DERECHA EXTREMA

 

 

 Artículo de Federico Quevedo  en “El Confidencial Com” del 07.10.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

No deja de ser curioso el modo en el que los principales responsables del Partido Socialista y del Gobierno, con Rodríguez a la cabeza, han forzado una ofensiva casi brutal contra el PP calificando a la oposición liberal de extrema derecha o “derecha extrema”, que es lo mismo pero un poco más suave. No deja de ser curioso que esta ofensiva haya coincidido con uno de los peores momentos que está atravesando el Gobierno de Rodríguez, acosado por su propia inoperancia e incapacidad para afrontar problemas tan cercanos al ciudadano como la inmigración ilegal, la delincuencia, los desastres naturales, la sequía, el encarecimiento de la vida, etcétera, y por la gravedad de las revelaciones sobre el 11-M y la sensación cada vez más extendida, y sobre todo preocupante, de que Rodríguez ha pactado con la pandilla de canallas concederles hasta los calzoncillos a costa de nuestra libertad, al tiempo que se amplifica la percepción de un Ejecutivo sectario, revanchista y que fundamenta su acción política en la mentira y el engaño masivo a los ciudadanos.

Mientras Rodríguez no caía en las encuestas, lo de la “derecha extrema” era una boutade circunscrita a ese manual del improperio y sorprendente demostración de inteligencia que responde al nombre de José Blanco. Pero cuando el presidente ha visto que la curva de su popularidad ha iniciado la cuesta abajo, ha sacado a pasear el dóberman, como ya hiciera antaño González en el peor momento de su carrera como político, acosado por toda clase de escándalos. Cuando la izquierda ve peligrar su poder, entonces se lanza como una bestia feroz sobre la derecha liberal, acusándola, precisamente, de lo que la izquierda ejerce al modo troskista que siempre ha caracterizado a un PSOE incapaz de adaptarse a la caída del Muro de Berlín y al desarrollismo político-económico de nuestro tiempo. Ya desde que ganara las elecciones de marzo de 2004, Rodríguez puso un particular empeño en desarticular al PP y provocar la división interna en la derecha liberal, lo que pone de manifiesto que aquí quien practica el extremismo no es el PP, sino la izquierda radical y sectaria que nos gobierna a golpe de decreto, intervención policial y merma de las libertades.

Guglielmo Ferrero, en su libro El poder: los genios invisibles de la ciudad, afirma tajante que “en las democracias la oposición es un órgano de la soberanía popular tan vital como el Gobierno”, por lo que añade que “cancelar la oposición significa cancelar la soberanía del pueblo”, es decir, actuar contra la propia democracia, lo cual es propio, óiganme, de dictaduras, sean de derechas o de izquierdas. Que más da que da lo mismo, porque todas son dictaduras y actúan contra la libertad del individuo. Y esta tentación totalitaria del actual Gobierno de izquierdas no es nueva, si no que es una constante en toda la andadura socialista en el poder, claro que González lo vistió de sentido de Estado y éste lo viste, que es peor, de buenismo irreverente y cruel, en la medida que supone una burla a la inteligencia de ciudadanos libres y honrados que acuden a las urnas convencidos de que ejercen su derecho al voto en absoluta libertad y transparencia.

No es así. Que yo escriba esto no quiere decir que todo el mundo pueda hacer lo mismo, y son muchas las personas -a algunas las conozco personalmente, y de ello hemos hablado largo y tendido en la discreción de una mesa o un café-, que no se atreven a decir y expresar lo que piensan por miedo a represalias, ya que de una u otra manera el pan que llevan a casa depende, directa o indirectamente, de la voluntad del Ejecutivo de Rodríguez. ¿Y se atreven a llamar “derecha extrema” al PP? ¿Cuál es la razón? ¿Que discrepa de la política del Ejecutivo? ¿Y no es esa la esencia de la democracia, o es que este Gobierno lo que pretende es una oposición servil y entregada a la causa? Sí, claro, es lo que le gustaría a Rodríguez, poder decir de Rajoy aquello que González decía de don Manuel, que le cabía el Estado en la cabeza, mientras a él le cabían los votos en los bolsillos gracias al sentido de Estado del entonces Jefe de la Leal Oposición. Pero en cuanto a la izquierda le buscan las vueltas y se sacan a relucir sus mentiras, sus errores y sus abusos, entonces se revuelve contra todo y contra todos, y ejerce el troskismo hasta sus últimas consecuencias, que son la eliminación del contrario de la manera que sea.

¿Por qué es el PP una “derecha extrema”? ¿Quizá por preguntar sobre el 11-M? ¿Por recurrir al Constitucional el Estatuto de Cataluña? ¿Por mostrarse contrario a que se ceda al chantaje de los terroristas y se humille a las víctimas de ETA? ¿Por pedir políticas sensatas en inmigración? ¿Por denunciar los abusos policiales contra sus militantes? ¿Por señalar el intervencionismo del Gobierno en las decisiones empresariales? ¿Por manifestar su disconformidad con una política exterior que abraza a los dictadores y caudillos latinoamericanos y abre los brazos al islamismo radical? ¿Por avergonzar la falta de respuesta de las autoridades socialistas ante hechos como los incendios de Galicia y Guadalajara, la sequía o el derrumbe de El Carmel? ¿Por manifestar su preocupación ante el aumento de la inseguridad? ¿Por oponerse a que se revise la historia y se quiera enfrentar de nuevo a los españoles sobre los escombros de la Guerra Civil? ¿Por negarse a participar en la tragicomedia de la deconstrucción del Estado y la sepultura de los consensos de la Transición?

¿Quién practica aquí el extremismo, el PP o el presidente de un Gobierno que, como me decía el viernes un buen amigo, alimenta el “disparate extremista” de forzar a todos los grupos parlamentarios a prestarse al juramento en torno a su grupo parlamentario para impedir que el principal partido de la oposición pueda pedir explicaciones al Gobierno? A más, ¿quién cuestiona aquí las instituciones, si es eso de lo que se trata?, ¿el PP por ejercer su obligación de pedir explicaciones al Gobierno, o el Gobierno de una izquierda que, como me decía también el viernes un magistrado del CGPJ, ha gobernado siempre al borde de la legalidad, incluso traspasando esa delicada barrera, y que sigue haciéndolo porque es el único modo en que sabe practicar el ejercicio del poder?

Aquí no hay más fachas que algunos recalcitrantes, más bien pocos, fieles a un yugo y unas flechas, y otros, muchos más, herederos sociológicos del franquismo y que por conveniencia política y acomodo personal han dirigido sus pasos hacia la calle Ferraz. Los demás, yo al menos lo siento así, nos sentimos muy libres de discrepar y muy convencidos de que sólo desde la libertad y la democracia es posible avanzar en el buen camino, aunque eso implique, lo he dicho más veces, dudar de verdades oficiales y pensamientos únicos propios de ideologías totalitarias y que quienes defienden esas ideologías totalitarias nos tachen de fascistas cavernosos. Prefiero eso a vivir sometido a su orweliana dictadura. Y a quienes me reprochen que Rodríguez es presidente gracias a los votos de la mayoría, reconociendo la legitimidad del resultado de aquella elección, les transcribiré unas palabras de uno de los padres del liberalismo político contemporáneo: “El pueblo no siempre tiene la razón en el sentido de que nunca se equivoca sino en el sentido de que tiene el derecho de equivocarse y que el derecho de equivocación compete a quien se equivoca de por sí, en su propio daño. Y así está bien” (Giovanni Sartori).