disparates de Zapatero.

No sabemos a qué espera la dirección del PSOE y los dirigentes y barones del partido para plantar cara a Zapatero antes de que provoque en España un problema mayor y que a la vez lleve a los socialistas a la ruptura —ya en ciernes en Cataluña— y a la pérdida imparable del poder que empiezan a anunciar las encuestas. El cierre de filas del PSOE —y en sus medios afines de comunicación— es señal de un suicidio político colectivo o preámbulo de una monumental bronca interna, mientras en los pasillos del Congreso de los Diputados se está hablando de una rebelión abierta contra Zapatero que le obligaría a dimitir y a dejar el Gobierno y la dirección del partido en manos de otro dirigente.

Otro como el ministro de Defensa, José Bono, que está jugando a eso, por más que en los últimos días se dedique a hacer grandes elogios sobre la capacidad política y a la vez constitucional de Zapatero para solucionar el problema, como si fuera necesario decir en estos momentos que Zapatero es capaz, cosa que no cree mucha gente, ni siquiera en el PSOE.

Hasta dónde piensa llegar el presidente con el Estatuto? Si no corta en seco la sangría política y se empeña en buscar soluciones que no existen, Zapatero acelerará su final y no concluirá la legislatura, por muchos apoyos que reciba de Saura, Carod y Maragall, coautores con el presidente del vigente desvarío estatutario. De manera que, o esto se corta en seco diciendo que no a la admisión a trámite del nuevo Estatuto catalán, o la crisis nacional y la crispación social están cantadas y precederán la bronca interna del PSOE antes del hoy previsible breve mandato del presidente del Gobierno.

Dice Zapatero, sin rubor, que tiene ocho fórmulas distintas para solucionar la cuestión de la nación catalana dentro del Estatuto y de la Constitución. ¿Y por qué no las dice? Resulta grotesco e infantil lo de las ocho fórmulas cuando sólo hay una: no cabe en un texto estatutario más nación que la española. Y añade el presidente que lo que dice el presidente extremeño sobre lo que se puede hacer en este caso es “relativo”; pues bien, relativo empieza a ser su mandato y su ya deteriorado prestigio. Los abucheos de ayer sólo son un síntoma, un primer aviso de una catástrofe política anunciada que por el momento el sonriente presidente ni siquiera ve.