ZAPATERO, EN MANOS DE OTEGI Y CAROD

 

 Artículo de Pablo Sebastián en “La Estrella Digital” del 10.11.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

Zapatero está desconcertado y puede que asustado de sus proezas, que le han llevado a la curiosa situación de que la estabilidad de su Gobierno está, en este momento, en manos de dos personajes tan peculiares como Otegi y Carod, por extraño que parezca. Sin los votos de ERC en el Congreso de los Diputados Zapatero perdería la mayoría, una vez que CiU le ha retirado su colaboración. Mientras que la posible ruptura de la tregua de ETA provocaría una fulminante reacción de la ciudadanía contra el temerario proceso negociador que Zapatero ha emprendido por su cuenta, sin suficiente apoyo político y social, y al parecer prometiendo a los terroristas la suspensión temporal del Estado de Derecho y la suplantación de las instituciones democráticas por una mesa negociadora en la que se podría pactar el futuro político del País Vasco.

Sólo si esto es así, si el presidente se ha situado fuera de la ley y de la democracia con semejantes ofrecimientos a ETA a cambio del alto el fuego, se podría entender lo que le ha dicho ayer Otegi a Zapatero, afirmando que la nueva condena judicial al etarra De Juana Chaos hace imposible el proceso de paz. “Así no hay proceso”, ha declarado el jefe de Batasuña, que añadió que esto “Zapatero lo sabe perfectamente”, lo que invita a preguntar: ¿qué es lo que sabe perfectamente el presidente?, o ¿hasta dónde ha llegado Zapatero en sus promesas a ETA, que son imposibles de cumplir, ni en el plano político ni en el judicial? Y finalmente, ¿qué bromas son esas de Otegi cuando dice a Zapatero que debe tener ambición histórica para solucionar el conflicto y que se debe encarar con los jueces y los medios de comunicación?

Lo grave de todo esto no es sólo lo que dice ETA, y el posible pacto secreto y promesas de Zapatero a la banda, lo grave es que el presidente se declare sorprendido porque los jueces apliquen la ley y haga comentarios tan inverosímiles como cuando dijo en el Senado, sobre la condena al etarra De Juana Chaos, que la decisión “dificulta” la marcha del proceso negociador, lo que constituye una inaceptable presión del presidente a los jueces que además no le va a servir para nada, porque la ley se va a respetar, incluso aunque los fiscales pro gubernamentales —algunos han dejado su puesto— estén hoy dispuestos a prevaricar en vez aplicar la ley tratando a todos los delincuentes por igual. Palabras desafortunadas del presidente, como cuando decía que De Juana era favorable a la negociación, como si eso fuera un eximente jurídico.

El famoso proceso negociador se le está escapando como agua entre las manos al presidente. Tanto del lado de ETA como del lado de la Justicia, la política y la opinión publica, que ya empieza a estar cansada del discurso justificador de que ETA lleva más de tres años sin matar. Debería llevar cuarenta, porque ni siquiera la dictadura justificaba sus crímenes y horribles ejecuciones. Lo que tiene que decir ETA es que renuncia de una vez por todas y para siempre a la violencia, que depone las armas y que, tras pedirles perdón a las víctimas, están dispuestos a acatar la legalidad. Y si hacen esto, el Estado y la sociedad española serán generosos para facilitar la reinserción social de la banda.

Y si no hacen nada de esto Zapatero debe empezar a rectificar y atenerse a lo que pueda ocurrir en la política española, como ha tenido que adaptarse al renacer, inesperado por él, del Gobierno tripartido de Cataluña, que le otorgan a Carod y a ERC una capacidad ilimitada de presión y de control tanto sobre el futuro presidente Montilla como sobre el de Zapatero en Madrid. Dos situaciones que revelan —como ocurrió con la candidatura del PSOE a la Alcaldía de Madrid— que el famoso optimismo antropológico de Zapatero y su presunta baraka o buena suerte carecen de resultados y de continuidad. Más bien dejan al descubierto políticas temerarias y mal fundadas que su propio partido ha tenido que seguir a la fuerza —a igual que sus medios afines de comunicación— sin saber hacia dónde les pueden llevar ni las consecuencias que pueden tener. El presidente está hoy desconcertado y aturdido con Otegi y con Carod, y en su mirada perdida y cada vez más escasa sonrisa se esboza una mueca de gran preocupación.