HITLER LE PUDO A KERRY

 

 Artículo de Valentí PUIG  en  “ABC” del 05/11/04

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 HACE tanto tiempo que hemos traspasado el límite entre la posible crítica legítima a los Estados Unidos y la ofuscación antiamericana que ya ni nos damos cuenta de estar haciendo el ridículo. Hace tiempo que la falta de información sobre la realidad política e institucional de Norteamérica se convirtió en contrainformación y pura desinformación. En España, una opinión pública pendiente de las payasadas de Michael Moore se ha quedado boquiabierta, incapaz de asimilar el resultado de las elecciones presidenciales. Se daban por proclamados sin matices la coronación de Kerry y los funerales de Bush. A quien lo vea de buena fe, tan sólo le queda por pensar que los americanos son un puñado de fascistas estúpidos o sospechar que lo que se nos informa sobre los Estados Unidos es material averiado.

Ahí concelebran gran parte de la clase política, líderes de opinión de referencia y toda una cúpula mediática que incluso se desplazó a Washington para no enterarse de nada, cuando no fue que quiso entenderlo todo al revés. Mantener desinformada una sociedad como la española es un déficit irresponsable. Así están no pocos ciudadanos españoles, asombrados por la victoria electoral de un Bush tejano, bobalicón, genocida, un Bush al que hemos equiparado a Hitler sin que nos temblase la mano.

Ya están los estrategas del partido demócrata advirtiendo que el apoyo de Hollywood o del mundo rockero a John Kerry puede haber sido negativo, produciendo rechazo en el voto moderado demócrata. Es el análisis lógico en una sociedad políticamente adulta. En el caso de España, la credulidad de la buena gente ha sido inmensa, hasta el punto de sentirse copartícipe jovial de una cierta satanización de los Estados Unidos, protagonizada con notable indecencia intelectual por líderes de opinión -individuales y colectivos- que luego no se responsabilizan de nada. Aclamaciones a Chomsky, risas con Michael Moore, para luego recoger desconocimiento, irreflexión, hambre para mañana. Colosal complejo de inferioridad que pretendía retrasar el reconocimiento de unos resultados electorales aplastantes con el viejo sistema franquista de leer más las tribunas del antiamericanismo y viajar menos. Descaro y candor, cálculo y pura inconsciencia: todo suma, y todo resta a la hora de ser una sociedad bien informada, que sepa cómo es el mundo, conocedora de sus alianzas internacionales, de sus prestaciones y costes.

El estupor del ciudadano medio español ante la inexplicable derrota de Kerry y la ominosa victoria de Bush hijo tiene sus responsables. Con la práctica del «vudú» mediático contra los Estados Unidos, no pocos han contribuido deliberadamente a que el antiamericanismo sea la gran superstición de estos tiempos, precisamente cuando nos creíamos más racionales, más lúcidos, intelectualmente más competitivos. A cada cual con su contribución al invento: quizás las nuevas generaciones tengan más posibilidad de conocer los Estados Unidos como son, para apreciar sus virtudes y criticar sus defectos. Lo demás es desinformar, tocar de oído, manipular, poner el listón tan bajo para que saltemos a gusto, autocomplacidos, mientras otros viajan a la Luna. Queda el frívolo consuelo de esperar confiadamente en un gran giro en 2008, con Hillary Clinton como icono de la alternancia, asistida por lo que quede de la pijería de Massachussets.

Sobre las elecciones norteamericanas, el error inducido de la opinión pública española ha sido vasto. Paradójicamente, pudiera ser aleccionador, pero lo cierto es que no se cumplió ninguna profecía, previsión alguna. Es lógico que los oficiantes del antiamericanismo sean los mismos que todavía no han aceptado que cayó el muro de Berlín. Si alguien se puede quedar contento con eso, el balance más bien sería propio de una vieja España, de una España supersticiosa.