SALAMANCA SE REBELA



 Artículo de Pablo Sebastián en “La Estrella Digital” del 19.01.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

El insaciable asalto a las competencias del Estado y a la soberanía nacional que emana del nacionalismo catalán y vasco y que sorprendentemente lidera y ampara el presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, en contra del interés general, del mandato constitucional e incluso de los derechos y leyes vigentes —véase lo que ya ha ocurrido con la anunciada asamblea de Batasuna, o lo que ya está ocurriendo con el idioma castellano en Cataluña o lo que el Gobierno y el PSOE pretenden aceptar en el Estatuto catalán—, se está convirtiendo en el caldo de cultivo de continuos incidentes de insumisión o desobediencia civil o militar, que reflejan el creciente malestar de los ciudadanos y numerosas instituciones.

Lo hemos visto en el discurso del cesado teniente general Mena en Sevilla —que ha sido seguido por la inmensa mayoría de los oficiales en la reserva y ayer por un capitán de la Legión— y ahora en la decisión del alcalde de Salamanca, que pretende impedir la salida hacia Cataluña de una parte del archivo de la Guerra Civil española, al menos hasta que se resuelvan los recursos planteados, lo que constituye una clara desobediencia civil del primer edil salmantino frente a una pésima decisión del Gobierno de Zapatero que, sin lugar a dudas, es un error histórico además de la enésima concesión al nacionalismo de Cataluña.

Concesiones al nacionalismo catalán como las citadas del Estatuto, la OPA “ilegítima” y llena de trampas contra Endesa, el efectuado traslado de la Comisión Nacional de las Telecomunicaciones, la concesión de un canal nacional de televisión a editores catalanes afines al PSC, la creación de comisiones de censura audiovisuales, el monto desmedido de los contratos de infraestructuras de los Presupuestos Generales del 2006 en favor de Cataluña, etcétera.

Hasta ahora, afortunadamente, los incidentes han sido de menor cuantía si no contamos entre ellos la rebelión legítima y legal de los jueces contra el intento burdo del Gobierno de autorizar el congreso ilegal de Batasuna, para preservar “el derecho de reunión” de los terroristas. Pero de seguir las cosas como van corremos el riesgo de presenciar algún incidente o revuelta ciudadana de mayor cuantía ante los continuos atropellos gratuitos del Gobierno al marco constitucional, a las leyes y a la solidaridad entre los territorios y los ciudadanos en beneficio de los nacionalistas, que son los que por ahora sostienen a Zapatero en el poder.

En lo que llevamos de transición democrática, treinta años, nunca habíamos visto una mayor colección de disparates innecesarios y gratuitos
—que no responden a ninguna demanda social urgente— provocada por un presidente del Gobierno que, de entrada, le niega a España su condición de única nación del Estado. Lo que parece fruto de una incapacidad manifiesta para gobernar o de una estrategia que busca la confrontación y que está produciendo inquietud incluso en su propio partido donde, por el momento, se guarda un obediente silencio que veremos lo que va a durar si las cosas siguen como van.

Que de alguna manera van a seguir porque se equivocan quienes piensan que un pacto del Gobierno con los nacionalistas catalanes, y la aprobación del Estatuto catalán en un referéndum, devolverá las aguas revueltas y desabordadas a la normalidad de su cauce.

Nada de eso, los ingredientes inconstitucionales y discriminatorios que incluye el texto del Estatuto catalán garantizan una segunda etapa de conflictos y tensiones como las que ahora nos ocupan y que están marcadas por profundos sentimientos nacionales, y en el caso de Salamanca con el agravante del despertar —ya reactivado por este Gobierno— del viejo debate de la Guerra Civil española, otra de las obsesiones de Zapatero que divide más que une a los españoles y que pone en circulación fantasmas del pasado que nunca se debieron despertar.