CON MENOS MASOQUISMO

 

 Artículo de Valentí Puig en “ABC” del 28.09.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

EL Don Julián de Goytisolo ha sido tan negativamente pedagógico que a quien habla de la presencia histórica de España en África en seguida se le supone nostalgia de la Guardia Mora de Franco. Lo de menos es que Ceuta y Melilla fuesen españolas mucho antes de la existencia de Marruecos. En general, a todo el pasado de España se le atribuyen motivos para la vergüenza y el bochorno. La Reconquista fue un genocidio, como lo fue el descubrir América: así comienza un suma y sigue hasta la crisis de 1898. Sólo se salvan el krausismo, la Segunda República y Zapatero. Son dosis ingentes de masoquismo, inasequibles a la homeopatía. Algo similar ocurre casi todos los días con la idea y realidad de Occidente, hasta el punto de que se suspende en Berlín la representación de la ópera «Idomeneo» de Mozart porque, al escenificar la decapitación de Jesucristo y de Mahoma, puede atizar la susceptibilidad musulmana. Por idénticos motivos, no poca de nuestra literatura clásica cae en lo políticamente incorrecto y exige ser reescrita. Más pasado para nutrir ese masoquismo que identifica nuestros orígenes con una vergüenza que requiere de una petición «urbi et orbe» de perdón. Todo país que en el pasado tuviese un imperio está forzosamente obligado a hacerse perdonar, sin que valgan para nada las consecuencias positivas -que las hubo- de una colonización. Hace unos días, V. S. Naipaul insistía de nuevo en lo mucho y bueno que la India actual debe a lo que fue el imperio británico.

Con menos masoquismo entenderíamos mejor el pasado y lo que somos hoy, aunque pierda fuelle la tesis central de Juan Goytisolo: para ser España, nada hay como el auto-odio. Con menos avergonzarse de todo lo hecho en los siglos que fueron, más tranquilos iríamos a ver las óperas de Mozart sin ni por asomo pensar en censurarlas. Tiene que dar vergüenza tener un ejército, haber ganado batallas, la conquista de nuevos territorios, la asimilación de otros pueblos. Ahora mismo es obligado sentir vergüenza por todo lo que significó la transición democrática. A los héroes de la Historia hay que psicoanalizarlos para descubrir que en el fondo eran unos psicópatas. En realidad, hay que estar pidiendo perdón por todo el pasado de España, fuese erróneo o acertado. Lo bueno no sería tener pasado, deconstruir España, determinar que no existe. Lo definitivo sería aceptar que España es una resta y no una suma.

Por suerte o por desgracia, ése es un mal que no afecta exclusivamente a España. En Francia el semanario «L´Express» dedica un número a lo que significa avergonzarse de ser francés. La glorificación de la memoria victimista hace decir al filósofo Peter Sloterdijk que la transformación de la Historia en «espectáculo inmundo» es un camuflaje para ayudar a las sociedades contemporáneas a no resolver sus verdaderos problemas metiéndolas en debates artificiales. Está claro: para no tener que saber lo que nos pasa, lo más práctico es decir que nos avergonzamos de lo pasado. Reescribamos el pasado de todo Occidente para conseguir que encaje más armónicamente con las necesidades el islam, aunque sea a costa de Mozart. Lleva tiempo al acecho el Don Julián de Goytisolo, siempre dispuesto a entregar las llaves de casa al invasor. Pero ahora comprobamos que la desmitificación usó tanto o más del engaño como la mitificación. Son las cosas del masoquismo: uno acaba desmitificando tanto su propio país que acaba por irse a vivir al extranjero. Con la hispanofobia como parte del desconocimiento que se imparte en las aulas, resulta que el pasado colectivo chorrea sangre. Está aquella nueva Guardia Mora descerrajando la «Deutsche Oper» de Berlín para que el alma errante de Mozart no pueda alzarse una vez más en defensa de la libertad y de la belleza.