LA CONSTITUCIÓN SÍ ESTÁ EN PELIGRO, AUNQUE HAYA QUIEN PREFIERA CERRAR LOS OJOS

 

 Artículo de Federico Quevedo  en “El Confidencial Com” del 09.12.05

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

Lo cual, por otra parte, no quiere decir que se deba extender su certificado de defunción, por más que haya entre los socios de Rodríguez quienes estarían dispuestos a firmarlo una y mil veces si hiciera falta, como bien quedó de manifiesto el pasado martes por la tarde con ese acto tan democrático convocado por los chicos de Esquerra Republicana invitando a arrancar páginas de la Carta Magna: pura inquisición. Las ideologías totalitarias siempre han hecho del ataque a la cultura uno de sus símbolos. ¿Quién no se acuerda de las quemas de libros en la Alemania nazi? Pero la Constitución es más que un libro, es además nuestro marco común de convivencia, por lo que la simbología del acto tiene un mayor alcance: el de querer arrancar ese espíritu que hizo posible la Carta Magna, el Estado de Derecho y la Democracia Liberal.

No me canso ni me cansaré de denunciar que quienes tachan de “fascistas” a los honrados y pacíficos ciudadanos que el pasado sábado se congregaron en la Puerta del Sol de Madrid para respaldar la Constitución del 78 son los mismos que practican la exclusión y la imposición, y atacan la libertad de expresión de los demás bajo la premisa de que pensar de manera distinta a como piensan ellos nos sitúa irremediablemente fuera del sistema. Y éste es uno de los motivos por los que este humilde servidor de ustedes cree, sinceramente, que la Constitución está en peligro. No soy el único, a Dios gracias. Lo percibí el martes en la recepción en el Congreso de los Diputados, donde se respiraba aroma de difunto. Pero es que, además, el 72% de los más de cuatro mil lectores de este periódico que respondieron a la encuesta, opina exactamente lo mismo.

No así mi vecino de aquí arriba, ni el que comparte planta conmigo los fines de semana. Para ellos mis denuncias sobre los desmanes liberticidas de Rodríguez son fruto de la imaginación calenturienta de este columnista y de la de un grupo de fachas ultramontanos involucrados en una conspiración judeo-fascista, fruto de la cual nos hemos inventado desde la reunión de Carod Rovira con Josu Ternera y Mikel Antza en Perpiñán, hasta los artículos anticonstitucionales del Estatuto catalán, pasando por los encuentros secretos de Rodríguez con Ibarretxe, Más, Imaz, Carod y Durao Barroso, las muchas preguntas sin respuesta sobre el 11-M, los contactos con ETA-Batasuna, el Pacto del Tinell, los encadenamientos a las puertas de la COPE, la condonación de créditos al PSC de la mano de Montilla, la OPA, la amistad con Castro-Chávez, los ataques a la prensa libre y la muerte de Manolete. Pura ficción.

Pero nada de todo eso forma parte de la invención o de una fantasía colectiva, sino de la más estricta y palpable realidad, como lo es el hecho de que nuestra Constitución esté amenazada por el ideario liberticida de Rodríguez y su visión confederalista del Estado. El presidente tiene una visión de España distante del modelo constitucional, de ahí que lo que más les ha dolido a algunos de los que se niegan a ver las cosas como son es el hecho de que el PP reuniera el sábado a decenas de miles de personas en defensa del texto constitucional e, incluso, se permiten felicitar al partido que preside Mariano Rajoy por comprometerse con la Carta Magna al tiempo que se le acusa de sectarismo por defenderla. ¿Por qué la izquierda se cree en posesión del acta de demócratas y los únicos con capacidad de extender certificados de constitucionalismo?

La derecha que el sábado se manifestó en la Puerta del Sol de Madrid no es aquella derecha conservadora del año 78 referenciada en las filas de Alianza Popular. Les guste o no, el PP es hoy el heredero de esa derecha moderada, liberal y reformista que fue la UCD, la cual votó mayoritariamente la Constitución en 1978 -cosa que no hicieron algunos de los socios actuales de Rodríguez-, al igual que lo hicieron muchos ciudadanos de centro-izquierda a los que hoy, sin embargo, no representa la actual dirección del PSOE, que parece sentirse incómoda con el marco de derechos y libertades que garantiza la Constitución, como la libertad de expresión que ejercen los medios de comunicación críticos con el poder. Identificarse con esa derecha es identificarse con el liberalismo.

Desde esa concepción de respeto a las libertades individuales y alejada del colectivismo, cualquier extremismo nos produce el mismo rechazo, venga de donde venga, e igual de pecaminoso me resultaría hacerme una foto con Blas Piñar que con Carod Rovira, pero Rodríguez no puede decir lo mismo porque él se ha entregado a la izquierda ultramontana y radical, y al nacionalismo excluyente, y sobre la mesa de ese conglomerado se ha escrito un Estatuto impulsado desde el Palacio de La Moncloa que en sus páginas pervierte el marco constitucional y anula el espíritu de consenso que fraguó la Carta Magna del 78, ese espíritu que llevaba a Landelino Lavilla a decirme el martes que “ahí, dentro del Hemiciclo, nos decíamos de todo, pero luego, aquí fuera, lo arreglábamos”.

Les daré algunas pistas que evidencian esa amenaza contra la Constitución que tanto insisto en denunciar, y me permitirán que me exceda un poco en la extensión habitual de este espacio, pero el asunto lo requiere. El Estatuto consagra la concepción de un estado plurinacional, modifica la organización territorial y aboga por una Nación de naciones en la que una de ellas, Cataluña, mantiene una relación de bilateralidad con el Estado. Eso conculca el Artículo 2 de la Constitución y el Título VIII al completo. Sólo el preámbulo establece el derecho de los catalanes a decidir su futuro, la preferencia del derecho catalán sobre el nacional y el derecho al autogobierno.

Cuando la Constitución diseñó el Estado Autonómico, lo hizo con la ambición de acortar las distancias de renta entre regiones. El Estatuto vulnera esos principios de solidaridad y de igualdad que consagra la Carta Magna a través del sistema de financiación, pero no solo con él. En su redacción actual, por ejemplo, el Estatuto pretende que el Estado invierta en infraestructuras en Cataluña en la misma proporción que Cataluña contribuye al PIB nacional. Aplicada así esta fórmula, supondría que las Comunidades que menos contribuyen también recibirían menos inversión del Estado en materia de infraestructuras. Todo ello vulnera el Artículo 2, el 138 y los relativos a la financiación autonómica.

El Estatuto rompe la unidad de mercado y la caja única de la Seguridad Social. Un ejemplo es el tratamiento que da a la lengua propia y las imposiciones que establece, que vulneran los artículos 3, 14 y 139 de la Constitución, este último especialmente en la medida que establece que todos los españoles son iguales y que no puede haber privilegios. La asunción unilateral de competencias va contra el artículo 149 del texto constitucional y obliga a modificar la legislación básica del Estado que lo que busca, fundamentalmente, es la igualdad entre todos. Pero es que, además, el Estatuto va más allá y se permite dictaminar que sea la Generalitat la que otorgue competencias al Estado, vulnerando el principio Constitucional de que es el Estado el único que puede otorgar y quitar competencias a las Comunidades Autónomas.

Hay más ejemplos que me servirían para demostrar que la Constitución sí está en peligro y el Estado amenaza ruptura si este Estatuto sale adelante en el Congreso en su redacción actual o con algunos retoques que no harían sino incidir en esa tendencia fatal que, como denunciaba Hayek, lleva a algunos gobernantes “a controlar la sociedad, una tendencia que no sólo los convierte en tiranos de sus semejantes, sino que puede llevarlos a destruir una civilización no diseñada por ningún cerebro, alimentada de los esfuerzos libres de millones de individuos”. Por eso, permítanme que concluya refiriéndome a un aspecto que nos afecta especialmente a los periodistas.

Además de planificar la vida económica catalana hasta hacer sofocante la presión del poder político sobre la sociedad civil, el Estatuto hace algo que en mi opinión excede de cualquier competencia ejecutiva, como es la pretensión de que la línea editorial de los medios de comunicación públicos y privados deba responder a criterios de neutralidad y veracidad informativas que serán determinados por el Consejo Audiovisual de Cataluña, que depende de la Generalitat. Eso es un ataque en toda regla a la libertad de expresión, y forma parte del concepto de libertad de expresión que tiene esa izquierda radical en cuyas manos se encuentra Rodríguez. Pero cuando estos muchachos de la extrema izquierda que arrancan páginas de la Constitución y se encadenan a las puertas de la COPE quieran impedirte, querido Antonio, tu libertad de expresión, y no dudes que lo harán, cuando eso llegue, sabes que podrás contar conmigo, querido amigo, para defenderte.