DEL DESÁNIMO DE ZAPATERO A LA DISPERSIÓN DE RAJOY

 

 

 Artículo de Pablo Sebastián en “ABC” del 02.10.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

Cuando Zapatero aparece confundido por su incierta negociación con ETA, ahora que el PSC de Montilla cotiza a la baja en los sondeos de los comicios catalanes y que el Gobierno se muestra impotente ante la inmigración, lo que ofrece a Rajoy una oportunidad para significar su liderazgo y alternativa, precisamente ahora, va el PP y se mete hasta el cuello en el charco de la conspiración del 11-M, donde chapotean los comunicadores de la agitación.

Y lo hace con tan mala fortuna que el proyectil secreto que creían tener para adornar la interpelación de Zaplana en el Parlamento se convirtió en un boomerang que acabó haciendo diana en el PP y en sus medios bronquistas, desvelando las artimañas irresponsables y provocando el escarnio general. Pero, sobre todo, acabó ofreciendo a Zapatero la oportunidad de levantar el ánimo y la voz, como lo hizo ayer, para dar lustre a su campaña publicista de la nueva extrema derecha, el juguete de la Moncloa con el que se pretende meter miedo a los ciudadanos que, con bastante razón, empiezan a estar si no asustados, sí preocupados por la deriva incierta y disparatada de varias iniciativas del Gobierno que tienen mucho que ver con la convivencia y estabilidad nacional. «Sería bueno que Zapatero definiera su proyecto de país», dice Rodríguez Ibarra a sabiendas de que no lo tiene, ni sabe a dónde va.

Pero el presidente avanza y acusa al PP de seguir agarrado a las falsedades de la guerra de Irak -Piqué ya habla de errores- y los atentados del 11-M para justificar su derrota electoral y para dañar a las instituciones y cuerpos de seguridad. Y algo de eso hay, por más que no exista una solemne declaración del PP amparando la conspiración, de igual manera que tampoco existe por parte de Rajoy -el fiasco de los falsos documentos del ácido bórico es una oportunidad para poner fin a tanto disparate- desautorización alguna de las incursiones de Zaplana (que se está convirtiendo en el tipo duro del PP que reclaman las bases acaloradas que critican a Rajoy) en la conspiración.

Lo que es peor: Rajoy, al que este escándalo le estropeó su cumbre valenciana con la misma facilidad con la que todos los enredadores de su partido trabajan para difuminar su liderazgo, también hizo sus pinitos en tan espinoso alambre, no se sabe bien si para proteger a los suyos o temeroso de las iras mediáticas del combo conspirador.

Lo cierto en todo esto es que ETA ha recuperado el control de la calle en el País Vasco -mientras otro clamor recorre Sevilla-, tiene la iniciativa política de la negociación, inunda las pantallas y titulares de los medios y ha conseguido que el debate llegue al Parlamento de la UE, lo que para el PP es otra concesión a la banda y para el PSOE, la oportunidad para que lo que se califica como «internacionalización» le impida a ETA volver a matar. Algo que casa mal con las amenazas de la banda, los encapuchados disparando en Oyarzun o los avisos del Gobierno vasco a los escoltas para que tomen precaución.

El presidente está preocupado porque sabe que lo de ETA puede ser, si sale mal, el final de su misterioso liderazgo, nacido de fortuitas y trágicas carambolas en el congreso del PSOE que lo lanzó al estrellato y en las elecciones que siguieron a la catástrofe del 11-M, victoria que redondeó con la audaz retirada de las tropas de Irak, para adornarse dentro y fuera de España con una aureola que se empezó a resquebrajar en el Estatuto catalán y que ETA tiene la posibilidad de dinamitar. Aunque suponemos que en la banda se preguntarán: ¿dónde y cuándo encontraremos, en el PSOE o en el PP, alguien más propicio a las concesiones políticas que Zapatero? Y puede que ello haya impedido el fracaso de la negociación, porque el bloqueo actual sólo se debe a que Zapatero debió prometerles la Luna para pagar el alto el fuego y ahora sólo les ofrece un planeta enano, Plutón.

Como en la leyenda del sudario que hacía y deshacía Penélope en el telar, en la política española tanto el Gobierno como la oposición hacen y deshacen sin cesar. Primero, con el Estatuto catalán rectificado en el Congreso y pendiente de un segundo repaso en el Tribunal Constitucional. Luego ocurrió algo igual con la opa de Gas Natural. Y ahora, y entre otras muchas ocasiones -como el telefonazo a Sarkozy para pedirle disculpas, o antes a Merkel o a Blair, que llega deprimido a Madrid- les acaba de pasar en la relación con la Iglesia, que la vicepresidenta De la Vega viene de arreglar con la financiación, mientras algunos braman en el PSOE sin saber que, como contrapartida del acuerdo, los minaretes de la Cope van a jalear al PP para que se enfangue en la conspiración.

Y así Zapatero podrá hablar de extrema derecha en Alcorcón y salir un poco de su desazón, mientras Rajoy se pregunta, como un sabio de otro tiempo: ¿quién soy yo? Pues da la impresión de un dirigente político que gusta de la dispersión: que cuando tiene a la vista una conferencia sobre inmigración para ofrecer alternativas y tranquilidad a los ciudadanos, se acerca al barrizal del 11-M y se regala un chapuzón, pensando que así tranquiliza a una parte de su partido mientras la otra permanece en la desesperación.