ZAPATERO, SOLO ANTE EL PELIGRO



 Artículo de Pablo Sebastián en “La Estrella Digital” del 27.02.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

El presidente Zapatero ha labrado de una manera un tanto inconsciente su soledad política —en su partido, su Gobierno y en la diplomacia— y aparece ante el conjunto de los españoles como el protagonista absoluto de las tres grandes iniciativas y debates que tienen en vilo y enfrentados a los ciudadanos. Así ocurre con la negociación con ETA, el Estatuto catalán y la batalla de las OPAs, cuestiones todas ellas relacionadas entre sí porque en ellas subyace el pacto del presidente con el nacionalismo catalán y vasco con el objetivo de alcanzar una alianza estratégica que le permita al presidente permanecer en el poder, dejando a su vez en la soledad al PP.

Un Partido Popular que, en vez de buscar el centro para aproximarse al poder, perece empeñado en salir de su soledad con ayuda de inoportunas compañías, que lo están llevando al polo opuesto de la política en línea con una derecha conservadora y a veces extrema que al final producen la mayor de las soledades: la que le van a proporcionar los ciudadanos con algo de sentido común y firmes valores democráticos que se quedan en la abstención ante la crispación que generan el desgobierno y la rudeza de la oposición.

Aunque el que hace daño a todos los ciudadanos porque detenta el poder es el Gobierno con esos pactos sobre cuestiones que sobrepasan la acción del Ejecutivo y que afectan al interés general del Estado (aquí incluida la reforma del sector energético español). Los que además sitúan al presidente Zapatero en el vértice de una frágil estructura de poder en cuya base están implicados compañeros de viaje poco fiables, como son la dirección de ETA y los dirigentes de Batasuna y del PNV; y los nacionalistas catalanes de CiU y ERC. Los mismos que han socavado los cimientos de la presidencia de la Generalitat que ostenta Maragall, quien empieza a sufrir en el palacio de la Generalitat los rigores de una soledad que le puede apear del primer plano de la política catalana (abandonado incluso por el PSC–PSOE), lo que debería ser entendido por Zapatero como una señal de lo que también podría ocurrirle a él a nivel nacional.

El presidente piensa y sabe que la soledad desde el corazón del poder no es tan mala y siempre es mucho mejor que la de la oposición, en este caso la del PP. En la oposición hace mucho frío, se suele decir desde los fogones del poder. Pero no hay mejor calor, incluso que el que proporciona la fragua del BOE, que el de la ciudadanía. Apoyos que empieza a perder Zapatero, como los perdieron González y Aznar cuando dieron la espalda a los ciudadanos. Y eso les pasó a los predecesores de Zapatero en tiempos de gloria (mayorías absolutas) y no en el despegue de su liderazgo como ocurre al primer inquilino de la Moncloa, que en dos años ha perdido mucho prestigio y credibilidad.

Y que parece desconocer el riesgo que implica toda relación con ETA —González dijo que él era un escarmentado—, y no sólo por la posibilidad de que la banda vuelva matar si el presidente no les hace concesiones políticas —presos y autodeterminación— sino porque los etarras son expertos en desestabilizar. Así lo recordaban en su comunicado del fin de semana a propósito de la reforma autonómica catalana. Desestabilizaron a Suárez en plena amenaza del golpe de Estado, a González y Aznar, y lo harán con Zapatero, que ha cometido el error de ofrecerse a negociar sin que ETA anunciara el final de la violencia. Los de ETA saben que sin el PP no puede haber concesión política alguna, y ya han visto recular a Zapatero sobre la autodeterminación y sobre el Estatuto de Cataluña. Además, la manifestación de las víctimas del terrorismo (donde quizás no debió estar el PP, visto su furioso alegato final) empeora la movilidad política de Zapatero en el País Vasco, a sabiendas de que cualquier chispa en ese territorio al rojo vivo puede provocar un incendio mayor. Por lo que ahora falta saber cuándo desestabilizará ETA a Zapatero, algo que está al caer si las cosas siguen como van.

Mientras tanto, el Estatuto catalán no avanza al ritmo esperado por Moncloa, encuentra escollos en las competencias, tiene la contra de ERC y sufre sacudidas paralelas como la del castillo de Montjuich, sin olvidar que adolece de un gran consenso por la ausencia del PP. Y otro tanto les ocurre con la OPA de Gas Natural, que imaginaban un paseo militar y que se ha complicado con la oferta de E.ON, descubriendo que en todo ello hay un hilo conductor. Porque la caza de Endesa forma parte del pago en especies al nacionalismo catalán prometido por Zapatero, para de paso desmontar empresas que consideraban en la órbita del PP y compensar a la burguesía financiera catalana, próxima a CiU, el nuevo socio del PSOE en el debate del Estatuto. Un hilo conductor que, como se desprende del último comunicado de ETA, une los nacionalismos de Cataluña y Euskadi y conduce a la famosa negociación con ETA. De ahí la interconexión de estos tres desafíos.

Tres retos que dejan a Zapatero solo ante la hidra de tres cabezas que él mismo convocó porque en su partido no queda liderazgo político español posible a su persona (Bono se quemó al aceptar el Estatuto catalán), ni tampoco en su Gabinete se ve un gobernante de primer nivel una vez que el vicepresidente Solbes sucumbió ante los disparates y deudas del ministro Montilla. El mismo ministro que con su guerra de OPAs llevó al presidente a su nueva soledad europea —a “cavar trincheras en los Pirineos”, como le escribía en su editorial el diario El País—, enfrentándose a Alemania y la UE por estos desvaríos que pueden costarle muy caros a España (¿está La Caixa en condiciones de sustituir, si llega el caso, los fondos estructurales y de cohesión, pendientes del Parlamento Europeo?).

Soledad presidencial por causa de la ciega cabalgada del presidente en tres frentes, pero también por la voracidad insaciable de los nacionalistas y sus socios financieros como La Caixa —que está inmersa en la batalla política, al margen de su negocio tradicional—, porque todos ellos han visto en la soledad y debilidad del presidente Zapatero una gran oportunidad para medrar al margen del interés general español, cosa que a todos ellos les importa bien poco o les da igual.