QUE HABLE LA DEMOCRACIA: ZP HA TRAICIONADO A SUS VOTANTES Y DEBERÍA SOMETERSE AL JUICIO DE LAS URNAS

 

 Artículo de Federico Quevedo en “El Confidencial.com” del 14-10-05

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo siguiente para incluirlo en este sitio web (L. B.-B.)

 

Yo no sé si Rodríguez nos ha tomado por tontos. Puede ser. O puede que disfrute tomándonos el pelo mientras esboza esa cursi y petulante sonrisa en la comisura de sus labios. Pero a mí no me hace gracia, y lo digo con toda la seriedad que las circunstancias merecen. El miércoles, durante la recepción real tras el desfile de la Fiesta Nacional, Rodríguez vino a decir que tenía ocho fórmulas para definir a Cataluña en el Estatut. ¿Ah, sí? Que yo sepa sólo hay una, ya recogida en la Constitución: Comunidad Autónoma. Todo lo demás es abrir un debate estéril cuyo único fin es el que comparten a partes iguales Rodríguez, Carod y Maragall: una relación política de corte confederal, en la que los estados mantienen una relación de biteralidad con Madrid. Pero nada de todo esto estaba en el programa electoral del PSOE.

De ahí que afirme y mantenga que Rodríguez nos ha mentido a todos, y engañado y traicionado a sus votantes, a esos mismos que la noche del 14-M le gritaban: “¡No nos falles!”. Lo que pretende es de tal gravedad que sólo tendría sentido seguir adelante con sus planes si convocara elecciones generales y planteara a los ciudadanos la verdadera naturaleza de sus intenciones, es decir, la ruptura del consenso constitucional y el replanteamiento histórico a partir de los sucesos que dieron lugar a la Guerra Civil. Rodríguez tiene la obligación de volver a presentar al juicio de las urnas un programa electoral en el que se explique a los ciudadanos que su intención es poner el Estado patas arriba, lo cual exige una reforma a fondo de la Constitución que votamos abrumadoramente en 1978 como garantía de convivencia en paz y libertad.

No se trata, como nos quería hacer creer, de ofrecer a los españoles una reforma constitucional de andar por casa para garantizar la paridad en la sucesión al Trono. No. Lo que él pretende es modificar la estructura actual del Estado hasta el punto de configurar un modelo de relación política similar al que une a los distintos Estados de la UE. Obviamente, eso implica una cesión de soberanía total y sin posibilidad de ninguna modificación posterior de ese marco legal que pueda tener carácter retroactivo. Dicho así suena increíble, pero exactamente eso es lo que pretende el nuevo Estatuto catalán con la venía y el impulso político de Rodríguez. Porque lo importante no es el término nación, que también, sino que el Estatuto, en el fondo y en la forma, desde el preámbulo hasta la última disposición, otorga a Cataluña trato de nación.

La situación, tal y como se está planteando en estos momentos, no permite apurar la legislatura. Si en los próximos meses se sucede la tramitación parlamentaria del Estatuto y éste se aprueba con los ‘retoques’ que el mismo Rodríguez insiste en señalar, pero sin modificar ni su contenido sustancial ni la filosofía de fondo contenida en el Preámbulo y en la Disposición Adicional primera –“La aceptación del régimen de autonomía establecido por el presente Estatuto no implica la renuncia del pueblo catalán a los derechos que, como tal, le correspondan en virtud de su historia”-, de lo que estaremos hablando no es de una reforma estatutaria, sino de una modificación absoluta del marco jurídico y constitucional. Ustedes verán.

Un gobernante puede equivocarse en muchas ocasiones, y el día a día de la gobernabilidad de un país exige tomar decisiones que una veces serán acertadas y otras no. Pero este no es el caso. Aquí de lo que se trata es de imponer al país una visión sobre nuestro modelo de convivencia que nada tiene que ver con lo que hasta ahora venía siendo el cauce normal para su desarrollo, es decir, un borrón y cuenta nueva con estos años desde la muerte del dictador y, por supuesto, con los cuarenta anteriores, para volver a retomar la historia donde Rodríguez cree que quedó interrumpida, es decir, en la II República y sus consecuencias.

Lo que pretende Rodríguez llevando a cabo sus planes, sin que los ciudadanos digan esta boca es mía, es una transgresión brutal de las reglas del juego democráticas, y supongo que, en el caso de que lograra su objetivo, debería tener alguna clase de consecuencia jurídica, aunque en esto reconozco que soy un neófito y no me atrevo a apuntar más allá de la duda razonable. Porque, digo yo, si alguien cambia las reglas del juego sin que los electores le hayan facultado para ello, ¿a eso cómo se le llama, además de chavización del poder, que es una forma elegante de decir que se corrompe la esencia del Estado de Derecho? ¿No tiene ningún efecto jurídico el hecho de quebrantar la legalidad constitucional y la voluntad popular?

Yo no sé si Rodríguez tiene claro a qué juego está jugando, ni si tiene cartas para ganar esta partida, porque, en caso contrario, las consecuencias serán fatales para él –lo que me importa realmente poco- y para el resto del país –lo que me importa francamente mucho-. Si está tan seguro de que los ciudadanos vamos a seguirle en esta aventura en la que nos lleva al borde del precipicio, y que vamos a tirarnos detrás de él, que lo diga claramente, que explique cuáles son sus intenciones, y que nos pida en una elecciones nuestro apoyo para llevarlas a cabo. Yo, personalmente, ni harto de vino.