BONO CONTRA MARAGALL



 Artículo de Pablo Sebastián en “La Estrella Digital” del 08.02.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

El ministro de Defensa, José Bono, ha vuelto donde solía después de su inmersión o acatamiento del nuevo proyecto de Estatuto catalán pactado entre Zapatero y Mas, o entre el PSOE y CiU, que contradice los compromisos ideológicos que el político manchego había mantenido en defensa de una España unida y solidaria, porque el Estatuto pactado sigue lejos del ámbito constitucional, democrático y unitario, por más que desde el Palacio de la Moncloa y desde la sede socialista de Ferraz se empeñen en decirnos que ha quedado como una patena y ya es constitucional. Bono, como diría su compañero de agotadora verborrea jurisconsulta y tapalotodo, el ministro de Justicia, López Aguilar, se ha allanado ante el líder supremo Zapatero en lo del Estatuto, y para recuperar posiciones y su estética de corte españolista se ha lanzado contra Maragall, una vez que el deporte de la caza de Carod, tan de moda en el PSOE para contentar a Artur Mas, es tan evidente y reiterativo que ya no causa la menor conmoción.

Además, el ministro de Defensa tiene una o varias cuentas pendientes con Maragall, y para empezar, aquella que se representó en la Embajada portuguesa en Madrid ante el Rey Juan Carlos y el presidente Sampaio, cuando Bono dijo aquello de que si la palabra nación aparecía en el Estatuto él no seguiría en el Gobierno. Y la palabra nación está incluida en el preámbulo, pero está, de la misma manera que también está la obligación de aprender el catalán, que si se adopta por ley orgánica obligará a los militares por mucho que el ministro se empeñe en decir que no, porque éstos no están exentos de la ley, y mucho menos para obtener una posición de ventaja frente al resto de los españoles.

José Bono es un político de olfato y sabe que Zapatero los ha llevado a todos ellos al borde del precipicio labrado por Carod y Maragall y que al final se ha agarrado al árbol de CiU, que ya veremos la consistencia que tiene. Y Zapatero le ha pedido ayuda, a él y al resto de los barones del PSOE, para salir del atolladero a sabiendas de lo mal que van las encuestas para el PSOE, del ruido de sables que bien conoce el ministro de Defensa y de las duras pruebas que les esperan con motivo de la negociación con ETA, que ya están causando estragos por causa de las piruetas del fiscal general para preparar el terreno negociador con la banda terrorista, otro asunto que para los españoles en general y los militares en particular, y no digamos para las víctimas del terrorismo, es crucial.

Paralelamente a todo esto, el ministro Bono sabe que la cabeza de Maragall tiene precio en el PSOE y debe ser cortada como parte del pacto de Zapatero con CiU al término de todo el proceso estatutario y del referéndum catalán, tras la convocatoria de unas elecciones que deben adelantarse sin Maragall en el cartel del PSC. Pero la gran indiscreción del ministro Sevilla contándole al jefe de Comisiones Obreras, José María Fidalgo, todo el plan de las elecciones anticipadas y de la jubilación de Maragall —dejando a Montilla como el traidor charnego en el ámbito del PSC y del catalanismo/nacionalista de Maragall— ha destapado la caja de los truenos y facilitado un pacto de sangre entre Carod y Maragall. Y lo que es peor, ha impedido por fuga del de ERC del pacto inicial sobre el Estatuto catalán que el debate sobre el nuevo texto estatutario en la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados pase como una centella, tal y como pretendía Moncloa con sus prisas para evitar el desgaste de Zapatero, de su Gobierno y del PSOE. Ahora la pinza, no buscada, que abrirá heridas y tensiones será la de ERC y PP, y cuidado con que Maragall no tercie en la pelea y al final el rascacielos de naipes del que hemos hablado en estas páginas se derrumbe por un soplo de viento ante la debilidad de los cimientos, porque esa fastuosa torre se inició por la terraza en vez de por el suelo.

Como nada está escrito y al día de hoy nadie puede predecir lo que va a pasar, incluso con nuestras tropas en Afganistán, acosadas por los defensores del rostro oculto de Mahoma (lo que incluye otro nuevo quebradero de cabeza para el ministro Bono), no parece claro que Zapatero las tenga todas consigo y alguien debe de estar estudiando un "plan B" si el pacto de la Moncloa con los nacionalistas, de Mas o Carod, se rompe. Y Bono, que había perdido la primogenitura, hoy vacante, de líder españolista del PSOE, intenta recuperar el sitio sobre la base de desafiar públicamente a Maragall diciéndole que deje de crear problemas al PSOE y a Zapatero porque ya ha creado bastantes.

No le falta razón a Bono, pero el ministro no dice toda la verdad. Maragall ha creado muchos problemas porque se lo ha consentido Zapatero. Porque si hubiera un verdadero presidente del Gobierno español en la Moncloa, a la primera locura de Maragall le habrían dicho que no, y le habrían obligado a negociar otro Estatuto —del que son cómplices Maragall y todos los dirigentes del PSC, Montilla, Nadal, De Madre, Iceta, etc.—, y en todo caso, no se lo habrían admitido a trámite en Madrid. Pero como Zapatero es como es, ahora hay que cortarle la cabeza a Carod, y luego a Maragall y ya veremos si también a Mas, que tiene la sartén por el mango y que se está divirtiendo de lo lindo con el puente aéreo enloquecido de la política entre los dirigentes del PSOE y de la Esquerra que actúan en Barcelona y en Madrid, como cómicos de El Paralelo y La Latina.

Bono intenta, frente a Maragall, recuperar la bandera de España y su condición de líder españolista del PSOE —ya veremos si no se suma pronto a esta campaña Rodríguez Ibarra—, ayudando a Zapatero y también al ala charnega del PSC, porque tiene información de que a Maragall hay que cargárselo como sea. Sobre todo antes de que esté a su alcance en la Generalitat el nuevo Estatuto catalán, que incluye importantes presupuestos, competencias y poderes con los que el tándem de Carod y Maragall podrían hacerse fuertes e incluso hacer frente al PSOE de Madrid. Lo que nos anuncia que el pacto de Zapatero con Mas no está del todo cerrado porque puede abrir una profunda brecha en el PSC.

El PP, es verdad, está solo, pero el equipo que está al otro lado de su soledad no es ni mucho menos un equipo compacto, coherente y cohesionado. Es más bien otra caja llena de truenos y de sorpresas que nadie sabe lo que puede deparar. Sobre todo una vez que los debates en el Congreso de los Diputados sobre el nuevo Estatuto, lejos de pasar a toda velocidad, como pretendía Zapatero, se pueden convertir en unos fuegos de artificio con especial impacto sobre la sociedad catalana y sobre la española en general.