LOS NACIONALISTAS DENUNCIAN EL ENGAÑO

 

 Artículo de Pablo Sebastián en “La Estrella Digital” del 21.12.05

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Artur Mas, Joseph Lluis Carod Rovira y Pascual Maragall se sienten engañados por el Gobierno de Zapatero y por el PSOE a la vista del documento, otro nuevo estatuto, que les ha sido presentado como alternativa política y económica al aprobado por ellos en el Parlament de Cataluña, camino de un modelo confederal del Estado.

Todos se quejan del vuelco producido en el contenido del texto inicial y reclaman la presencia directa de Zapatero en una reunión de alto nivel para exigirle que mantenga sus promesas. O para que explique que ha pasado o está pasando en el seno del PSOE y del Gobierno, a la vista de la rotunda rectificación de la posición del presidente al que consideran acosado y en debilidad, preso del núcleo duro del PSOE y del Gobierno, que provocó el cambio de modelo estatutario en vista del rechazo creciente en el conjunto de la sociedad y en el seno del Partido Socialista, provocando además una pérdida notable de apoyo electoral en las últimas encuestas.

Pero el presidente por ahora no da la cara y todavía confía en un pacto negociado que esté, al menos, a mitad de camino entre el estatuto aprobado en Cataluña y el modelo que se ha redactado en Madrid, lo que resulta difícil de conciliar empezando por la definición de Cataluña como nación, que es la pieza maestra y confederal en torno a la cual giraban otras pretensiones de los nacionalistas, incluidas la financieras. De manera que el nuevo estatuto o es confederal o es simplemente autonómico con nuevas cotas de autogobierno y financiación, pero lejos del ideal aprobado con tanto entusiasmo ya tanta solemnidad en el Parlament de Cataluña.

Por eso aquellos que cantaron Els Segadors con tanta emoción se ven ahora en ridículo y al borde de una ruptura política de consecuencias imprevisibles para los gobiernos de Maragall y Zapatero, y no les falta razón porque fue el presidente Zapatero quien desde un principio les animó a reivindicar su nación, con aquella frase en la que afirmaba que dicho término es “discutido y discutible”, o como cuando prometió en el otoño de 2003 en Cataluña que apoyaría en Madrid lo que aprobara el parlamento catalán. Y lo que es aún peor, cuando el presidente en reuniones secretas de la Moncloa les animaba a dar el gran paso hacia la España federal, que los nacionalistas solo ven como confederal, tal y como ocurrió en aquel encuentro secreto que mantuvo con Artur Mas en el palacio de la Moncloa el pasado 25 de octubre y en el que Zapatero le llegó a decir como si fuera un nacionalista mas eso de “ahora o nunca”.

El propio presidente del Gobierno, cuando el estatuto fue presentado en el Congreso de los Diputados, pronunció un discurso dando por hecho el acuerdo, mientras que los tres ponentes, De Madre, Carod y Mas, advertían que nada de lo esencial se podría cambiar.

Qué ha pasado? Pues un poco lo de siempre desde que Zapatero llegó al poder. Que se toman decisiones en el palacio de la Moncloa sin antes analizar sus consecuencias como ocurrió con la retirada, no pactada con Washington ni escalonada, en Iraq. Como ocurre con la anunciada negociación con ETA y el esperado comunicado de la banda sobre el fin de la violencia, como le acaba de ocurrir al presidente en la Unión Europea después de colocarse como socio incondicional de Francia y Alemania, países que han dejado a España en la estacada como el gran pagano de la cumbre y de la última ampliación de la UE, etcétera.

Pero ha ocurrido algo más. Alguien o muchos en el PSOE y en su entorno ideológico y cultural han descubierto el doble riesgo del estatuto catalán de haber sido aceptado tal y como llegó a Madrid: el hundimiento electoral del PSOE y el principio de la ruptura de la unidad de España y de la cohesión inter territorial, como ya empezaba a quedar en evidencia con el añadido de la quiebra de la solidaridad por un gobierno socialista. Y se llegó a la conclusión de que más vale ponerse una vez colorado que ciento amarillo. Y en estas estamos ante el asombro de una clase política catalana que después de lanzar el guante al resto de España, ahora duda si son o no una nación, reculan, hacen cábalas electorales y debaten entre sí, escondida la barretina y olvidada la letra de Els Segadors, si vale la pena tragarse el estatuto de Felipe González –que es la sombra alargada que aparece una y otra vez sobre el palacio de la Moncloa– a cambio de dinero aunque sólo sea por la vía de Presupuestos y otras concesiones camufladas, una vez que su iluso y desconcertante aliado, el federal Zapatero, se ha quedado sin habla y no parece estar en condiciones de cumplir lo que prometió.