LA CARTERA DE MORATINOS

 

 Artículo de Valentí PUIG  en  “ABC” del 10/12/04

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

  

SERÍA un buen ejercicio de estilo para la actual diplomacia española no sumarse al criterio de la Liga Árabe cuando dice que las elecciones en Irak serán ilegítimas. Pocas elecciones democráticas hay en el entorno de la Liga Árabe y pocos de sus gobiernos son tan representativos como la autoridad provisional iraquí. Por lo demás, el año nuevo recarga de asuntos muy heterogéneos la cartera del ministro Moratinos: de repente, Ucrania inquieta a la misma Unión Europea que patinó en los Balcanes; China crece a todo trapo y exporta textil como sea; el Oriente Medio evoluciona al contrario de lo que se divisaba desde la representación de la UE en Palestina; los Estados Unidos resultan ser otra cosa de lo que se decía en «Le Monde Diplomatique». En fin: votar el Tratado Constitucional en la Europa ampliada representa por ahora algunas incertidumbres más que certezas. Luego quedan Gibraltar, el Sahara, Ceuta y Melilla. En reserva aguardan los nuevos focos de atención que dicten las cámaras de la CNN.

En cuanto a Irak, el futuro desarrollo de la actual situación lleva a recordar la intensa ingeniería institucional que en la inmediata posguerra mundial construyó el sistema de las Naciones Unidas, la OTAN, el GATT, la Organización Mundial del Comercio, el modelo monetario de Bretton Woods, con el FMI y el Banco Mundial.

SI a los Estados Unidos no les gusta que la ONU esté dominada por países no democráticos -dice Fukuyama en un artículo muy debatido- debiera invertir sus esfuerzos en construir otras instituciones, como la Alianza Atlántica o la Comunidad de Democracias fundada durante la presidencia de Bill Clinton, basadas en normas y valores compartidos. De no poder crear nuevas instituciones globales, Washington debiera intentar conseguir la interconexión de organizaciones multilaterales de raíz regional. Ahí está ahora mismo el formato de seis naciones actuando conjuntamente para presionar a Corea del Norte con la finalidad de atajar su proyecto atómico. La divisoria en el tiempo que va de la caída del muro de Berlín al 11-S y la intervención en Irak requiere por lo menos una cierta reforma de las instituciones globales.

Eso es lo que el futuro desliza en la cartera de un ministro de Exteriores, con una postal navideña aconsejándole olvidar la adhesión mimética a la política tan introspectiva de Jacques Chirac o a la palabrería inflamatoria de Hugo Chávez. Convertido en ficción, el idealismo pierde a la larga capacidad de convicción y la «moralpolitik» resulta ser más una prueba de flaqueza inimitable que un indicio de capacidad resolutiva ejemplar. A veces es mejor dejar el teléfono en paz y no enviar besos y abrazos a Kofi Annan en pleno escándalo del programa «Petróleo Por Alimentos». Es de menor riesgo que la factura telefónica corra estrictamente a cuenta del Elíseo.

PARA los Estados Unidos, a la hora de construir o reconstruir naciones -dice Fukuyama- son casos de éxito sin ambigüedades Japón, Alemania o Corea del Sur, pero en los dos primeros casos el proceso en realidad consistió en dar nueva legitimidad a sociedades que ya tenían Estados muy poderosos. En otros casos, el resultado no fue tan estable. Queda por ver el futuro de Afganistán o de Irak. Siempre vamos a parar a la noción de legitimidad. En este aspecto, la distinción de Fukuyama es crucial: importa no lo que los Estados Unidos crean que es legítimo, sino más bien lo que otros creen que es legítimo. Ahí pivotará la política mundial de los próximos años. Esa agenda abulta las carteras de muchos ministros de exteriores, aunque sean de la Liga Árabe.