NO HACE FALTA EL EJÉRCITO



 Artículo de Pablo Sebastián en “La Estrella Digital” del 09.01.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

La crisis nacional, absurda e inesperada, en la que estamos inmersos por la decisión del presidente Zapatero, su Gobierno, la dirección del PSOE —que todo le consiente—, y una partida de pintorescos y oportunistas nacionalistas catalanes que creen haber encontrado en la Moncloa el guardián incapaz  —“ahora o nunca”, le decía Zapatero a Mas desde el otro lado del butrón animándolo a entrar en la caja del Estado— y el momento oportuno para imponer desde Cataluña a toda España un modelo confederal, insolidario y nada democrático, debe ser resuelta por los ciudadanos demócratas que, en las instituciones o en la opinión pública, tienen la obligación de movilizarse y denunciar la situación. No hacen falta ejércitos ni generales salvapatrias para salir del embrollo, sino más bien la toma de conciencia de la crisis planteada, una responsabilidad activa de la ciudadanía y un poco de sentido común de los políticos que no están contagiados por la enfermedad.

Un mal que se extiende por las distintas capas y estamentos de la sociedad y que, como no podía ser de otra manera, ha provocado un creciente malestar en el Ejército, donde uno de sus mandos más cualificados, el teniente general Mena Aguado, se ha atrevido a subrayar la indignación de los cuarteles en plena festividad de la Pascua Militar, cuando el Rey Juan Carlos pedía consenso —la inclusión del PP en los pactos— y reconciliación —por la reaparición de las dos Españas— ante un presidente del Gobierno, Zapatero, con la mirada y la sonrisa perdidas en su laberinto y un ministro de Defensa, Bono, que tras un empalagoso discurso monárquico anunciaba el final del ruido de sables en el mismo momento en el que el teniente general Mena desenvainaba, simbólicamente, el suyo en Sevilla, dejando al ministro en precariedad.

Y ahora, en vez de ocuparnos de España —mientras el Gobierno negocia en secreto los niveles de insumisión o insolidaridad al marco constitucional—, tenemos que ocuparnos de reñir y de castigar al teniente general Mena, que dijo en público lo que dicen en los cuarteles, que pasó la raya de las ordenanzas militares entrando en el ámbito prohibido para ellos de la política, que fue un poco más allá en sus palabras de lo que no hace mucho fue el jefe del Estado Mayor de la Defensa, teniente general Sanz Roldán, y que por supuesto no declaró en público ni la mitad de lo que el ministro de Defensa —que sí es político pero que pertenece al Gobierno pro nacionalista de Zapatero— suele decir en privado sobre el Estatuto catalán, cuando no ante el Rey, como ya ocurrió en la cena del presidente Sampaio.

El teniente general Mena Aguado no ha respetado las ordenanzas a la hora de defender la Constitución y de recordar su artículo octavo o de criticar varios aspectos del Estatuto de Cataluña y por eso será destituido —el viernes en Consejo de Ministros— del mando de jefe del Ejército de Tierra. Y mientras tanto ha sido arrestado como un colegial en su domicilio por, en definitiva, habernos traído la noticia del malestar creciente en los cuarteles sobre el desafío inconstitucional del nuevo Estatuto catalán admitido a trámite en las Cortes por el PSOE y sus aliados, lo que se sumará a la indignación que, sin lugar a dudas, provoca en el estamento militar la negociación con ETA y el nuevo auge de la ilegal Batasuna.

Si en vez de recordar las obligaciones constitucionales del Ejército el teniente general Mena hubiera hecho un llamamiento a la política y a los ciudadanos este incidente no habría tenido lugar, pero una vez ocurrido no se puede despreciar ni en contenido ni en sus consecuencias, entre las que se incluye el nuevo frente que se le abre a Zapatero  —adiós a su viaje a Afganistán y a sus videoconferencias navideñas con los militares— y cómo progresa sin freno su imagen de debilidad y su incapacidad política, dentro y fuera de España. Lo que le faltaba a Zapatero era un conflicto militar, ¿quién da más?

Pues sin duda los nacionalistas llamando golpista —desde su golpe político incruento— al que propone una defensa dramática e injustificada de la Constitución. Los pájaros le tiran a las escopetas y mantienen vivo su espectáculo nacionalista y nacional que, sin lugar a dudas, irá aumentando el cansancio y el malestar no sólo del Ejército sino del conjunto de la sociedad ante lo que unos quieren vestir de maquiavélica política de un Gobierno de izquierdas que pretende reescribir la transición y sellar un pacto de hierro con los nacionalistas para aislar al PP. Pero que en realidad responde a la pura y simple incapacidad de gobernar y de trazar una línea coherente y racional de gestión pública en cuestiones relativas a la esencia nacional. Por lo que, una vez inmerso el Gobierno en el camino equivocado, les impide recular y avanzan dando palos de ciego e intentando tapar aquí y allá errores con censuras —en prensa—, compensaciones paralelas —OPA de Gas Natural— y toda clase de disparates e improvisaciones que les estallan en las manos como les acaba de ocurrir con la citada crisis en el ámbito militar.

La clase política española no ha estado a la altura de las circunstancias. El líder del PP, Mariano Rajoy, se ha ausentado sorprendentemente —una vez más— de la bronca de la Pascua Militar y el PP que ahora pide responsabilidades al ministro de Defensa primero aplaudió a Mena y luego se pasó a aplaudir su cese y arresto. ¿En qué quedamos? De los portavoces zapatistas del PSOE poco que decir porque de la pobreza de sus discursos hay constancia diaria, y de los dinosaurios del partido mejor escuchar su silencio, que seguro es de profunda preocupación, mientras IU se autodiluye sin la menor compasión.

Y de la clase política nacionalista catalana, qué les vamos a decir. Mejor recordarles que son los protagonistas de: la corrupción del tres por ciento, y las condonaciones de La Caixa; las carreras en patines por Macao; la foto de la corona de espinas en Jerusalén; el boicot a la Olimpiada de Madrid  —convertido luego en certero bumerán sobre los productos catalanes—; la de las negociaciones con ETA desde la Generalitat para que no maten a catalanes y tomen como ejemplo y modelo para el País Vasco el Estatuto catalán, a ver si dan otra tregua; la del chantaje público permanente, entre ellos y contra Madrid; la de la censura audiovisual; la que canta Els Segadors en el Parlament llorando de emoción sobre un Estatuto que están dispuestos a vender en Madrid a cambio de unas monedas de plata, etcétera, etcétera.

Ésta es la clase política que quiere modificar la Constitución española a su capricho y la que tiene secuestrado y desconcertado a Zapatero en Moncloa y al PSOE en Ferraz? Semejantes adversarios no merecen, ni es el caso, una advertencia militar, sino más bien una respuesta de la sociedad civil. Pero ¿existe la sociedad civil en España? Da toda la impresión que existe pero que está desmovilizada e insensibilizada, suplantada por los partidos políticos y ciertos medios mesiánicos de comunicación, pero poco a poco se va a despertar. Ya lo está haciendo, y así lo dicen las encuestas, aunque aún falta un salto cualitativo y sustancial.