LA SUPLANTACIÓN DE RAJOY
Artículo de Pablo Sebastián en “La Estrella Digital” del 12.12.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que
sigue para incluirlo en este sitio web.
Con un breve comentario al final:
¿EXISTE ALTURA DE MIRAS O NO?
Luis Bouza-Brey ( 12-12-06,
6:30)
Se está produciendo en la vida política nacional y en el seno del
PP una operación de corte mediático y político que tiene como objetivo la
suplantación del liderazgo de la oposición y del PP, que en teoría ostenta
Rajoy, por parte de ciertos medios y dirigentes políticos del Partido Popular
—los que agitan la teoría de la conspiración del 11M y la crispación con el
Gobierno de Zapatero—, que pretenden tener a Rajoy como rehén arrinconado, tal
y como se evidenció en el desencuentro del presidente del PP con el presidente
del Gobierno en el aniversario de la Constitución, mientras Zaplana, paladín
del clan de los conspiradores, se acercaba a Zapatero como el verdadero
representante de la oposición. O como embajador del clan mediático que usurpa
esas funciones y para el que trabaja de manera decidida el portavoz del PP en
el Congreso. Convencido este club de confabulados que la militancia del PP está
con ellos y con su estrategia de la crispación, mientras Rajoy y su entorno
consideran que la moderación es esencial para alcanzar los 11 millones de votos
—los militantes sólo son 600.000— que necesitan para gobernar.
La cosa viene de lejos. Desde los alrededores del Potomac, donde
se divisa la imponente cúpula del Capitolio del poder legislativo que tiene
cogido por la túnica y casi inmóvil al último emperador, Bush, camino de una
larga y poco honrosa despedida después de la infame guerra de Iraq, su
Waterloo. Fue allí, en el Capitolio de Estados Unidos, donde se urdió por
encargo del emperador el pago a Aznar de su posado belicoso en la foto las
Azores con una moneda de oro muy especial, la medalla del Congreso, para lo que
un lobby contratado a la sazón con dinero público se puso a trabajar sin éxito,
dado que el fracaso de la guerra llegó a Washington antes de lo esperado y no
era tiempo ni lugar para condecorar a quienes habían colaborado en la contienda
ilegal, tan macabramente adornada con Abu Ghraib, Guantánamo y cientos de
dramáticos episodios como los que acompañaron la caída del velo que ocultaba
las grandes mentiras de las famosas armas de destrucción masiva.
La gran mentira sobre la que la Casa Blanca organizó su venganza
furiosa por el ataque de los bárbaros de Al Qaeda contra el corazón del imperio
derribando las hercúleas torres del World Trade Center, y mordiendo a sangre y fuego el cuartel de
sus legiones. Y no hay que buscar más conspiraciones —razones nos dan la pura
lógica y la información— para entender que esa foto de Aznar en las Azores
atrajo como un imán a España —en realidad ya estaban dentro— a los comandos de
Ben Laden que montaron su propio 11M (como más tarde
lo hicieron en Londres, frente a Blair, el tercero de las Azores), y de ahí
vino lo demás, la derrota del PP y la caída prematura del prestigio de Aznar,
como han caído Powell y Rumsfeld, y como caerán Condolezza,
Cheney, Bush y Blair.
El PP no lo quiere reconocer porque sería tanto como estigmatizar
a Aznar —que dirían aquellos magistrados del Supremo que se negaron a procesar
a González por los GAL—, y reconocer su responsabilidad en el 11M, que no era
tal porque de los crímenes sólo son responsables los criminales. Aunque sí hubo
claros fallos de prevención del ministro Acebes —que no tradujo las cintas
grabadas a los terroristas y dormidas en la Comisaría General de Información—,
y sí una gravísima responsabilidad de Aznar tras los atentados al no convocar a
todos los partidos democráticos, no visitar el lugar de la masacre y no decir
la verdad: que todo apuntaba al terrorismo islámico, en un intento desesperado
por salvar las elecciones, una vez que el asesor Arriola le había dicho que si
era Al Qaeda se perdían las elecciones, y si era ETA se salvaban. Todo esto,
donde la mentira es la reina, ha sido y es la causa de la derrota de Aznar y
del PP en el 14M del 2004, y el motivo que tiene preso de ese reciente pasado
al Partido Popular, en un tiempo de desasosiego en España en el que la
oposición debía de contar con un apoyo electoral muy superior al que le ofrecen
las encuestas.
Valga esta introducción para poner las cosas en su sitio sobre
hechos probados, como lo son la actuación de un comando islámico en los
atentados del 11M, en el otro fallido del AVE —del que se habla bien poco— y en
la explosión del piso de Leganés, para concluir que no hay nada nuevo que
ampare a la presunta conspiración del 11M, y que todo lo que aparece —las
cintas sin traducir—, como el presunto chivatazo de Rafael Vera a José Blanco
sobre la autoría islámica el 12M, son pruebas que confirman que Aznar, Acebes y
Zaplana mejor estarían en casa que liderando y enredando en el PP. Porque si,
como dice El Mundo, los servicios de información españoles, la jueza gala
Françoise Levet, Vera, Zapatero y el “perverso”
Rubalcaba conocieron el día 12 de marzo del 2004 que la autoría de la masacre
fue obra de un comando islámico al que se iba a detener, ¿por qué el Gobierno
de Aznar no informó entonces a los ciudadanos y a los partidos políticos de que
la prioridad en la investigación estaba ya orientada al terrorismo islámico?
¿Por qué hasta la misma tarde del 13 de marzo Acebes insistió, mintiendo a
sabiendas, en que se seguían por igual la pista de Al Qaeda y ETA?
Sencillamente porque querían engañar, y mentira tras mentira, se hundieron en
su propia falsedad.
Pero la debilidad de Rajoy, deudor del dedazo de Aznar y preso de
su lánguido carácter, le impidió rectificar, renovar y distanciarse de una
cadena de errores que en los días del atentado le fueron ajenos porque, entre
otras cosas, fue tenido al margen de las intrigas de la Moncloa, como ha
reconocido en privado lo que le llevó, tras la derrota electoral, a la
tentación meditada en Canarias de dimitir, lo que no hubiera estado nada mal.
Pero el trío monclovita del 11M, Aznar, Acebes y
Zaplana, no le dejaron partir para que cargara con sus culpas, con las de “Los
Otros” que, como en la película de Amenazar, lleva colgados Rajoy a la espalda
cual fantasmas desleales. Los que se agarran al salvavidas del PP para que se
difumine su responsabilidad política en las mentiras, haciendo alarde de un
oportunismo asombroso y dando alas y cobertura a la teoría de la conspiración
cuyas pruebas aún siguen sin aparecer por ninguna parte, por más que se empeñen
El Mundo, la COPE y también Telemadrid, desde que
Esperanza Aguirre se subió al carro de la conspiración porque le dijeron que
ella iba a ser la sucesora de Rajoy en el PP, una vez que liquidara la opción
de Gallardón, y en ello están los conspiradores de ocasión.
Los tres medios, El Mundo, la COPE y Telemadrid,
con un Aznar deprimido en FAES, dando cursos a diputados y haciendo vídeos en
blanco y negro de terror —como los de la productora de El Mundo en Telemadrid— y los tres falsos liberales de la conspiración,
Acebes, Zaplana y Aguirre (que tienen apoyos en las bases del PP pero que
producen un alto rechazo en una gran zona de votantes del centro político y
sociológico español), no sólo permanecen en el empeño, en el que seguramente no
creen, de reescribir la verdad como si de una gigantesca e inacabada novela de Agatha
Christie se tratara sino que, además, se apoyan, se regalan y se ensalzan
mutuamente. Los tres políticos, para no ver truncada su carrera (o su desmedida
ambicón, como en el caso de Aguirre), y los tres
agitadores mediáticos para usurpar el sillón que consideran medio vacío de
Rajoy presentándose ellos en la Moncloa como los verdaderos representantes y
portavoces de la oposición —si se pacta con ellos se modera la crispación,
dirán—, tras convertirse por la vía de hechos consumados y amenazas interiores
al PP en los estrategas, ideólogos y máximos activistas del aparato de
propaganda de este partido. Lo que, llegado el caso, les daría la influencia
suficiente para controlar la sucesión de Rajoy. Ésa es la única conspiración,
la interna del PP, que tiene todos los ingredientes menos el de un modelo
político de centro y de corte liberal, y un modelo de periodismo independiente
y veraz.
Lo asombroso de esta crisis conspiradora es que cuenta con un
destacado apoyo social de la militancia conservadora —pero no entre el
electorado—, donde se sabe, y eso es bien cierto, que la masacre del 11M
provocó el vuelco electoral a favor del PSOE, que los socialistas aprovecharon
con malas artes las mentiras y errores de Aznar y su equipo. Como también se
piensa en todos estos sectores receptivos a la conspiración que estas
desgraciadas coincidencias están en el origen de los males que dañan la
convivencia española y el desvarío constitucional del Gobierno de Zapatero, que
no sabe a dónde va, y que lejos de haber buscado como su gran prioridad la cura
de la fractura política y social que el 11M provocó en España, se lanzó por
insospechados y temerarios caminos que han agudizado el enfrentamiento y la
tensión social.
De la trama política y mediática que mantiene viva la conspiración
no hace falta dar muchos detalles sobre su concertada actuación: preguntas —por
cientos— al Congreso de los Diputados, declaraciones públicas en apoyos de los
editoriales e informaciones del diario El Mundo —Acebes y Zaplana dedicados a
ello de manera casi exclusiva— o de las aventuras de la COPE en ¡defensa de la
libertad de expresión! (mientras callan y se ríen del cierre del Diario de la
Noche de Telemadrid o del ataque furibundo al ABC). Y
esto cuando no se dedican a descalificar a sus propios compañeros, como hemos
visto en el libro de Aguirre contra Gallardón y el artículo de Zaplana contra
de Rajoy, Piqué, Arenas y Camps, además de otras
intrigas dentro del PP, ante las que Rajoy no hace nada, se encoge de hombros,
habla de asuntos prosaicos y dice ¡joder, qué tropa! como toda reacción a este
montaje que también les llega a otros sectores más centrados de la sociedad que
no ven en esta suplantación del liderazgo de Rajoy y en los desacreditados
portavoces de ahora y del 11M la confianza y credibilidad para anunciar en los
sondeos de opinión un definitivo vuelco electoral.
Las bases estratégicas de la confabulación para la suplantación
primero, y la sustitución después de Rajoy son las siguientes por parte del
trío de medios, El Mundo, Telemadrid y la COPE, y de
dirigentes, Acebes, Zaplana y Aguirre:
Primero. Sólo puede haber un multimedia ligado al PP, porque el
partido y el periódico (en este caso El Mundo) deben ser la misma cosa, como
pasa con El País y el PSOE, concluyen.
Segundo. Clarificado el punto de partida del nexo prensa/partido,
hay que hacer desaparecer o reducir a su mínima expresión y capacidad de
influencia en el circuito mediático de la oposición al resto de los medios
independientes o los conservadores que ejercen su función de contrapoder al
Gobierno o figuran en zonas intermedias.
Tercero. Vista la anterior victoria de Aznar en 1996 a bordo del
carro de la crispación, conviene que el PP vaya por la senda de la bronca para
movilizar a su electorado y deprimir al del PSOE, y para ello la teoría de la
conspiración cumple la función que en 1996 tuvieron los GAL y el gran pantano
de la crispación.
Cuarto. Como Rajoy carece de un liderazgo decidido y duda de
abanderar todo esto, hay que suplantarlo por la vía de los hechos consumados y,
si es posible y necesario, adelantar su sucesión sin esperar a las elecciones
del 2008, a nada que sufra un desmayo o una derrota electoral.
Quinto. Hay que impedir en esta plena crisis de liderazgo del PP
el regreso a la dirección del partido de dirigentes como Gallardón, Rato o
Álvarez-Cascos, que no permitirían la simbiosis periódico/partido diseñada en
El Mundo, y tendrían la posibilidad de otros apoyos (Vocento,
Antena 3 TV, Planeta, etc.). Además de optar a una posible sucesión de Rajoy en
menoscabo de Aguirre, que se cree la potencial sucesora de Rajoy y que en
realidad hace de liebre, mientras Zaplana se presenta como el candidato ideal
del clan mediático de la confabulación, por más que, en los sondeos de opinión,
tanto él como Acebes carecen del menor prestigio.
Sexto. De igual manera hay que evitar que Rajoy se presente como
un moderado y un interlocutor habitual e institucional del Gobierno, y
especialmente en la negociación con ETA, que es, con el Estatuto catalán, el
segundo gran error de Zapatero, y una munición paralela para reforzar el empuje
de la conspiración y el clima de crispación. De hecho, hay que anclar la imagen
de Rajoy al no a la negociación con ETA, y si, por casualidad, empieza a
funcionar el diálogo con la banda terrorista El Mundo y su clan romperán con el
PP —como hicieron con Aznar cuando empezó a ponerse fea la guerra de Iraq—, y
se ofrecerán ellos, muy responsables y moderados, a apoyar al presidente de
España en un momento tan crucial, mientras Rajoy sigue anclado o hundido en el
no.
Séptimo. La función de interlocutor del Gobierno en nombre de la
oposición la tienen que hacer los halcones y no las palomas del PP. Y en todo
caso está a mejor resguardo en el diario El Mundo, que es donde reside el
puente de mando de la operación, como muy bien lo sabe Zapatero, a quien en
cierta manera y a corto plazo le beneficia la conspiración interna del PP, en
detrimento de Rajoy.
En estos parámetros se mueve la crisis interna del PP sin que
nadie, salvo un Congreso extraordinario del partido a cara de perro entre Rajoy
y sus fieles barones frente a los conspiradores y sus medios —que por otra
parte presumen con discreción de controlar el apoyo de Aznar, quien tampoco se
ha definido como partidario del zaplanismo sino más
bien al contrario por sus posibles derivadas económicas—, está hoy en
condiciones de controlar, sin correr el riesgo de una ruptura al estilo de Ciutadans con la que alguno de los agitadores mediáticos
amenaza sin cesar. De ahí, quizás, el pasotismo de Rajoy y su única estrategia
y oportunidad: que Zapatero lo haga todo tan mal que el poder le caiga en las
manos como un inesperado regalo a su capacidad de saber esperar.
Asimismo, Rajoy y sus más leales colaboradores piensan que el
sector moderado del PP es el que tiene los votos aunque el sector bronquista
del trío Acebes, Zaplana y Aguirre (muchos de los cuales son los que escuchan
la COPE o leen El Mundo) cuente con un apoyo más directo de los militantes
conservadores. De la misma manera que Rajoy hace el distingo entre los más de
600.000 militantes del PP y los más de 11 millones de votos que hoy necesitan
los populares para ganar las elecciones, a sabiendas de que tienen muy difícil
un pacto de coalición con los partidos nacionalistas. Algo que, sin duda, también
saben los confabulados contra el presidente del PP de ahí la sospecha que
impera en la sede central de Génova de que éstos juegan a caballo perdedor, es
decir, a la derrota del PP para hacer valer su protagonismo y su posición. Es
decir, al cuanto peor para el PP, mejor para ellos.
Breve comentario final:
¿EXISTE ALTURA DE MIRAS O NO?
Luis Bouza-Brey ( 12-12-06,
6:30)
Si las cosas
fueran como las describe Pablo Sebastián ---algo no descartable--- serían
trágicas, revelarían una falta de perspectiva en el enfoque de la vida política
letal para ellos y para el país.
No se puede
interpretar la política internacional y el análisis de las fuerzas gigantescas
en juego desde la perspectiva de un Bush descontrolado en su afán de venganza,
ni desde la de un Aznar ambicioso y ciego por alcanzar dimensión internacional.
Ni tampoco se puede interpretar la vida política nacional como resultado de un
juego de ambiciones clánicas de poder entre
camarillas ciegas para el interés general.
Si las cosas
fueran así, el suicidio del PP y del país sería la consecuencia automática de
tal perspectiva a ras de suelo.
Uno no tiene
la impresión de estar gobernado por una clase política ---e
intelectual: no olvidemos el papel de los medios de comunicación ---
internacional y española tan rastrera. Si así fuera, las fuerzas destructivas
del fundamentalismo islámico a nivel internacional y del progresismo
destructivo a nivel interno habrían ganado la partida. El caos se nos echaría
encima.
Pero, ¿es
realmente tan letal la ceguera de Bush? ¿Tienen los demócratas o republicanos
una solución alternativa al desorden global? ¿Es realmente tan rastrero el
comportamiento de las fracciones del PP y los medios de comunicación opuestos
al Gobierno?
Uno desearía
pensar que no, que existe una percepción más elevada de los fundamentales
intereses en juego, a nivel internacional y local, y que los dirigentes no
actúan tan ciegamente como el interesante boceto de Pablo Sebastián dibuja.
De todos
modos, si Sebastián acertara, convendría que los actores, al verse retratados,
corrigieran el rumbo.
Pero uno
cree lo siguiente: que estamos comenzando una guerra que se libra en el Próximo
y Medio Oriente, Asia Central y Africa Septentrional
y Ecuatorial; que todas las hipótesis interpretativas del 11M siguen abiertas;
que tenemos un Gobierno y un PSOE bajando en picado a estrellarnos contra el
suelo, y que la única opción viable para remontar el vuelo del país es el PP
con algún apoyo externo. Si esto se percibe, las peleas internas en el PP no
tienen más sentido que el suicidio, del PP y del conjunto del país. Y uno no
acaba de percibir un grado tan alto de irresponsabilidad en el conjunto de los
actores políticos.