LA OPOSICIÓN INOPORTUNA, Y POR QUÉ RAJOY PARECE QUE SE HA DESMOTIVADO Y TIENE A SU PARTIDO EN UN SINVIVIR

 

 Artículo de Federico Quevedo  en “El Confidencial Com” del 26.05.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

Alberto Ruiz-Gallardón, alcalde de Madrid, dice a quien quiere escucharle que Mariano Rajoy le ha prometido que irá en las listas de las próximas elecciones generales. Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, dice a todo aquel que quiere escucharle que Mariano Rajoy le ha prometido que Alberto Ruiz-Gallardón no irá en las listas de las próximas elecciones generales. ¿Lo entienden ustedes? No, ¿verdad? Y sin embargo, las dos cosas son posibles. Es el eterno problema de Mariano Rajoy. No quiere dejar a nadie descontento, y en política son muchas las veces en las que hay que tomar partido. Algo parecido le ocurre a líder de los ‘populares’ con el asunto de ETA y el ‘alto el fuego permanente’ que hace dos meses decretó la pandilla de canallas. Si sale bien, es decir, si se alcanza la paz, Rajoy no quiere que nadie pueda decir que ha sido a pesar suyo. Y si sale mal, es decir, ETA vuelve a las andadas, no quiere que nadie pueda decir que ha sido por su culpa.

El problema es que, cuando uno no quiere mojarse, suele acabar empapado. Y, en este caso, Rajoy está consiguiendo que la iniciativa la lleve hasta el final el presidente Rodríguez, con el agravante de que la situación del país es cada vez más desconcertante por culpa de un Gobierno que no ejerce y no se preocupa en absoluto de los temas que más agobian a los ciudadanos, como pueden ser últimamente la delincuencia, la inmigración o la situación económica.

Y es que también en esto parece que la situación le ha cogido al líder del PP con el pie cambiado. Llevamos meses, muchos meses, dedicados a hablar un día tras otro del modelo de Estado, de los estatutos, y de ETA, hasta el punto de que la agenda política la marcan desde hace mucho tiempo los terroristas. Y, mientras tanto, crece la delincuencia, la inmigración se convierte en un problema cada vez más acuciante y, aunque las cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística digan que la economía marcha mejor que nunca, lo cierto es que no se corresponden con la percepción general de los ciudadanos y, sobre todo, de las empresas.

Delincuencia, inmigración y economía son tres problemas que afectan, seriamente, a los ciudadanos, y uno espera que la oposición ejerza su papel fiscalizador con el Gobierno y no le deje respirar ni a sol ni a sombra, sobre todo en esos tres asuntos en los que el Partido Popular siempre ha sido percibido por la opinión pública con mucha más efectividad que el Partido Socialista, al que, por el contrario, se le vincula con mayores espacios de libertad -aunque esto sea una falsedad como una casa, y más en estos tiempos en los que la libertad comienza a ser un bien escaso en manos de Rodríguez y su deriva totalitaria-.

Desconozco si Mariano Rajoy lo sabe, pero lo cierto es que en su partido, entre los diputados de su Grupo Parlamentario, crece el desconcierto. Nadie entiende, por ejemplo, que el líder del PP no respondiera personalmente el mismo lunes a la osadía del presidente Rodríguez de anunciar el diálogo con ETA envuelto en la bandera socialista en un acto de su partido. Que lo hiciera Ángel Acebes, por mucho que éste dijera que hablaba en nombre de Rajoy y con el texto de su intervención consensuado en el Comité de Dirección, no era suficiente. Rodríguez requería una respuesta contundente, la misma que dio el secretario general del PP, pero en boca de Mariano Rajoy.

No vale que luego el líder del PP se explique en corrillos de pasillo parlamentario. Tiene que hacerlo delante de las cámaras, ante la opinión pública, porque ante tanto desaguisado y el modo en que Rodríguez conduce al país -directo a despeñarse por el abismo-, la ciudadanía, la sociedad civil, necesita de un líder que dé respuesta a sus demandas y, sobre todo, que le hable con la claridad que una sociedad adormecida necesita para despertarse. Y fíjense: a pesar de mis palabras, creo que Rajoy tiene la capacidad y la autoridad suficientes para hacerlo. Sólo le falta creer que puede –y que debe- ganar las próximas elecciones generales.

Durante estos dos años, en medio de un acoso sin precedentes al PP por parte de la izquierda más sectaria que hayamos conocido, Mariano Rajoy ha dirigido la nave de su partido evitando que naufragara, cuando lo lógico era que después de haber perdido las elecciones del modo en que las perdió el PP –fruto de un golpe de Estado perpetrado por los enemigos de la Democracia y de la Libertad-, la derecha liberal española se viniera abajo e, incluso, cayera víctima de sus propias conjuras y enfrentamientos, despedazada como había ocurrido otras veces en anteriores ocasiones.

Y, sin embargo, Rajoy ha logrado mantener unido a su partido, a pesar de los muchos personalismos que juegan en su contra, y elevadas sus expectativas electorales hasta el punto de que, a día de hoy, los sondeos que maneja la calle Génova dicen que hay un empate técnico, que se ha diluido el efecto del ‘alto el fuego’ de la pandilla de canallas, y que el PP está en condiciones de poder ganar las elecciones generales. Y, sin embargo, los últimos sondeos dicen también que la valoración del líder de la oposición ha caído de un modo que debería preocupar a Rajoy y a su entorno más inmediato. Cada vez que el líder del PP se oculta a la opinión pública, ésta le responde con su rechazo. Quizás porque la sociedad necesita un referente, y cuando parece tenerlo, como el miércoles en el debate del Estatuto Andaluz, el propio Rajoy hace lo imposible por hurtárselo.

No se trata de encadenar discursos duros o estridentes. No es su estilo, ya se sabe. Se trata de que los principios sean claros, de que las verdades se digan con la contundencia de quien se sabe seguro de lo que cree. Rajoy tiene a su alrededor a personas que no se caracterizan, precisamente, por ser altivos en sus modos y, sin embargo, son perfectamente capaces de hilar argumentaciones contundentes contra las extravagancias y los desmanes del Gobierno de Rodríguez, y de expresar de manera clara y firme la idea regeneracionista y liberal que debe acompañar los discursos del líder ‘popular’. Un entorno con figuras como Sáenz de Santamaría, Villar o Lasalle capaces de conectar con ese español que cree en su nación y que pide una democracia sana y vivir en libertad. Y se trata, sobre todo, de no dejarse atrapar en las viles trampas del contrario.

Trampas que hoy hacen que la sociedad haya perdido el referente de un líder que le hable claro en este proceso de humillación ante ETA, de claudicación ante aquellos cuya única idea de España es su desaparición. Rajoy no puede esconderse detrás de su propia inseguridad: tiene la obligación moral ante la sociedad de decir claramente, sin ambigüedades ni medias palabras, a donde nos conduce el presidente Rodríguez, y solo si lo hace estará en condiciones de ganar las próximas elecciones. Y yo, sinceramente, creo que es el único dirigente político capaz de afrontar la difícil tarea de reconstruir todo aquellos que Rodríguez está destruyendo, pero que hará falta mucha capacidad de diálogo y los principios muy claros para hacerlo. Y a Rajoy, creo, le sobra de las dos cosas, pero hace falta que lo demuestre.