AZNAR LEVANTA PASIONES... (Y RAJOY TAMBIÉN)

 

 Artículo de Federico Quevedo en “El Confidencial Com” del 06.03.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Curiosamente, a pocas horas de que se celebre la gala de los Oscar más comprometida socialmente de la última década, en la Convención del PP celebrada este fin de semana el cineasta más recordado ha sido, precisamente, el director preferido por la izquierda, Woody Allen, y lo ha sido por aquella famosa frase según la cual a él sólo le importaba el futuro, “porque en el futuro es donde viviré el resto de mis días”. Lo hizo Ángel Acebes el sábado por la mañana, y lo hizo Mariano Rajoy ayer. Al escucharla, me venía a la cabeza el último Congreso del PP, un mes de octubre del año 2004, en plena hecatombe por la derrota de unos meses antes. Aquel fue un Congreso triste, de moral por los suelos, decepcionante... No ha sido así esta vez. Aunque se trataba de una Convención, no de un Congreso orgánico, el PP ya no respiraba este fin de semana por las heridas del 14-M, sino que se percibía una inyección de moral, un estado de ánimo muy similar al que se podía vivir en los meses precedentes a la primera victoria del PP en marzo de 2006. Luego pasará lo que tenga que pasar, pero para un partido político es prioritaria la moral de victoria si de verdad quiere obtenerla.

Ese ha sido el trabajo de Mariano Rajoy y su equipo, su escueto equipo, durante estos dos años. El PP ya no se lame las heridas, aunque tuvo que salir Zaplana a recordar, con mucha razón por su parte, que seguimos sin saber lo que ocurrió el 11-M, porque eso es algo que se le debe, no al PP, sino a las víctimas y a la sociedad española. Pero no se habló más de aquellos terribles días de marzo, sino que se habló de futuro y de cuestiones que afectan a los ciudadanos, a su economía, a su educación, a su cultura, a su idioma, a su Constitución, de la inmigración, de la energía, de la descentralización, de las infraestructuras, de la dependencia... incluso del papel de la Policía Local. Claro que no faltaron el terrorismo, el modelo de Estado y otros asuntos que, de no estar en el Gobierno Zapatero, a lo mejor no pasarían a engrosar el capítulo de problemas que preocupan a los ciudadanos. Pero dos años después de aquellas elecciones, el país vive un estado de crispación sin precedentes en nuestra corta historia democrática.

En estos dos años el Gobierno ha legislado para las minorías, ha revisado el pasado, ha dividido a los españoles, ha liquidado los consensos de la Transición, ha quebrado la política contra el terrorismo y ha debilitado al Estado. Le he tomado presada esta frase a Rajoy, pero yo añadiría algo más: ha puesto en peligro la libertad. El sábado por la tarde, en un encuentro de los jóvenes con algunos periodistas digitales, les dije que tenían la obligación moral de defender la libertad. Creo, y lo he dicho muchas veces, que está más amenazada que nunca por un Gobierno que atiende a intereses particulares en lugar de servir al bien común y al interés general. Rajoy, en su discurso de ayer de clausura, recordaba también cómo España, en esos treinta años de democracia, había escrito páginas importantísimas, la propia Transición, la Constitución, el ingreso en la CEE, la entrada en el Euro, y que cada una de estas páginas se había escrito bajo gobiernos de distintos signo –la UCD, el PSOE y el PP- que lograron aunar tras de sí el respaldo de todos los ciudadanos.

Pues bien, ahora, por el contrario, un presidente que guarda en su corazón elevadas dosis de rencor y de odio, pretende llevarnos por el camino de la desunión y del enfrentamiento hacia un destino final que él ha dibujado sin preguntarle a nadie si le gusta ese dibujo. ¿Por qué? Solo él lo sabe. Solo él puede dar respuesta a esa pregunta, y no lo hace. De ahí que la esperanza en que alguien con dos dedos de frente retomara el testigo de la convivencia que fue posible gracias a la generosidad y el esfuerzo de todos en la Transición, se haya visto colmada este fin de semana en una Convención en la que el PP ha demostrado con creces que puede volver a presentar un proyecto lleno de ideas y de propuestas que convengan a los ciudadanos y que ayuden a construir un espacio de convivencia en libertad como el que veníamos construyendo hasta el 14 de marzo de 2004. Es inevitable, sin embargo, plantearse si el equipo es o no el adecuado, si Rajoy cuenta con las personas que deben llevar adelante ese proyecto o, por el contrario, debería incluir a nuevas promesas en el banquillo.

La sensación que queda, o al menos la que yo percibo después de esta Convención, es que Rajoy ha hecho un poco de las dos cosas. Ha incorporado nuevos ‘valores’, como se dice habitualmente, a su entorno –gente como Camps, Alcalde, María San Gil, Núñez Feijoo- al tiempo que sigue confiando en el equipo que heredaba de Aznar –Acebes, Zaplana- y pone en el escaparate a personas en las que confía –Sáenz de Santamaría, Piqué, Ruiz-Gallardón- para que se vea a su partido como una formación plural, en la que todos suman. Todos, incluido su predecesor, José María Aznar. El ex presidente ha sido uno de los protagonistas indiscutibles de la Convención. Se le ha visto, de nuevo, en su salsa, con un discurso intenso pero no agresivo, y dispuesto a poner de su parte, o al menos eso dicen en su entorno. Un compañero, poco sospechoso de ser catalogado de sentirse próximo al centro-derecha, pero de indudable agudeza periodística, me lo decía la tarde del sábado: “Aznar suma, no resta, y eso le viene bien a Rajoy”. Quien iniciara, en 1989, ese camino al centro-reformismo, levantaba pasiones en el escenario de la Convención, y ese es un capital del que Rajoy –y parece que también lo ha comprendido- no puede desprenderse.

Y es que, además de hablar de futuro, el PP tiene la obligación de ser un referente para la liberad, una idea en la que Aznar insiste constantemente. Se trata, sin duda, del mayor reto de todos, porque en sus propia filas existen intereses que a veces ponen en riesgo ese objetivo. Pero nunca antes la libertad había estado tan en riesgo como lo está ahora –con la excepción del fallido Golpe de Estado del 23-F-, sobre todo porque ahora el peligro no es ajeno a las instituciones, sino que está dentro de ellas, como un cáncer que se extiende por la organización del Estado desde la Presidencia del Gobierno, desde el despacho de Rodríguez. Mariano Rajoy ha conseguido este fin de semana sumar voluntades a su proyecto. Él sabe que tiene una única oportunidad y que, si la sabe aprovechar, será presidente del Gobierno, pero en caso contrario pasará a engrosar la lista de damnificados. Para aprovecharla, lo dije el viernes, necesita tener las manos libres, pero también las ideas muy claras, los principios muy firmes, y los proyectos muy bien atados. La Convención ha servido, parece que más de lo que podíamos esperar, para renovar mensajes y cerrar algunas páginas. Rajoy ha consolidado su liderazgo, y ese es un paso importante para empezar a cambiar, de nuevo, este país.