BONO AUMENTA EL DESAFÍO

 

 Artículo de Pablo Sebastián en “La Estrella Digital” del 22.11.05

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

El ministro de Defensa, José Bono, ha afirmado desde Manila que si el presidente —aunque cita al Gobierno— quiere montar un núcleo duro del Ejecutivo con personas dispuestas a exhibir una actitud de dureza en el gesto, en el dogma y posiciones intransigentes, hace bien en no contar con él porque, según el ministro, está dispuesto a defender sus creencias políticas sin descalificaciones. Con estas palabras el ministro Bono da un paso más hacia la ruptura con Zapatero, porque le advierte de que no está dispuesto a participar en una campaña contra el PP para ocultar la negociación del Estatuto catalán, sino más bien al contrario, a criticar dicho Estatuto sin agredir gratuitamente a quienes desde el PP piensan y dicen lo mismo que él.

Las palabras de Bono confirman la idea de que la crisis del Gobierno está en ciernes, porque el ministro de Defensa se ha visto, por una parte, desairado al ser excluido del núcleo duro del Gobierno que al parecer ha creado Zapatero en los últimos días y, por otra, ha calificado a dicho grupo de dogmático e intransigente, lo que es tanto como llamar dogmáticos e intransigentes al propio Zapatero, a los vicepresidentes De la Vega y Solbes y a los asesores del presidente Serrano, Moraleda, Rubalcaba y Blanco, estos dos últimos ubicados en el grupo y en la sede del PSOE, respectivamente.

El cisma entre Zapatero y Bono viene de lejos y tuvo su origen en la disputa que ambos mantuvieron por la secretaría general del PSOE durante el último congreso de este partido. Zapatero quiso hacer un gesto integrador e invitó a Bono a formar parte del Gobierno encargándole la primera y discutida decisión de retirar las tropas de Iraq a los pocos días de la toma de posesión de Zapatero y sin previo aviso a las autoridades americanas. A partir de ahí Bono se ha esforzado en suavizar las relaciones con Estados Unidos, pero a la vez se ha convertido en el abanderado del Gobierno en la defensa de la Constitución frente a la pretensión de Zapatero y de Maragall de pactar una reforma del Estatuto de Cataluña que encubre una reforma constitucional, que elimina el monopolio de España como única nación del Estado y que abre fisuras en la solidaridad económica interregional.

Las advertencias públicas y privadas del ministro Bono al presidente del Gobierno han acabado por darle la razón en las encuestas publicadas en los últimos días (la de El País de ayer señala sólo un punto distancia al PSOE del PP), que reconocen la pérdida de apoyos al presidente Zapatero, suspendido por el sondeo del CIS, y una llamativa de apoyos electorales del PSOE con respecto a anteriores encuestas de hace sólo unos meses.

El ministro Bono tiene razón en su crítica al Estatuto de Cataluña y a la política seguida al respecto, y la tiene también cuando le dice a Zapatero que la solución a este problema no está en agredir al PP con posiciones dogmáticas e intransigentes, sino en hacerle rectificar a Maragall lo esencial del Estatuto catalán. Pero esta posición de Bono, al igual que sus críticas anteriores al Estatuto, no tienen eco ni en la Moncloa ni en la dirección del PSOE, aunque sí cuentan con un apoyo importante en los primeros medios de comunicación de España y en no pocos dirigentes del Partido Socialista, lo que anuncia una situación insostenible de Bono en el Gobierno que no sabemos cuándo tocará a su fin, si por iniciativa del propio ministro de Defensa, que se siente desairado y que acusa a Zapatero de intransigencia dogmática, o si por el propio presidente si se decide de una vez a hacer la crisis de Gobierno a la vista de cómo están ciertos ministerios de mal gestionados y de mal valorados por el conjunto de los españoles.

Y aquí incluido el de Asuntos Exteriores, cuyo titular, Moratinos, se apresuró ayer a devaluar la gestión que hizo el ministro Bono ante la presidenta de Filipinas en favor de un preso español allí condenado a muerte, diciendo los portavoces de Moratinos que lo que Bono había conseguido —la presidenta Macapagal le prometió que no sería ejecutado el español mientras ella estuviera en el cargo— lo había conseguido también Moratinos el pasado mes de septiembre. Otra prueba más de las peleas infantiles y desavenencias que habitan en el seno del Gobierno de Zapatero.

Sin olvidar que a Bono le asiste la razón cuando se mofa del núcleo duro del Gobierno porque en él no están los llamados ministros de Estado, Justicia, Interior, Defensa y Exteriores, que serían los encargados de reconducir la acción de un Gobierno que está suspendido mayoritariamente en las encuestas, con su presidente incluido en esa misma zona de suspensos. Bono sabe que él es el más valorado en la opinión pública y puede que por eso el presidente Zapatero no se haya atrevido a cesarle a pesar de su continua insurrección política y pública, por miedo a que la salida de Bono del Gobierno sea interpretada por los españoles como la prueba de que Zapatero está más con los nacionalistas que con los españolistas. Y si esto es así, lo que no se entiende, por otra parte, es el empeño de Bono por seguir en ese gabinete que en las actuales circunstancias va de mal en peor. En todo caso, su declaración de Manila constituye un paso más hacia adelante, es decir, un paso del ministro Bono hacia la puerta de salida del Consejo de Ministros donde todavía está.