ZAPATERO PRECURSOR O ARCAICO
Artículo de Valentí Puig en “ABC” del 14.03.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Esos dos años que llevamos con
Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno han sido como una gran burbuja
que iba dejándose llevar de aquí allá por el último de los vientos, pero no sin
captar la estima de una cierta inocencia soñadora, empeñada en buscarle un
paréntesis imposible a la política como arte de lo posible. Transitoriamente, al
clásico «blues» de mitad de mandato electoral se le añaden unos compases de «Els
segadors». Zapatero, ¿precursor o arcaico? Su política exterior reincide en
«tics» propios del ideologismo de los años sesenta: comprensivo con los
indigenismos de la actual Iberoamérica, fiel al antiamericanismo menos
destilado, neoaislacionista en la era de la globalización, débil en el norte de
África, sin estrategia europea y más bien propulsor unilateral de
proteccionismos, adicto a esa suerte de «playstation» que es su Alianza de las
Civilizaciones. Para comparar, sirve un artículo reciente de Andrés Oppenheimer
en «La Nación» de Buenos Aires: la nueva presidenta de Chile, la socialista
Michelle Bachelet, ha nombrado el «gabinete más globalizado de América Latina».
Otros analistas ya indican que los miembros del gabinete chileno se caracterizan
por privilegiar la discusión de ideas por encima del dogmatismo. La presidenta
Bachelet habla inglés y otros tres idiomas. Está claro que tener un gabinete que
hable inglés no es garantía de excelencia, pero -añade Oppenheimer- en un mundo
donde el futuro de los países depende de su habilidad de competir en la economía
global es mucho mejor tener un exceso de ministros políglotas que tener muy
pocos, o ninguno.
Es en la asignatura de globalización donde a Zapatero se le ve más indeciso y
atrasado, tal vez porque lo considera algo maligno, al igual que los movimientos
antisistema y gran parte de los votantes que dejaron el abstencionismo para
decantarse por el PSOE hace dos años, después del macroatentado de Atocha. Es
negarse a ver que, en el fondo, la globalización económica integra. Tanto para
eso como para otros cometidos, el gobierno que pergeñó continúa siendo endeble.
Pivota sobre la aventura personal de Bono, la estrategia PSC-PSOE de Montilla y
el indisimulado hastío de Solbes, todo bajo los efectos de coordinación de la
vicepresidenta Fernández de la Vega, mientras la Secretaría de Organización del
PSOE actúa como estricta correa de transmisión para que La Moncloa sea
obedecida. Cada punto de aceptación de Zapatero en las encuestas pudiera
considerarse mérito suyo, lo que impide que cada punto de depreciación pueda
atribuirse a otros.
El nacional-laicismo de Rodríguez Zapatero tampoco es nada novedoso. Tiene
estirpe de viejo republicanismo español y por eso evoca las iniciativas que tuvo
en Francia la Tercera República. Quedan el matrimonio homosexual, el guirigay de
la nueva ley de Dependencia, la cuota femenina, el buenismo como «lifting», el
absolutismo antitabaquista: en alguna cosa tenía que ser precursor el Gobierno
de Rodríguez Zapatero. Ni el rupturismo histórico al que Zapatero apela casi de
forma simultánea con la atroz panorámica del 11-M contiene muchos elementos de
lucidez y claridad postraumática: más bien memoria de lo lejano que ya fue el
significativo pacto de concordia en 1978, para olvido metódico de lo que ocurrió
hace dos años. De querer pasar a la Historia como precursor, aliarse con
componentes de tanta caducidad como IU y ERC es un obstáculo con muchas aristas.
Es cierto que, de no tener mayoría suficiente, uno trenza su gobierno con lo que
más tiene a mano: en el caso de Zapatero, lo peculiar es que se haya entregado
tanto. En fin, ahora se entiende mejor con Artur Mas que con Carod-Rovira. El
modo de obrar que se le va viendo a Mas no es en realidad el pospujolismo, sino
el neopujolismo. Incluso así, la rama juvenil de Convergencia se fue al partido
entre el Barça y el Chelsea para desplegar la pancarta «Catalonia is not Spain».
Estaba en inglés, pero no dejaba de ser un arcaísmo.