LA TRISTE CANCIÓN DE JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ ZAPATERO

Artículo de Federico Quevedo  en “El Confidencial” del 18 de diciembre de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

“Fue bonito mientras duró”, supongo que estará pensando estos días el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, al que ya de modo definitivo su propio partido ha dado por amortizado, al igual que ha hecho la ciudadanía e, incluso, su propia familia. Rodríguez es hoy un hombre acosado por los problemas que él mismo ha creado, y absolutamente incapaz de buscar una salida razonable a ninguna de las crisis que se le presentan. Pero no solo eso le atosiga, sino que aún es peor que a estas alturas de su mandato haya tenido que hacer justo lo contrario de todo lo que ha venido predicando desde el principio. Ha traicionado todo aquello que él mismo convirtió en elementos esenciales de su mensaje político, y que fue lo que le llevó a La Moncloa subido a la ola imparable de cambio que, como un tsunami, provocó el hundimiento de la nave que llevaba el PP como consecuencia de lo ocurrido aquel 11 de marzo de 2004. Hoy, Rodríguez no es ni la sombra de lo que fue, y aparece ante la opinión pública como un líder acabado, al que además la ciudadanía ha cogido rabia, manía, animadversión por haberla conducido a la peor crisis que haya sufrido nunca este país a base de mentiras, engaños y subterfugios. Hoy, Rodríguez no puede salir a la calle a riesgo de que le escupan o algo peor, y no hay nada más triste, más amargo para un dirigente político que sentir el rechazo de la gente y, sobre todo, el rechazo de los suyos.

 

Rodríguez acumula problemas en su casa donde, por lo que cuentan, ha perdido el respeto de sus hijas y su mujer solo sueña con el día en el que abandonen La Moncloa, un lugar al que Sonsoles ha tomado ojeriza y del que está deseando alejarse cuanto antes. Es normal. Tiene que ser duro para una esposa ver como su marido se convierte en el blanco de todas las críticas y como se le acaba haciendo responsable de todos los males. Es difícil aceptar los errores propios y se acaba echando la culpa de todo a los demás, desde los que están más cerca hasta los que están más lejos, mientras se nubla la vista ante la propia responsabilidad. Rodríguez ha perdido el control de su casa, ha perdido el control de su partido, y ha perdido el control del país. En esas condiciones, lo lógico sería que convocase elecciones pero esa es la única baza que le queda y se agarra a ella como a un clavo ardiendo convencido de que nadie se va a atrever a ponerle entre la espada y la pared, porque sigue siendo el presidente del Gobierno y el secretario general del PSOE. Sin embargo, él mismo sabe que en ambas facetas se encuentra más que amortizado, y así lo han entendido sus propios compañeros. Hasta hace muy poco el debate se centraba en si el propio Rodríguez anunciaría su continuidad o no, y nos eran pocos los líderes socialistas que abogaban por ella. Pero ya no se escucha a nadie defender que Rodríguez deba ser el candidato en las generales, salvo con la boca pequeña. Más bien al contrario, el debate ahora se centra en quién debe ser su sucesor y en la manera de elegirlo, y todo con la única intención de que un cambio en la cabeza de cartel pueda frenar, aunque sea solo un poco, la debacle que se augura para el PSOE en las elecciones, tanto en las generales como en las municipales y autonómicas.

 

Había, de hecho, un movimiento sísmico importante en el PSOE para que las elecciones generales se adelantaran a febrero, pero la declaración del Estado de Alarma hace imposible esa convocatoria porque no se pueden disolver las cámaras. Y es que al primero que no le interesaba el adelanto electoral, además de a Rodríguez, era a su virrey, al portavoz de los GAL, al hombre que necesita todavía tiempo para gestionar el final del zapaterismo como en su día gestionó el del felipismo e intentar que el partido sufra el menor daño posible, a quien hoy es el mejor amigo, casi diría que el único amigo, que le queda a Rodríguez entre todos los que antes le reían las gracias y le colmaban de lisonjas.

 

La del día 15 no es una fecha baladí para el final del estado de Alarma, porque es la fecha límite para poder convocar elecciones en febrero, y después de ese día ya es imposible, y tampoco se pueden hacer ya en marzo porque habría menos de tres meses con las autonómicas de mayo. La opción de hacerlas conjuntas es la que menos satisface a los barones porque ninguno de ellos quiere compartir cartel con Rodríguez teniendo en cuenta que para esa fecha sólo podría ser él el candidato ya que no daría tiempo de buscar otro, luego todo hace pensar que ya metidos en otoño de 2011 lo más fácil es que el comando Rodríguez-Rubalcaba aguante hasta el final, hasta marzo de 2012 donde el PSOE ya podrá presentar a otro candidato, llámese éste Rubalcaba o llámase como se llame. Es verdad que una más que probable intervención de la UE en España, es decir, que se produjera el temido rescate, haría variar estos planes, pero contra eso están luchando Rodríguez y Rubalcaba con todas las armas a su alcance, y una de ellas es el propio estado de Alarma.

Y es que al primero que no le interesaba el adelanto electoral, además de a Rodríguez, era a su virrey, al portavoz de los GAL, al hombre que necesita todavía tiempo para gestionar el final del zapaterismo como en su día gestionó el del felipismo

 

Una situación que, como ayer bien describía alguien tan poco susceptible de ser acusado de ser de derechas como Nicolás Redondo Terreros, estresa la Constitución por lo que supone de excepcionalidad adoptada con tintes de casi normalidad, y que crea un peligrosísimo precedente jurídico-político. El caso es que, al final de su mandato, Rodríguez ha tenido que hacer uso del abuso de poder, de la fuerza bruta, de la restricción de derechos. Pero no es en lo único en lo que se ha venido abajo el castillo de naipes de la demagogia sobre la que había asentado toda su política: el hombre de la paz se ha convertido en el mayor entusiasta de una guerra, la de Afganistán, que se ha llevado muchas vidas españolas por delante mientras el Gobierno se plegaba sin queja alguna a los intereses norteamericanos. Es decir, lo mismo de lo que se acusaba al Gobierno de Aznar. Ya lo escribí un día y no voy a reiterarlo, pero si de algo nos ha servido Wikileaks es para conocer hasta que punto de indignante demagogia fue capaz de recurrir el Gobierno en asuntos como el de Couso, Iraq, Guantánamo, vuelos de la CIA, etcétera, mientras por detrás se dedicaba a hacerles el juego sucio a los americanos, a los que además ofrecía incrementar su presencia militar en España, algo que no hizo ni siquiera Aznar.

 

Pero si algo ha puesto en tela de juicio toda la osada demagogia de este Gobierno y el partido que lo sustenta, ha sido su política Exterior, sobre todo en lo que respecta a Cuba y Marruecos, países que hoy lideran el rechazo de los españoles junto con Venezuela: esto es lo que ha conseguido la deriva de la política Exterior de Rodríguez. Un Rodríguez que ha visto como se ha venido abajo toda su política de alianzas con el nacionalismo radical, primero en Galicia, después en Cataluña y, dentro de poco, en Baleares, mientras que la propia ciudadanía le obligaba a pervertir sus planes y tener que pactar con el PP para lograr el poder en el País Vasco, anulando así uno de los elementos esenciales de su estrategia: el cordón sanitario contra la oposición, el aniquilamiento del PP incluido en el Pacto del Tinell.

 

Pero, sin duda, lo más grave, lo más doloroso para quién hizo bandera en su discurso de la defensa de los derechos sociales, ha tenido que ser haber llevado a cabo el mayor recorte social de la democracia, haber sumado en su haber cinco millones de parados, cientos de miles de personas desesperadas que día tras día tienen que acudir a los comedores sociales para poder llevarse un mendrugo de pan a la boca, y a los que pronto se van a sumar otros muchos cientos de miles como consecuencia de la retirada de la ayuda extrema de 420 euros con los que muchas familias tienen al menos algo para comer. Y no será el único recorte que Rodríguez practique en el área de atención a los parados, y si no, al tiempo. Y a eso se une la congelación de las pensiones y, ahora, la amenaza de una reforma que indudablemente va a suponer un recorte de derechos adquiridos.

 

Y todavía vendrán más ajustes, obligados por unas circunstancias que ha creado él mismo mientras se dedicó a la práctica keynesiana del “gástate hoy lo que no te vas a poder gastar mañana”. Ahora la caja está vacía, no hay más liquidez que las telarañas que la adornan, y además esas mismas circunstancias nos amenazan con llevarnos a la peor de nuestras pesadillas, la de la intervención de terceros: un país que fue admirado por su capacidad para competir con los más grandes, hoy se encuentra al borde del rescate por culpa de un inepto presidente que solo ha sabido gobernar obedeciendo a la más deleznable demagogia. Así están las cosas, y solo nos cabe confiar en que el sentido común y, a ser posible, la presión dentro y fuera de nuestras fronteras, logre que se anteponga el interés general al interés partidario y los españoles sean convocados a las urnas lo antes posible.