FIN DEL TRIPARTITO Y EL EFECTO TREGUA


 Artículo de Pablo Sebastián en “La Estrella Digital” del 12.05.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

La batalla electoral española se acelera. Quienes pensaban que había que esperar a la primavera del 2007 para asistir en los comicios municipales y autonómicos a la primera contienda electoral española de la era de Zapatero se han equivocado.

De momento ya tenemos elecciones anticipadas en Cataluña para el próximo otoño y, como decíamos no hace mucho, puede que la crisis catalana obligue al palacio de la Moncloa a plantearse la convocatoria urgente de las elecciones generales —en coincidencia con las catalanas o a primeros del 2007— si la situación política continúa deteriorándose y el efecto eufórico de la tregua de ETA comienza a diluirse en el desencanto de una mayoría social.

Sobre todo si las impaciencias y desafíos de Batasuna y dirigentes de ETA obligan al Gobierno a tomar decisiones que romperían el margo legal y democrático para hacer concesiones políticas a la banda —como la legalización de Batasuna por las bravas—, lo que sería imposible de llevar a cabo sin el consentimiento del PP, partido que no está por la labor de dar saltos en el vació sin la entrega de las armas de ETA.

El debate sobre “el estado de la nación”, que se anuncia para finales de mayo, no será en esta segunda ocasión un paseo cómodo para el presidente Zapatero, porque son muchos los frentes abiertos. Y si el PP hace piña de todos ellos, difícilmente podrá progresar ese llamado “proceso de paz” con ETA que, con las reformas estatutarias hoy en curso y en conflicto, constituyen el núcleo programático del Gobierno del PSOE.

La bronca del PP en el Congreso de los Diputados pidiendo la dimisión del ministro de Defensa, José Antonio Alonso, por la condena a los policías que detuvieron ilegalmente a dos militantes del PP, sumada a la ruptura definitiva del Gobierno tripartito de Pasqual Maragall en Cataluña tras la destitución de los consejeros de la Esquerra, se presentan como los puntos calientes inmediatos en el debate político nacional.

A la vez dan fe de un evidente fracaso político: el del Gobierno de izquierda de Cataluña, que además de no haber gobernado nada en los últimos dos años y de ser motivo de continuos escándalos —el último ha sido la confirmación de que el consejero Vendrell fue juzgado por poner bombas en Cataluña en nombre de Terra Lliure—, constituye el modelo y ejemplo de lo que ha sido, desde su inicio, la tormentosa reforma del Estatuto catalán. La que aún no ha concluido su viaje al monte Calvario, donde será sacrificado Pasqual Maragall, del que por cierto hacía chistes irreverentes en Jerusalén a cuenta de la corona de espinas que lucía Carod-Rovira. Otro que ha pasado por la política catalana y nacional como un botarate sin control.

Gobierno catalán roto, consejeros de ERC expulsados, retirada del apoyo a Zapatero de la Esquerra en el Parlamento español, Maragall a punto de ser decapitado por los suyos, y referéndum incierto en participación y resultado, aunque por ahora nadie duda de un ‘sí’ al Estatuto pero sin el consenso suficiente. Y luego a esperar a ver que opina del Estatuto el Tribunal Constitucional, porque los recursos están al caer. Del 90 por ciento de apoyos en Cataluña al inicial proyecto de Estatuto hemos pasado al 49 por ciento del Senado, y aún nos falta la prueba del referéndum, donde PP, ERC y Ciudadanos de Cataluña pedirán el ‘no’ por diferentes motivos.

Y si todo ello constituye un evidente fracaso político de Maragall y del PSC-PSOE, cuyo secretario general, José Montilla, tiene además en Madrid no pocos problemas, el presidente Zapatero no puede escapar de la responsabilidad política de semejante caos político, que además ha servido para abrir un enfrentamiento territorial en España y para debilitar los signos de cohesión e identidad nacional, dando alas a proyectos todavía más soberanistas y desafiantes como los que ETA y Batasuna traen debajo del brazo como propuesta política con la que pretenden pagar su decisión momentánea de dejar de matar, extorsionar y amenazar.

El caso catalán es un precedente bastante claro y eficaz a la hora de prevenir lo que puede ocurrir en el País Vasco, porque la relación contra natura del PSC-PSOE con ERC es poca cosa si nos imaginamos lo que puede pasar con la presunta negociación y pacto del PSE-PSOE y Batasuna en el País Vasco, como lo insinúan los dirigentes de los socialistas vascos, López y Zabaleta, a sabiendas además que allí no existe una fuerza con instintos moderadores como CiU, sino un PNV empeñado en desbordar a Batasuna en sus pretensiones independentistas.

Y al fondo de todo ello, otra vez Zapatero, y su empeño en desplegar su talante con los nacionalistas radicales mientras pone en duda o discusión la nación española, camino de un modelo confederal, que no fue sometido a una reforma constitucional. Y sobre todo camino, de momento en Cataluña, de un gran test electoral en un tiempo difícil en el que su buena suerte parece haber tocado fondo y cuando la euforia de la tregua de ETA se está empezando a tambalear, porque los ciudadanos la empiezan a considerar obligada y no una concesión y porque los etarras no la saben administrar en el seno de un marco democrático y legal. Si ERC —ni Maragall— no estaba preparada para gobernar como ha quedado probado, imaginen la dificultad ETA y Batasuna, con las armas escondidas, intentando adaptarse a la legalidad, sin renuncias previas, y pretendiendo marcar el paso del Estatuto vasco que está por llegar.