COMIENZA EL ESPECTÁCULO



 Artículo de Pablo Sebastián en “La Estrella Digital” del 30.08.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

La maquinaria política se ha puesto en marcha y los semáforos de la parrilla de salida están a punto de vestirse de verde para la gran carrera del otoño, de un curso que será apasionante y apasionado porque estamos en tiempo de elecciones, empezando por las autonómicas de Cataluña al son del nuevo Estatuto y de la despedida de Maragall. La que se completa con el desembarco del hasta ahora ministro de Industria, José Montilla, como líder del PSC y candidato “charnego” a la Generalitat, quien a su vez será sustituido en el Gobierno de España por el hoy alcalde de Barcelona, Joan Clos, otro histórico del PSC que como Maragall abandona el pretendido oasis catalán que el tsunami del nuevo Estatuto ha transformado en la antesala del campo de batalla electoral que abrirá sus urnas el próximo día primero de noviembre.

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, autor del gran revuelo del Estatuto, mueve sin cesar las fichas del tablero catalán y ha culpado a Maragall, cuya cabeza se cobra, de lo que es su responsabilidad produciendo en el PSC un relevo a la fuerza, similar al que el propio Zapatero realizó en el PSOE desde su llegada al poder para que nadie, salvo él, tenga influencia y autoridad en el partido, una vez que han sido silenciados —González y Guerra—, cesados —Bono— o exiliados —Vázquez— los que eran barones de un partido que sigue haciendo piña, a pesar de los pesares, porque para todos ellos lo importante es no perder el poder. El timón de la nave del Gobierno, por más que el rumbo sea incierto y nadie, ni siquiera el capitán, sepa bien hacia dónde vamos o hacia dónde va.

El último movimiento de ficha es la sustitución de Montilla por Clos en el Gobierno de España, en la que será la segunda crisis de su Gobierno —tras los pasados relevos en los ministerios de Defensa, Educación e Interior—, aunque falta por saber si la cosa se va a quedar ahí y así o si el presidente aprovechará la oportunidad para ampliar la crisis a otros departamentos que están pidiendo a voces —por su pésima gestión— el relevo, tal y como ocurre con las carteras de Exterior, Fomento, Vivienda, Agricultura, Cultura y Asuntos Sociales, y todo ello con el objetivo de renovar y lavar la imagen del Gobierno de cara al curso electoral que se avecina, ahora las autonómicas catalanas y luego las municipales y generales, y a no descartar las generales si las negociaciones con ETA no van como esperan algunos.

No se sabe si la crisis de Gobierno se queda sólo en Industria o si va a más, pero sí se sabe que el presidente —que fue suspendido por el CIS antes de las vacaciones, con un 4,9 de nota— querrá aprobar en septiembre y adentrarse en este otoño con más firmeza y seguridad de las que ha hecho gala en los dos primeros años de legislatura.

La política otoñal ha echado a andar, y de pronto han reaparecido Zapatero y Mariano Rajoy. El líder del PP desde su tierra gallega para criticar al Gobierno, como muy bien le corresponde al jefe de la oposición, aunque para ello parece haber escogido una cuestión de doble filo, porque le pide a Zapatero explicaciones sobre el anuncio del envío de la Infantería de Marina al Líbano, pero a la vez anuncia que le dará su apoyo, porque en esto de poner tropas en todas las guerras que por ahí pululan, y que ampara en cierta manera Estados Unidos, el PP no sabe decir que no.

Original hubiera sido decirle a Zapatero que está desplegando soldados en Afganistán y en Líbano para intentar rehacer su relación con George Bush, un asunto para el que el jefe del Gobierno ha solicitado la visita de su homólogo británico, Tony Blair. Cuando en realidad el Ejército español no debería estar en tantos conflictos sino adaptarse a la propia realidad nacional, fronteras para la emigración, prevención de incendios, ayudas a las catástrofes y vigilancia de los verdaderos problemas de la seguridad nacional, que hoy día están en el norte de África, Ceuta y Melilla y terrorismo islámico, asuntos sobre los que no nos ofrece la menor cobertura la obsoleta OTAN.

Rajoy quiere que Zapatero le explique lo del Líbano después de haber dicho él que este Gobierno estaba fuera de juego en esa crisis, y recuerda otros debates como el obsesivo de la inmigración de los “sin papeles”, el problema del agua o la negociación con ETA, de la que no sabemos nada, aunque el ministro Rubalcaba prometió para septiembre algo de información. Rajoy se pone las pilas a la vuelta del verano a sabiendas de que el curso que se inicia va a ser definitivo para el Gobierno pero también para la oposición, y que hay mucho en juego, mucho poder en juego y muchas cabezas en juego, porque no se puede descartar que alguna de las más llamativas pueda rodar antes de las elecciones generales. Aunque de momento la que ya corre por el césped, como el balón de la Liga, es la de Maragall.