AZNAR, FANTASMAL VENCEDOR DE LA CONVENCIÓN



 Artículo de Pablo Sebastián en “La Estrella Digital” del 06.03.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Los españoles tienen motivos sobrados para la preocupación, y también para lamentar su orfandad política por causa del desvarío del Gobierno y el desconcierto de la oposición. Estamos ante un presidente del Gobierno, Zapatero, temerario y un líder de la oposición pusilánime sin más proyecto alternativo que dejar las cosas como están —¿dónde está el reformismo?—. España va mal, pero no tanto como para estrellarse en la primera curva y caer en el caos como dice tenso Aznar —“no hay nación y Estado que resista semejante situación”—. Pero sí para que a medio plazo la fractura social, política y territorial de España se vaya agrandando a la vez que se desfiguran la imagen y los signos de identidad de la nación.

De esta tesitura son responsables el Gobierno y el PSOE, mientras la oposición carece respuesta y de liderazgo. Ayer pudimos volver a contemplar este escalofriante escenario en el discurso de Zapatero, festejando el Estatuto catalán, y en la ausencia de proyecto de Rajoy en el cierre de una Convención del PP en la que el fantasma omnipresente de Aznar se apareció en el PP como el único valedor.

Zapatero, preso de un tardío y mal concebido izquierdismo, pretende, de la mano del nacionalismo radical, reescribir la Historia, convertir el Estado en federal, abrir la caja de los truenos de las dos Españas y, a la vez, caminar descalzo y sobre ascuas encendidas hacia una mesa de negociación con ETA mientras van estallando bombas de mediana intensidad, dando de paso la espalda a nuestro entorno europeo y occidental. Creyendo que todo lo que hace —aunque sea violentando la legalidad— con el Estatuto catalán, la negociación con ETA, la guerra de las OPAs, es irreversible y un trágala obligado para los demás.

Se lo dijo Zapatero a Rajoy desde Valladolid: “tendréis que abrazar el Estatuto”. Y en Madrid no se escuchó respuesta alguna del líder del PP, ni se anunció proyecto político, ni estrategia original, después de cuatro días de Convención en la que Aznar, aclamado por los compromisarios, seguido con interés por los medios y vitoreado por Sarzoky —“eres un grande de Europa, la Historia te hará justicia”—, se levantó iracundo como la sombra del Comendador (ante el Tenorio) para justificar lo suyo y pedir más venganza que rectificación.

Visto todo lo ocurrido en la Convención del PP, sólo cabe imaginar dos causas: o fue Rajoy el que recurrió al liderazgo fantasmal de Aznar porque se ve escaso de fuerzas e ideas para hacer frente a los desafíos que tiene por delante; o fue la desidia y ausencia de Rajoy la que le permitió a Aznar alzarse, de tan extraña y tangencial manera, con el protagonismo de la reunión. Sobre todo una vez que se oyó, sin entusiasmo, el discurso vano de Rajoy al cierre del evento, donde al margen de criticar al Gobierno y pedir que las cosas vuelvan donde estaban —algo impensable e irreal— no dijo más. Ni siquiera anunció lo que piensa hacer cuando se apruebe el Estatuto catalán, que está al caer. Ni qué hará si gana las elecciones con el citado Estatuto y las reformas en curso del poder judicial, la financiación autonómica, el pacto antiterrorista, etc. Rajoy no dijo casi nada, pero, emocionado, juró que dirá la verdad.

El presidente del PP, eso sí, está lleno de buenas intenciones y de cautelosas maneras, y quizás confía más en los errores de Zapatero que en su capacidad de liderar la oposición, y en eso puede que tenga razón. Pero la Convención, como su propio nombre indica, ha sido sólo para convencidos del PP, una fiesta para darse ánimos mutuos y para salir en la televisión, animada con vídeos, música y el color naranja como si de una cosa nueva y a la vez moderna de tratara, y el eslogan de “Hay futuro” sobre la imagen de Rajoy, en pos de un acto de fe de la ciudadanía en general. Hay futuro porque está Rajoy, debería ser la conclusión, de la que los más avispados tendrían que obtener una segunda lectura: y hay futuro porque el pasado es Aznar. En fin, a ver si tienen suerte y Zapatero se sale —lo está intentando— de la pista cuando llegue el gran día de la carrera electoral.

Y si eso no ocurre, Rajoy será un paréntesis entre Aznar y Aguirre. O entre Aznar y Aznar. Porque Gallardón, por más que le asista la razón y reparta sonrisas a contrapelo, no tiene mucho sitio en este partido tal y como está en el día de hoy. Salvo que los tres astros dominantes, Aznar, Rajoy y Aguirre, sean privados de la luz del sol con una clara derrota electoral en el 2008 (en generales y Comunidad de Madrid), y Gallardón consiga renovar con holgura la Alcaldía de la capital. Gallardón habló de moderación y de hacer propuestas en respuesta a la crispación que emana del Gobierno y no describió. Pero sus palabras fueron desoídas, y no recibieron el clamor que arropó a los otros oradores.

Especialmente al Comendador Aznar, que se ha preocupado de marcar el territorio —con una miniconvención previa en FAES—, de enseñar el camino, de subir el listón y el tono de los discursos y de pavonearse entre los distintos pabellones de los invitados en clara competencia con Rajoy, al que oscureció, por más que se autocalifique de futuro.

El mismo Aznar que, por sus errores y mentiras —algunas sobre ETA las repitió en su discurso—, llevó el PP a la derrota y facilitó la victoria del PSOE y nos trajo a Zapatero, ahora no le deja despegar solo a Rajoy. O simplemente sabe que su pupilo, elegido por él, necesita ayuda para volar, un empujón, algo de compañía. Pero esa presunta ayuda, lo quiera o no, puede significar peso en las alas de su pretendido campeón. Aznar se debe de considerar responsable de todo lo que ocurre y se resiste a desaparecer. Dijo —excusatio non petita— que no se arrepiente de haber renunciado al liderazgo del PP, pero hace lo contrario porque no se va. Y porque sabe que si fracasa Rajoy habrá vuelto a fracasar él. Aunque, de momento y después, en la Convención se nos apareció entre sombras como el fantasma vencedor. Como un sueño de la derecha o una pesadilla —del 11M y la guerra de Iraq— por volver, aunque los sueños, sueños son. A pesar de la cruda realidad de la España de Zapatero, que a la vista está.